En la actualidad, hay un extenso debate sobre el consumo de carne: si se debería de reducir, las macrogranjas, diferencias entre carne blanca y roja... Hasta el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha tomado parte en este debate cuando se manifestó tras unas declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, que está en la línea de reducir el consumo de carne. Concretamente, las palabras del dirigente fueron: "A mí, donde me pongan un chuletón al punto; eso es imbatible”.
Sánchez no especificó a qué tipo de chuletón se refería, pero, de ser de carne roja, hay algunas cosas que se deben puntualizar y que puede que muchos consumidores desconozcan. También existen alternativas a ésta, como la carne blanca, rica en proteínas y baja en grasa. Es cierto que aportan menos hierro al organismo respecto al consumo de carne roja, pero las proteínas que aporta son de un mayor valor biológico.
La carne roja, como el buey o el cordero, contiene grasas saturadas, que no son beneficiosas para el organismo. "Prescindir de carne con alto contenido graso, facilitará el vaciado gástrico y eliminará la sensación de pesadez, habitual durante las barbacoas", señala Candelaria Soulas, especialista en nutrición clínica y nutrición deportiva.
Las proteínas de origen animal, al tener un proceso digestivo diferente al de las de origen vegetal, quedan retenidas durante más tiempo. Entonces, los residuos se empiezan a liberar por los poros de la piel, provocando, entre otras cosas, la aparición de acné y espinillas. Además, estudios como el realizado por investigadores de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, relacionan el consumo de carne con enfermedades degenerativas.
Además de su contenido de ácidos grasos saturados y colesterol, junto a la oxidación lipídica que tiene lugar durante su producción, almacenamiento, digestión y metabolización; puede causar alteraciones en el organismo, lo que contribuye a la oxidación corporal si se consume carne roja de forma usual.
Menos grasa, mayor valor nutricional
Al no tener grasas saturadas, no contribuyen a subir el colesterol, además de ser más fáciles de digerir que la roja, lo que facilita el tránsito intestinal, previniendo el estreñimiento.
En comparación a la de cerdo o ternera, la carne blanca tiene un nivel más bajo de colesterol y, además, es una fuente importante de vitamina B3, que ayuda a algunas enzimas a funcionar correctamente y mantener la piel, los nervios y el aparato digestivo saludables. Al igual que de B6, vital para el desarrollo y mantenimiento cerebral, nervioso e inmunitario; y B12, que ayuda a conservar sanas las neuronas y los glóbulos sanguíneos.
Más minerales que la carne roja
Una ración aporta alrededor de tres veces la cantidad necesaria de B12, el 100% de la cantidad diaria recomendada de B3 y el 40% de B6. Teniendo en cuenta que los pacientes recetados con protectores gástricos, como el omeprazol, presentan un déficit de B12, esta carne es ideal para cubrir ese déficit. De igual modo, es baja en sodio, haciéndola perfecta para hipertensos, también es fácil de digerir.
La carne blanca es rica en selenio, implicado en la función reproductora, la glándula tiroidea, la producción de ADN y contra las infecciones de agentes externos. También contiene fósforo, indispensable para la formación y mantenimiento de dientes y huesos; y potasio, que contribuye al mantenimiento de los nervios, de la contracción muscular y del ritmo cardiaco.
La carne de perdiz aporta 106 kilocalorías por cada 100 gramos, dos de grasa y 23 de proteínas que incluyen aminoácidos esenciales, por lo que con una ración de 200 gramos casi se alcanzaría la cantidad de proteínas recomendadas diarias. Por eso, las dietas que incluyen esta carne están especialmente pensadas para personas que quieran adelgazar o ganar músculo.
Carne de caza
Se considera carne de caza la que procede de animales que se han criado en la naturaleza y que se alimentan de lo que tienen al alcance, es decir, plantas, bayas y pastos, como en el caso de las perdices. Además, como estos animales se mueven constantemente y tienen una dieta variada, su carne contiene menos grasa y favorece que su musculatura sea menos fibrosa. "Las piezas de estas aves no suelen contener aditivos que se emplean con regularidad en los animales criados de forma extensiva y en granjas", explica José Gallardo, nutricionista especializado en obesidad y sobrepeso.
No obstante, hay que matizar que, a pesar de que muchos cazadores deciden consumir sus propias piezas, al no conocer dónde ha estado el animal y lo que ha ingerido, se podría llegar a consumir carne contaminada, por lo que es mejor adquirir siempre carne que haya pasado algún control de sanidad. De esta forma, queda garantizada que está libre de cualquier enfermedad.