En sus obras, Lovecraft plasmó todo tipo de horrores cósmicos pero lo que no se esperaba es que, en un futuro, uno de ellos se escondería entre las estanterías de los supermercados, con forma de empanada. Es verdad que son cómodas porque es un preparado listo para consumir, que ahorra todo el tiempo de elaboración del relleno, de la masa y el cocinado, pero las empanadas de supermercado presentan dos problemas que las impide ser saludables, las harinas refinadas y el método de preparación.

Por ejemplo, harinas como la de trigo, son sometidas a un proceso industrial en el que se eliminan elementos beneficiosos que tiene la harina de grano entero o integral, formada por el endospermo, similar al almidón que además contiene proteína; el germen, que es la parte más pequeña y contiene ácidos grasos esenciales, vitaminas del tipo B, vitamina E, potasio, magnesio, zinc y manganeso; y el salvado, es decir, la cáscara, que contiene fibra, hierro y más vitaminas B. Suele dejarse sólo el primero, obteniendo así un ingrediente más digerible pero menos nutritivo. La harina resultante tiene mucha menos fibra, vitaminas como las del grupo B, minerales y proteínas.

El problema de perder fibra, en concreto, es que se convierte en un alimento con un alto índice glucémico, es decir, que provoca un incremento de los niveles de glucosa en sangre y, posteriormente, de insulina en sangre, aumentando el riesgo de sufrir diabetes, accidentes cardiovasculares y aumento de peso. Además, este ingrediente aumenta la densidad calórica del preparado completo, es decir, que aumenta la cantidad de comida que se ingiere respecto a las calorías que aporta. De estos alimentos se suele decir que tienen calorías vacías.

De igual modo, al contener menos fibra es menos saciante, siendo un problema sobre todo durante las dietas de pérdida de peso o para las personas con obesidad, ya que provocaría un superávit calórico. La razón es que la fibra es el macronutriente que más tiempo tarda en digerirse, por eso aporta esa sensación de saciedad durante más tiempo.

Además, el consumo en exceso de alimentos elaborados con harinas refinadas provoca estreñimiento, distensión abdominal y un aumento de peso que puede derivar en un síndrome metabólico que incremente la posibilidad de padecer diabetes tipo 2 e incluso cáncer.

Asimismo, estas harinas pueden venir cargadas de aditivos, por ejemplo, al recibir un procesado industrial en el que se usan gases, cloro o peróxidos, que ayudan a la decoloración de los pigmentos del grano. También, en ocasiones se añaden agentes oxidantes o alfa-amilasas para aumentar su volumen.

De igual modo, en muchas ocasiones, a estas harinas refinadas se les añaden aditivos para potenciar el sabor o conservantes, como por ejemplo soja, sal, emulsionantes, aceites (con grasas trans) o jarabe de maíz, que es rico en fructosa.

Se metaboliza como el azúcar

Aunque el origen de la harina refinada y el azúcar sea distinto, el cuerpo puede percibirlas de forma similar, ya que ambas son carbohidratos refinados, y reacciona hormonalmente, con el aumento de glucosa en sangre. Compartiendo así un procesamiento similar en el organismo, tanto metabólico como digestivo.

Este incremento viene acompañado de un pico a la inversa, un déficit repentino de glucosa al que le acompaña la sensación de cansancio. Igualmente, los alimentos con aporte de calorías vacías están relacionados con una mayor liberación de neurotransmisores como la serotonina, relacionada con el sueño.

Un análisis, difundido a través del 'British Medical Journal' y llevado a cabo en 21 países desde 2009, ha revelado que comer cereales refinados a diario aumenta la mortalidad. En concreto, comer más de siete porciones de granos refinados por día se asoció con un 27% más de riesgo de muerte prematura, un 33% más de enfermedad cardiaca y un 47% más de accidente cerebrovascular.

Otro de los problemas que presentan las empanadas de supermercado es su elaboración. Para obtener ese aspecto dorado y crujiente, "normalmente se fríen en aceite a muy altas temperaturas, lo que las hace más calóricas y menos saludables", según explica a EL ESPAÑOL María del Mar Silva, nutricionista licenciada también en Farmacia, especialista en nutrición clínica. La recomendación para aprender a identificar el tipo de harina con el que está elaborada la empanada en el supermercado es fijarse siempre en las etiquetas. Si pone harina de trigo, pero en ningún lado especifica o aparece la palabra integral, es harina de trigo refinada.

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