Los efectos sobre nuestra salud de la microbiota, la comunidad de microorganismos que habita en nuestro tracto gastrointestinal, puede manifestarse de maneras insospechadas e inquietantes. Imaginemos que tenemos un antojo constante de comidas dulces o ricas en hidratos; que nos sentimos sin energía, deprimidos con dolor articular y extremidades siempre frías; que sufrimos irritabilidad, cambios de humor, un moqueo constante, y ya no soportamos los olores fuertes. Todo este ramillete de síntomas puede indicar que nuestros intestinos alojan a un huésped indeseado: la Candida albicans.
Se trata de un hongo que, tal y cómo explica la experta en nutrición Ángela Quintas en su último libro, ¿Por qué me duele la tripa? [Planeta], no es solo un residente habitual del vecindario de nuestro organismo, sino que cumple funciones indispensables. Las levaduras denominadas cándidas habitan en mucosas como las intestinales, en donde ayudan a la absorción de nutrientes, o las genitales, desde las que combaten las infecciones por microorganismo patógenos y ayudan a regular el pH. Si proliferan demasiado, sin embargo, llegan a colonizar regiones más allá de su territorio.
Se produce entonces la candidiasis que, según explica Quintas, es mucho más difícil de diagnosticar cuando se da en el intestino, aunque provoque efectos orgánicos más perturbadores. Efectivamente, las infecciones por cándida de tipo vaginal o bucal son más sencillas de detectar por la presencia de picor y la aparición de manchas blancas -el famoso muguete que pueden sufrir en la lengua los bebés lactantes. En esos casos se tratan con antimicóticos y antifúngicos locales. Pero en el caso gástrico, serán indispensables análisis y cultivos para confirmar el caso.
La candidiasis puede aparecer cuando nuestro sistema inmune se encuentra debilitado o suprimido, pero también puede favorecerla una dieta rica en azúcares e hidratos de carbono refinados: esto dará lugar al ciclo vicioso en el que alimentamos a las cándidas con dulces y alimentos procesados, y estás nos impulsan a desearlos más y más. Los medicamentos también tienen un efecto directo sobre la microbiota: particularmente los antibióticos, que Quintas recomienda acompañar con la inclusión de alimentos probióticos en la dieta que ayuden a repoblar con bacterias beneficiosas.
Hablar de medicaciones para la salud gastrointestinal, sin embargo, nos lleva de forma inevitable a hablar del omeprazol, un protector estomacal del que a menudo se abusa en España. Incluso cuando ha sido recetado para tratar otras infecciones como la producida por Helicobacter pylori, o para problemas como el reflujo gástrico, los fármacos inhibidores de la bomba de protones no deben ser consumidos de forma continuada. Al reducir la cantidad de ácido producido por el estómago, acaban facilitando la reproducción de elementos dañinos como las cándidas.
¿Cuál es la solución entonces? "Para tratar la candidiasis tomaremos tres medidas", explica la experta. "Establecer una dieta baja en azúcares, hidratos de carbono simples y levaduras; utilizar sustancias antimicóticas, como el ácido caprílico y el aceite de orégano; y reparar la microbiota con cepas probióticas y con reparadores de la membrana". Los antifúngicos deberán combinarse con esta alimentación que prive a las levaduras de su combustible, o de lo contrario podrán llega a volverse resistentes. Y los primeros días seguramente impliquen un empeoramiento de los síntomas antes de mejorar: "A su manera, las cándidas protestan porque tienen hambre".
Esta dieta verá eliminados todos los productos con azúcares añadidos, pero también los que contengan levaduras, estén fermentados -del vinagre al té- o sean ricos en carbohidratos. Incluso los azúcares sanos de las frutas y los hidratos saludables de las setas y boniatos estarán vetados durante unos seis meses, así como los lácteos. Según recuerda Quintas, los nutrientes que podríamos perder al renunciar a ellos se compensarían con otros alimentos como el pescado azul, las legumbres o las verduras de hoja verde ricas en calcio.
La siguiente fase, de unos cuatro meses de duración, verá la reintroducción de frutas de baja glucemia y lácteos con poca lactosa, principalmente los de cabra y oveja. La patata, por otra parte, debería ser consumida fría, para que los almidones que contiene sean más difíciles de absorber, evitando el pico glucémico. Finalmente, el alcohol tendrá que apartarse, porque la levadura ya fabrica uno, el acetaldehído. Este compuesto está detrás del fenómeno que lleva a algunos pacientes a sufrir resaca sin haber bebido o a alegar un contenido de alcohol en sangre perpetuo.