Tanto de cena como de guarnición, las ensaladas son una de las recetas más habituales en la dieta de las familias españolas. Según el Informe del Consumo Alimentario en España que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación redactó sobre el año 2018, tanto la ensalada verde como la ensalada de tomate se encontraban entre los cinco platos que se comen más habitualmente en nuestro país.
Planificar habitualmente en nuestra dieta ensaladas es muy importante porque es una manera fácil de consumir vegetales crudos. Las frutas y las verduras son auténticas bombas de micronutrientes, pero cuando las cocinamos se pierde una parte por el efecto del calor. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con la vitamina C: un nutriente clave para la salud, pero que se reduce drásticamente al cocinar los alimentos que la contienen.
La reina indiscutible de las ensaladas es la lechuga, una verdura de hoja verde que no falta en cualquier compra semanal. Este alimento tiene un valor energético muy bajo porque sólo contiene unas 17 kilocalorías por cada 100 gramos, según la Fundación Española de la Nutrición (FEN). Esto se debe a que más del 95% de su composición está formada por agua y, por eso, puede ser más interesante hacer ensaladas con espinacas.
Lechugas en casa
De todas formas, muchos consumidores también eligen la lechuga porque prefieren tanto su sabor como su textura. Lo más importante a la hora de escoger una lechuga es optar por aquellas que tienen un color más verde, esto significa que tienen más nutrientes. Esta es la razón por la que la lechuga iceberg es considerada como la menos nutritiva y los expertos recomiendan en mayor medida la romana.
Conservar cualquiera de estas lechugas no es difícil: simplemente las colocamos en la nevera donde aguantan varios días. Sin embargo, es habitual que antes de consumirlas quitemos varias capas de hojas que se han vuelto blandas o, incluso, sus bordes se han puesto negros. En este aspecto sí que podemos mejorar su conservación utilizando algunos trucos. De esta manera, tendremos lechuga fresca y crujiente durante más días.
Uno de los aspectos más importante a la hora de guardar una lechuga es el grado de humedad a la que está expuesta. Es posible que al comprar una lechuga hayas observado que en sus partes más blancas aparecen pequeñas manchas rojizas. Están provocadas por el óxido y se deben a que los distribuidores las conservan a un nivel de humedad superior al necesario. Eso sí, estas pequeñas marcas son completamente inofensivas.
Grado de humedad
Si bien los productores suelen pasarse de humedad, nosotros solemos quedarnos cortos cuando las llevamos a casa. Esta es la razón por la que las hojas de la lechuga se ponen blandas antes de tiempo y sus bordes ennegrecen; es decir, se están marchitando. En este estado, las lechugas son más propensas a la invasión de microorganismos que las echen a perder. Mantener su hidratación es, por tanto, un aspecto clave.
Según Consumer, el blog sobre alimentación de los supermercados Eroski, una de las mejores maneras de mantener la humedad de las lechugas es envolverlas con papel humedecido y refrigerarlas de esta manera. Este método "permite que se absorba el exceso de agua sin que las hojas lleguen a deshidratarse". Además, lo mejor es lavar las hojas cuando se vayan a consumir y no antes de almacenar la lechuga.
El espacio perfecto dentro de la nevera para conservar la lechuga son los cajones que suele haber en los estantes inferiores. Esta es la zona más conveniente para que las lechugas se mantengan en buen estado porque es una de las menos frías de este electrodoméstico. La lechuga es una buena fuente de vitamina C —una ración proporciona el 15% de la cantidad diaria recomendada de este nutriente— y de folatos.