Dentro del organismo, en los intestinos, proliferan y residen unos 100 billones de bacterias, que son parte importante de una de las funciones vitales de los seres vivos: la alimentación. Durante la digestión, éstas colaboran en la descomposición de los alimentos, favorecen la síntesis de compuestos, como las vitaminas; facilitan la absorción del calcio y el hierro, evitan la implantación de bacterias patógenas externas que puedan ser perjudiciales y fortalecen el sistema inmunológico.
"La microbiota intestinal desempeña dos funciones vitales: ayudar a regular el suministro de energía y protegernos de 'intrusos' (virus y bacterias que generan enfermedades). El 70% de nuestras células inmunes y más de 100 millones de neuronas conectadas con el cerebro viven en nuestro intestino", explica la plataforma Gut Microbiota & Health, lanzada en 2012 por la sección Microbiota Intestinal y Salud de la Sociedad Europea de Neurogastroenterología y Motilidad.
A pesar de ser imperceptibles para el ojo humano, si las reuniéramos todas en un mismo lugar, llegarían a pesar un kilo. Entre estas bacterias hay mucha diversidad, hasta 1.000 especies diferentes, por lo que es fundamental mantener un equilibrio para evitar que colonicen zonas que no les correspondan.
Por ejemplo, el Proyecto Microbioma Humano, puesto en marcha en 2008 por los institutos nacionales de la Salud de Estados Unidos, tuvo como objetivo identificar y caracterizar las diferentes comunidades microbianas presentes en las distintas cavidades del cuerpo humano. Buscaban, además, relación entre los cambios en el microbioma y las enfermedades.
Hay que señalar que la microbiota no es exclusiva del sistema digestivo. Se encuentra también en las membranas y mucosas de otros órganos, como los pulmones, en los que un desequilibrio puede influir en el desarrollo de dolencias como el asma, según algunos estudios. En el caso de las afecciones relacionadas con las alteraciones de la microbiota digestiva, investigaciones como la llevada a cabo por la doctora en farmacia y profesora e investigadora del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del CSIC, Yolanda Sanz, demostraron la relación entre la microflora intestinal y la enfermedad celíaca, una dolencia de carácter autoinmune que provoca intolerancia al gluten.
Sin llegar a padecer una de estas enfermedades, existen algunos síntomas que pueden ser un indicativo de que tu flora intestinal está dañada o alterada, como diarreas estivales, intoxicaciones alimentarias o estreñimiento. Tener gases o sensación de hinchazón de forma habitual después de comer puede ser un signo de alarma, además de deposiciones con un olor especialmente fuerte y desagradable. No obstante, hay otros síntomas mucho menos llamativos y que podemos no asociar con este problema. Presta atención a estas cuatro alertas:
Mal aliento
Es cierto que muchas de las causas del mal aliento se encuentran en algunos alimentos o hábitos, como la mala higiene bucal, aunque también puede haber un origen gástrico. Desde el punto de vista digestivo, la principal causa de la halitosis o el mal aliento es la infección gástrica por la bacteria Helicobacter pylori, que genera en la mucosa gástrica un gas, llamado ureada, que se excreta por los pulmones, provocando este problema.
También puede aparecer potenciado por la dieta y las putrefacciones que tienen lugar en el intestino. Se puede combatir esta alteración tomando periódicamente probióticos, que favorecen el equilibrio en la flora intestinal y refuerzan el sistema inmune.
Como consejo, en el caso de que el mal aliento venga propiciado por la ingesta de alimentos como la coliflor, el repollo, el brócoli, la lechuga o las legumbres ricas en celulosa, es recomendable la ingesta de neutralizantes, como el hinojo.
Consumo excesivo de azúcar
Tu cuerpo puede estar demandando más azúcar porque tiene la microbiota dañada. Esto es porque la flora intestinal necesita azúcar, entre otros nutrientes, para alimentarse. Además, un consumo elevado de alimentos procesados, productos animales, alcohol y azúcar está relacionado con un microbioma intestinal que favorece la inflamación, según un estudio publicado en la revista científica Gut. Sin embargo, una dieta rica en alimentos de origen vegetal aparece vinculada con un microbioma intestinal que tiene el efecto contrario.
Debilitación del sistema inmune
El equilibrio de este ecosistema afecta también a la inmunidad, por lo que el desequilibrio está implicado en un número creciente de afecciones inflamatorias, desde la diabetes a la artritis, pasando por las enfermedades cardíacas y el lupus eritematoso sistémico, según señala la investigación citada.
Problemas de sueño
El problema para conciliar el sueño es otra de las repercusiones que puede tener la flora intestinal dañada. Varios estudios revelan que el sueño está influido por el estado de esta colonia de bacterias y que ambos interactúan. Es decir, una microbiota pobre en diversidad o poco numerosa reduce significativamente la duración y calidad del sueño.
Asimismo, la alteración de los ritmos cardíacos y los ciclos de sueño modifican la microbiota intestinal. Este desequilibrio produce afecciones metabólicas, como la disminución en la sensibilidad a la insulina de casi hasta un 20%, lo que reafirma la posible relación con los problemas de sobrepeso y obesidad.
En la relación sueño y bacterias intestinales, la clave está en el butirato y su relevancia en el control y mantenimiento de un proceso de sueño sano. Este ácido graso es producido por algunos géneros de bacterias pertenecientes a la microbiota que se encuentra en el organismo y puede provocar señales que inducen al sueño.