Un mal despertar, sumado con la falta de café por la mañana, siempre ha servido como excusa en España para justificar comportamientos malhumorados. A partir de ahora también podrá utilizarse el hambre como motivo de enfado. Así lo demuestra el primer estudio, publicado en la revista Plos One, que investiga cómo la necesidad de comer afecta a las emociones de las personas en el día a día.
Esta investigación, dirigida por académicos de la Universidad Anglia Ruskin (ARU) del Reino Unido y la Universidad de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner de Austria, ha descubierto que la sensación de hambre realmente puede hacernos estar enfadados. El hambre se asocia con mayores niveles de ira e irritabilidad, así como con menores niveles de placer, según este estudio.
Los investigadores reclutaron a 64 adultos de Europa central, que registraron sus niveles de hambre y bienestar emocional durante un periodo de 21 días, al más puro estilo Samantha Villar en su inmersivo programa de televisión. A los participantes se les pididó que informaran de sus sentimientos y de sus niveles de hambre en una aplicación para móviles cinco veces al día en ocasiones semialeatorias. "Esto nos permitió generar datos longitudinales intensivos de una manera que no es posible con la investigación tradicional basada en el laboratorio", reconoce el autor principal del estudio, Viren Swami, en declaraciones a Europa Press.
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Los resultados demuestran algo que quizás ya sabíamos, pero que no estaba científicamente probado: el hambre está asociada a sentimientos de ira e irritabilidad más intensos, así como a valoraciones de placer más bajas. Para Swami, catedrático de psicología social de la Universidad Anglia Ruskin (ARU), "muchos somos conscientes de que tener hambre puede influir en nuestras emociones, pero sorprendentemente pocas investigaciones científicas se han centrado en el tener hambre".
Comer a deshoras
Las sensaciones que nos deja el hambre en nuestro comportamiento se deben tanto a las fluctuaciones diarias del hambre como a los niveles residuales de apetito a lo largo del periodo de tres semanas que se han estudiado. El enfoque de esta investigación, a diferencia de los estudios de laboratorio, "nos da una imagen mucho más completa de cómo las personas experimentan los resultados emocionales del hambre en su vida cotidiana", concluye Stefan Stieger, profesor de Psicología de la Universidad de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner y autor del trabajo de campo.
La irratibilidad fue la emoción negativa que más se encontró en los participantes, con un 37%. Seguida del 34% de ira que, según el estudio, provoca el hambre. Sin embargo, el disfrutar de una buena comida "vencía" al tener que pasar hambre, ya que el nivel de placer registrado fue el mayor de todos con un 38%.
Aplcar el hambre
El estudio ha requerido un gran esfuerzo, no solo para los participantes, sino también para los investigadores a la hora de diseñarlo, pues "proporcionan un alto grado de generalización en comparación con los estudios de laboratorio". Esto también ha supuesto que, en palabras de Stieger, "el efecto de enfado por hambre no se haya analizado en detalle", al elegir un enfoque de campo en el que se invitó a los participantes a responder a breves encuestas.
Aunque la investigación no se haya centrado en cómo evitar la irratibilidad y la ira que nos provoca el hambre, sí que ofrece una serie de recomendaciones. Una de ellas es que ser capaz de etiquetar una emoción puede ayudar a las personas a regularla. Por ejemplo, reconociendo que nos sentimos enfadados simplemente porque tenemos hambre. Por tanto, una mayor conciencia del hambre que tenemos puede reducir "la probabilidad de emociones y comportamientos en las personas", asegura Stefan Stieger.