Las personas con un Índice de Masa Corporal (IMC) muy bajo son en realidad considerablemente menos activas que aquellas con un IMC en el rango normal, en contra de la idea generalizada de que tienen un metabolismo que los hace naturalmente más activos. Además, comen menos que las personas con un IMC normal, según un nuevo estudio publicado en la revista Cell Metabolism.
Hasta la fecha, la mayoría de las investigaciones sobre la obesidad se han centrado en el estudio de las personas con un índice de masa corporal elevado, pero un grupo de investigación de China está adoptando un enfoque diferente al analizar a individuos con un IMC muy bajo.
"Esperábamos que estas personas fueran realmente activas y que tuvieran un alto índice metabólico de actividad, que se correspondiera con una alta ingesta de alimentos", reconoce el autor correspondiente, John Speakman, profesor de los Institutos de Tecnología Avanzada de Shenzhen (China) y de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido).
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"Resulta que ocurre algo bastante diferente —asegura—. Tenían una menor ingesta de alimentos y una menor actividad, así como unas tasas metabólicas en reposo sorprendentemente más altas de lo esperado, relacionadas con los niveles elevados de sus hormonas tiroideas".
Los investigadores reclutaron a 173 personas con un IMC normal (entre 21,5 y 25) y a 150 que clasificaron como "bajo peso saludable" (con un IMC inferior a 18,5). Utilizaron cuestionarios establecidos para descartar a las personas con trastornos alimentarios, así como a las que decían haber restringido intencionadamente su alimentación y a las que estaban infectadas por el VIH.
También excluyeron a los individuos que habían perdido peso en los últimos seis meses, potencialmente relacionados con una enfermedad o que estaban tomando algún tipo de medicación. No descartaron a los que dijeron que "hacían ejercicio de forma impulsada", pero sólo 4 de 150 dijeron que lo hacían.
Buenos marcadores de salud
Los participantes fueron controlados durante dos semanas. Su ingesta de alimentos se midió con una técnica basada en isótopos denominada método del agua doblemente marcada, que evalúa el gasto energético en función de la diferencia entre las tasas de recambio de hidrógeno y oxígeno en el agua corporal en función de la producción de dióxido de carbono. Su actividad física se midió mediante un detector de movimiento basado en la acelerometría.
Los investigadores descubrieron que, en comparación con un grupo de control con un IMC normal, los individuos sanos con bajo peso consumían un 12% menos de alimentos. También eran considerablemente menos activos, en un 23%. Al mismo tiempo, estos individuos tenían tasas metabólicas en reposo más altas, incluyendo un elevado gasto energético en reposo y una elevada actividad tiroidea.
"Aunque estas personas muy delgadas tenían niveles bajos de actividad, sus marcadores de salud cardíaca, incluidos el colesterol y la presión arterial, eran muy buenos", afirma el primer autor, Sumei Hu, actualmente en la Universidad de Tecnología y Negocios de Pekín. Esto sugiere que la baja grasa corporal puede superar a la actividad física cuando se trata de las consecuencias posteriores".
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El equipo está ampliando ahora su investigación, añadiendo estudios que incluyan estas medidas. También tienen previsto analizar las diferencias genéticas entre individuos con peso normal y con bajo peso saludable.
Los análisis preliminares sugieren la existencia de polimorfismos de un solo nucleótido en determinados genes que podrían desempeñar un papel. Cuando estos cambios genéticos se reprodujeron en ratones, los animales presentaron algunos aspectos del fenotipo que se observó en los sujetos humanos.
"La siguiente etapa consiste en conocer mejor al fenotipo en sí mismo y comprender mejor los mecanismos que lo generan", adelanta Speakman.