Los palitos de merluza son uno de los productos ultracongelados más consumidos. Muchas madres los incluyen varias veces por semana en el menú de sus hijos porque es la única forma de que coman algo de pescado. ¿Cuál es el problema?
Estos contienen un 35% de merluza y el 65% restante de harina de trigo, aceite de girasol, almidón de trigo, levadura, sal, almidón modificado de maíz, azúcar, albúmina de huevo, gasificantes (difosfatos y carbonatos de sodio) y espesantes como la goma guar y el funesto carragenano, según afirma José Luis Cidón Madrigal, médico cirujano por la Universidad de Salamanca, y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Politécnica de Madrid.
"Que cada cuál saque sus conclusiones. Todos los productos a base de pescado procesado tienen como denominador común un alto contenido en glutamato monosódico y espesantes como el carragenano, la goma tragacanto, la goma guar y la goma xantana; aditivos alimentarios que resultan especialmente perjudiciales para el tracto digestivo y el sistema nervioso, especialmente en el caso de los niños", sostiene el doctor.
Pone el ejemplo también de las cápsulas de café, y dice que en su mayoría están hechas de aluminio: "La temperatura a la que se somete la cápsula hace que parte del aluminio que contienen pase al café. Las cápsulas de plástico pueden contener Bisfenol A y en el café están presentes al menos dos factores de riesgo: su acidez puede reaccionar con los componentes del empaque, y el uso de agua caliente a una elevada presión (hasta 20 bares) incrementa la filtración de residuos plásticos en el café. El aluminio se relaciona con la enfermedad de Alzheimer. El café ha sido identificado como la principal fuente de exposición al furano, un posible carcinógeno según la Agencia Internacional de Investigación sobre el cáncer".
Tóxicos intencionales
Y, qué son los aditivos alimentarios, ¿cómo identificarlos? El también profesor de la Universidad de Alcalá explica que se trata de "aquellas sustancias o compuestos no nutritivos que se adicionan directamente a todo producto alimenticio industrializado durante su elaboración, con el propósito de proporcionar estabilidad fisicoquímica al alimento, mejorar las características organolépticas y en muchos casos alargar la vida del alimento".
Según destaca Cidón Madrigal, los aditivos alimentarios constituyen "tóxicos intencionales", pues se adicionan a los alimentos para lograr un objetivo tecnológico o una propiedad funcional (lo cual constituye la base para su clasificación).
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Es más, sostiene que bajo esta denominación también se agrupan diversas sustancias o compuestos químicos que, al ser agregados durante la elaboración de los alimentos, ejercen distintos efectos en el procesamiento, o resaltan alguna cualidad sensorial en el consumidor, ejemplo de ellos se encuentran los colorantes, saborizantes, espesantes, coadyuvantes, intensificadores de sabor, compuestos bacteriostáticos y/o bactericidas (conservantes), entre otros.
A la hora de identificarlos este especialista indica que el sistema de números E se utiliza como una manera práctica y sencilla de etiquetar los aditivos autorizados en todos los idiomas de la UE: "El hecho de que un aditivo tenga un número E asignado otorga la garantía de que este ha pasado los controles de seguridad y que ha sido aprobado para su uso en la UE. La clasificación general de los números E, según sus funciones, es para los colorantes (E-100 y E-199), conservantes (E-200 y E-299), Antioxidantes y reguladores acidez (E-300 y E-399); estabilizantes y emulgentes (E-400 y E-499); reguladores del pH y antiaglutinantes (E-500 y E-599); potenciadores del sabor (E-600 y E-699); vários (E-900 y E-999).
Efecto retardado
¿Son malos para nuestra salud? Este médico avisa, en este sentido, de que así como los medicamentos advierten sobre las contraindicaciones o efectos secundarios, los productos con aditivos alimentarios no especifican nada sobre los posibles efectos secundarios para la salud. "En realidad el consumo de aditivos ha existido siempre, pero no en la forma masiva y agresiva con la que se utilizan actualmente", alerta.
