El café es una de las bebidas más consumidas en todo el mundo. Solo en España se calcula que se consumen 14.000 millones de tazas de café cada año. Teóricamente, se trata de una bebida estimulante y, precisamente, ese es el objetivo buscado por la mayoría de los consumidores (con permiso de aquellos que lo consumen por puro hedonismo): mantener la vigilia y evitar la somnolencia.
Sin embargo, la cafeína es una sustancia que no afecta por igual a todo el mundo. Si bien es cierto que su potencial principal es la estimulación cognitiva, no todo el mundo reacciona igual a su consumo, ya sea por hábitos previos o incluso por genética. Recientemente, el periodísta Wudan Yan ha intentado explicar esta paradoja en el prestigioso medio The New York Times.
Yan ha contactado con diversos expertos en busca de una explicación. Según el periodista, el letargo, el azúcar o glucemia sanguíneos y la deshidratación serían las bases para explicar el fenómeno.
Un efecto paradójico
Según Mark Stein, profesor del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Washington, a corto plazo, la cafeína sí ayuda a mejorar tanto la atención como el estado de alerta. Sin embargo, a largo plazo, el efecto acumulativo de la cafeína puede dar lugar justo a un efecto contrario: adormecer a su consumidor.
Los investigadores sugerirían que la paradoja del café, o de la cafeína en este caso, se deberían a la denominada "presión del sueño", la cual aumenta la somnolencia que se siente a medida que avanza el día. Desde que despertamos, el reloj biológico humano va aumentando esta presión, con el objetivo de que sintamos sueño durante la tarde y noche, y se reinicie el ciclo.
Actualmente aún se está estudiando cómo se acumula la presión del sueño en el organismo humano a lo largo del día. Se sabe que las células y los tejidos usan y queman energía en forma de adenosin trifosfato o ATP. A medida que se usa esta molécula y que se gasta energía, las células generan una sustancia llamada adenosina como subproducto, y dicha adenosina se une a los receptores cerebrales, causando somnolencia.
La cafeína se parece químicamente a la adenosina, y a nivel molecular es capaz de ocupar los sitios de unión de dicha adenosina, evitando así que esta se una y cause la mencionada somnolencia. En otras palabras, el consumo de cafeína suprimiría temporalmente la presión del sueño, evitando que la adenosina lleve a cabo su función. Pero la adenosina se sigue acumulando en el organismo, sin unirse a sus receptores cerebrales.
Dormir es la solución
Así pues, cuando desaparece el efecto de la cafeína, la presión del sueño aumentaría de forma significativa, según los expertos como Seth Blackshaw, neurocientífico de la Universidad Johns Hopkins y especialista en sueño. De hecho, según Blackshaw, la única forma de reestablecer los niveles respecto a la presión del sueño sería dormir. Pero no dormimos.
Lo que suele hacer el ser humano es intentar paliar la somnolencia con más cafeína, dando lugar a mayor presión del sueño, a la vez que se crea más tolerancia a la cafeína: el hígado se adaptaría y produciría proteínas capaces de descomponer la cafeína más rápido, y el cerebro se adaptaría multiplicando los receptores de adenosina para poder seguir siendo sensibles a la misma y seguir regulando correctamente el ciclo del sueño.
En última instancia, el consumo continuado o un aumento del consumo de cafeína tendría un impacto negativo en el sueño, provocando un cansancio como efecto rebote. Y, si se duerme menos, aumenta el estrés, que provoca un aumento del consumo de cafeína en muchos individuos. A corto plazo, la cafeína soluciona algunos problemas; pero a largo plazo, la cafeína podría ser problemática, según expertos como Stein.
Cafeína, azúcar y deshidratación
Por otro lado, otros investigadores como Christina Pierpaoli Parker, de la Universidad de Alabama en Birmingham, explican que la cafeína también es capaz de provocar picos de azúcar en sangre e incluso deshidratación, provocando así mayor sensación de cansancio. Según algunos trabajos, esto no sucedería en todo el mundo, y también dependería de los hábitos de estilo de vida y la genética.
En estos casos, tanto si se detectan estos picos de glucemia o deshidratación, o se nota cansancio como "efecto rebote" del consumo del café, los expertos proponen reducir su consumo, e incluso evitar beber algunos días o dejarlo totalmente varios días para reducir los niveles de cafeína sanguíneos y, posteriormente, volver a agregarlo de forma gradual.
Los expertos opinan que el consumo de café no debería verse como una necesidad, sino como algo útil y placentero, que en momentos puntuales sirva para dar un impulso de energía. De nuevo, insistimos, de forma puntual: buscar este impulso de forma diaria y crónica puede no ser lo más adecuado a largo plazo.
Por otro lado, para finalizar, los mismos expertos sugieren que, si el consumo de café ya no da los impulsos de energía esperados, lo más aconsejable es llevar a cabo alguna siesta, intentar mejorar los hábitos del sueño en general, hacer ejercicio o aumentar la exposición a luz natural. Todos estos hábitos de estilo de vida se han relacionado con mayores niveles de energía, sin echar mano siempre del café.