En España, tomar una tostada con tomate para desayunar o almorzar a media mañana es un ritual que practican cientos de miles de ciudadanos cada día. Este clásico gastronómico que hace la mañana en el trabajo mucho más llevadera (y menos hambrienta) suele acompañarse de un café cargado para mantenernos despiertos o de un zumo de naranja. El común de los mortales piensa que se encuentra ante un desayuno saludable que aportará un buen puñado de nutrientes a nuestro organismo. Y lo cierto es que pese a ser siempre mejor que un croissant, una napolitana de crema o unas galletas, la realidad es que las tostadas no son el mejor ejemplo de alimentación saludable que podamos meternos entre pecho y espalda.
El motivo principal es que en la mayoría de establecimientos utilizan una variedad de pan, el pan blanco, que deberíamos evitar ya que su consumo está relacionado con la obesidad. Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra y uno de los grandes sabios de la dieta mediterránea, ya advirtió de que "el pan blanco es un gran problema en España" en una entrevista en EL ESPAÑOL. Pero, ¿cómo es posible que un alimento tan popular, que fue el principal sustento de muchos españoles durante la posguerra y que sigue consumiéndose de forma habitual pueda perjudicar la salud?
El principal problema reside en uno de los ingredientes que se utilizan para hacerlo: harina refinada rica en almidón, un carbohidrato de absorción rápida que perjudica nuestra salud. Así, cuando la industria procesa el grano de trigo para fabricar la harina que posteriormente se utilizará para hacer pan, se eliminan el germen y el salvado, dos partes fundamentales del grano de trigo, donde se concentra la mayor parte de los nutrientes y donde se encuentra también la fibra, un carbohidrato básico para nuestra salud que, además, favorece la saciedad y evita que sigamos comiendo.
Por contra, se deja el endospermo, que está compuesto fundamentalmente por almidón, una sustancia que nuestro organismo transforma rápidamente en glucosa. Martínez-González subraya en ¿Qué comes? Ciencia y conciencia para resistir (Planeta, 2020) que comer pan blanco es "casi igual que comer azúcar". Literal. "Comer pan blanco es como comer azúcar. Te metes un trozo de miga de pan blanco en la boca y enseguida te sabe dulce. De hecho, el pan blanco produce los mismos picos de glucosa en sangre que el azúcar y es tan malo para la salud como éste", escribe el investigador. Así lo han demostrado algunos importantes estudios, que han relacionado su ingesta directamente con la obesidad.
"Si ya tenemos exceso de peso o resistencia a la insulina, el pan blanco es una auténtica bomba. Teniendo en cuenta que, como indican estudios recientes, casi el 70% de la población española adulta tiene sobrepeso o es obesa, con consecuencias graves por su repercusión causando enfermedades crónicas, y que esos problemas ya causan más de 130.000 muertes al año en todo el país, el pan blanco no es precisamente un alimento que haya que recomendar, sino todo lo contrario", añade el especialista.
¿Todas las variedades de pan son malas para la salud? No. De hecho, con el pan integral no existe ningún problema. Esto es, aquel que está elaborado en un alto porcentaje con harina integral, que contiene el grano entero del trigo y, por ende, un mayor porcentaje de fibra. El consumo de granos enteros ha sido relacionado por distintas investigaciones con un menor riesgo de obesidad, cáncer de colon o colesterol, entre otros problemas de salud. "Como explican expertos del Departamento de Nutrición de Harvard, 'el consumo de pan integral se asocia a menor peso corporal, menos riesgo cardiovascular y menor riesgo de muerte prematura. Además, las dietas ricas en fibra ayudan a reducir los niveles de colesterol y de azúcar en sangre y a mejorar la digestión'", finaliza Martínez-González.