Subraya este experto que "jamás" han tenido una función nutricional e insiste en la idea de que simplemente son usados por sus ventajas comerciales: "Y es de resaltar que nuestro organismo no está generalmente preparado para poder metabolizar estas sustancias químicas, tan desconocidas por la naturaleza. Hoy día, nos enfrentamos a un maremágnum de sustancias extrañas, cuando no dañinas para nuestro organismo, que pueden generar un gran número de reacciones químicas imprevistas, además de desconocerse sus posibles efectos secundarios".
Por ejemplo, este especialista cita que la epidemia de las vacas locas es tan sólo la última manifestación de un modelo alimentario, que se exterioriza en el caso de los pollos contaminados por dioxinas, o en el del aceite de oliva con benzopirenos. "El uso generalizado de antibióticos y hormonas en la ganadería industrial, el empleo masivo de plaguicidas, la contaminación por nitratos y los cultivos transgénicos, son actuaciones sobre los alimentos que perjudican la salud y degradan el medio ambiente, haciéndose cada vez más acuciante la necesaria transición hacia una agricultura ecológica", agrega.
Con ello, Cidón mantiene que el uso generalizado que la industria alimentaria hace de los aditivos le obliga a establecer mecanismos de control que regulen su correcta utilización: "Para que una sustancia sea admitida como aditivo debe estar bien caracterizada químicamente y debe superar los controles toxicológicos establecidos por parte de los correspondientes organismos nacionales e internacionales para comprobar su inocuidad".
Glutamato monosódico
Aquí indica que el aditivo que más se utiliza en la industria alimentaria es el glutamato monosódico (GMS), un potenciador del sabor aprobado sin límite diario para ser añadido a una amplia gama de categorías de alimentos. Al mismo tiempo, apunta que otro de los aditivos peligrosos para la salud serían los agentes gelificantes (hidrocoloides), siendo el más utilizado la carragenina (CGN), una sustancia natural derivada de algas rojas. "Múltiples estudios en modelos animales han demostrado que la CGN, como aditivo alimentario, induce la inflamación y la neoplasia intestinal", agrega.
A su vez, precisa este expero que otro aditivo de uso común es el butilhidroxitolueno (E-321 o BTH), un antioxidante sintético que se utiliza para prevenir la degradación oxidativa de lípidos, y que se asocia con la presencia de asma, alergias, rinitis, urticaria y edemas.
La tartrazina (E-102), un colorante azoico que le confiere a los alimentos y bebidas un tono amarillo, más o menos anaranjado, es un derivado nitroso, conocido por causar reacciones alérgicas, asma y urticaria, y que ha sido investigado por posibles mutagénesis y carcinogénesis, según prosigue.
El caso de la sacarina
Sobre la sacarina este experto avisa de que puede inducir la aparición de cáncer de vejiga en las ratas, así como deterioro cognitivo; por lo que está prohibida en Canadá, un hecho que también se planteó Estados Unidos pero que frenó la industria de la sacarina y los diabéticos, según cuenta.
En España, recuerda que se utiliza en bebidas refrescantes, en yogures edulcorados, y en productos dietéticos para diabéticos, pero dice que no se ha prohibido porque las concentraciones utilizadas en la dieta humana son muy bajas.
Con ello, Cidón destaca que en la actualidad "existe bastante evidencia científica sobre los efectos negativos para la salud humana de algunos aditivos alimentarios, más cuando se consumen en altas dosis y a largo plazo".
A su juicio, y desde un punto de vista eminentemente práctico, aconseja evitar el consumo de aditivos, e intentar elegir siempre productos frescos y naturales no manufacturados; o como mal menor, optar por los alimentos con un menor número de aditivos empleados en su elaboración. "La búsqueda de una alimentación sana no debe aparecer como una excentricidad característica a los excesos de nuestra época, sino una condición de vida que permita alcanzar un estado de salud satisfactorio", sentencia José Luis Cidón Madrigal.