No hay salsa más recurrente en la cocina que la salsa de tomate. Polivalente a más no poder, casa con pasta, carnes o pescado, para una receta rápida o para platos elaborados, es todo un todoterreno. Sin embargo, a pesar de la confusión, existen claras diferencias entre la salsa de tomate frito que puedes encontrar en el súper y la que elaboras en casa, ya que hasta 200 calorías pueden separar una de la otra.
Además, para preparar salsa de tomate casera no hace falta comenzar desde los tomates enteros, ya que se puede utilizar como base el tomate triturado que venden en el súper. "En muchas ocasiones, el propio marketing del tomate frito industrial induce al error, sin embargo, es un producto muy diferente al tomate triturado de bote. Siendo este último bastante más saludable", explica José Gallardo, nutricionista especialista en obesidad.
Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el tomate triturado del súper sólo tiene algunos ingredientes de diferencia con el tomate natural, como la sal y el ácido cítrico.
Por otro lado, en el caso del tomate frito, hay un porcentaje de máximos y mínimos de ingredientes marcados por el Real Decreto 858/1984. Dado que esta normativa marca como mínimo un 25% de tomate, muchas marcas se lo toman al pie de la letra y sólo un cuarto de su contenido es tomate, siendo el resto ácido cítrico, aceite, azúcar, sal, ajo, cebolla y a veces aroma, jarabe de glucosa, y almidón de maíz.
Es decir, mientras que una lata de tomate frito tiene un 25% de tomate, una de tomate triturado lleva hasta en un 99,5%, lo que es una clara diferencia.
Evita intoxicaciones
Una vez hecha la salsa, se puede conservar en el frigorífico, pero no hay que olvidar que tanto el bote de tomate triturado como la propia salsa casera, son productos que ya no están conservados bajo una atmósfera protectora, es decir, pueden provocar una intoxicación alimenticia si no se tiene cierto cuidado.
Tanto las salsas como el tomate triturado, duran, una vez abiertos, de tres a cinco días en la nevera sin problema (el fabricante lo indica en el envase). Sin embargo, pasado ese tiempo, aunque el producto parezca comestible y no desprenda mal olor, se recomienda tirar, ya que existen algunos patógenos y hongos imperceptibles para la vista y el olfato humanos. Estos podrían llegar a producir una intoxicación alimentaria e, incluso, provocar dolencias durante hasta seis semanas después de haber consumido la salsa de tomate en mal estado.
También está desaconsejado dejar la salsa o el bote varias horas a temperatura ambiente. Lo ideal es cerrarlo y meter el envase en la nevera una vez servido.
Teniendo en cuenta que el verano es el mejor momento para elaborar salsa de tomate casera, ya que el fruto está en su momento óptimo, en su temporada, el riesgo de exponer la salsa a temperatura ambiente se incrementa ya que las altas temperaturas corrompen el alimento a mayor velocidad.
Otro aspecto a tener en cuenta es la contaminación cruzada, usando siempre la misma cuchara para servir la salsa, con especial cuidado de utilizar un cubierto que haya sido ya usado para comer, o chupar los laterales del envase.
Según la OCU, antes de conservar el tomate casero, hay que asegurarse de que el bote esté limpio, seco y que tenga tapa. Si está esterilizado, mejor. Para llevar a cabo este proceso, es tan sencillo como meter el envase cerrado dentro de una olla a presión, cubrirla hasta la mitad de los tarros y, cuando empiece a sonar la válvula, bajar el fuego y dejarlo 20 minutos. Como consejo extra, siempre que se vayan a conservar alimentos en la nevera o en el congelador, utiliza una etiqueta para indicar la fecha en la que se preparó.