Recolectar moras es uno de los rituales favoritos del verano en España. Consiste en no perder ojo de las zarzas que se enredan en los márgenes del camino mientras paseamos por el campo y, si das con una mora negra y reluciente, meter la mano entre las espinas para conseguir el trofeo sin llevarte demasiados arañazos. Es, precisamente, en agosto cuando más moras negras, y por tanto maduras, podemos encontrar después de meses viéndolas de color verde y rojo.
Existen hasta 300 tipos de variedades de moras separadas en dos principales géneros: Morus, que son las que crecen del árbol de la morera, y las Rubus, que son las que crecen en las zarzas. La mora silvestre más típica es la Rubus fructicosus, pero incluso en España se pueden encontrar tipos muy diferentes. Si por algo destacan las moras son por sus colores intensos que se deben, principalmente, a los antocianósidos y a los carotenoides, que tienen poder antioxidante y antiinflamatorio.
Todas las moras tienen en común su efecto antioxidante, su baja cantidad de kilocalorías —debido a que están compuestas mayoritariamente por agua— y su buen aporte de fibra alimentaria. Sin embargo, entre las moras que podemos encontrar en la naturaleza y las que podemos encontrar en los supermercados, existen ciertas diferencias. Cada vez es más frecuente encontrar moras en las tiendas por separado o dentro de packs de frutos del bosque para poner en batidos, yogures o desayunos.
Una fruta muy saludable
La Fundación Española de la Nutrición (FEN), calcula que las moras aportan unas 39 kilocalorías por cada 100 gramos que consumimos. Uno de los aspectos que más llama la atención de esta fruta es que su contenido de energía es muy bajo y su componente mayoritario, después del agua, es la fibra. Según los datos de la FEN, el 6,6% de la composición de las moras está formado por esta sustancia que contribuye a la buena salud intestinal, pero también a la reducción del azúcar y el colesterol en sangre.
Además, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, las moras "también presentan un buen aporte de proteínas, minerales y otros micronutrientes. La más destacada es la vitamina C, pero también contiene ácido fólico y vitamina E. De hecho, según la FEN, una ración de moras cubre el 30% de las ingestas recomendadas de esta vitamina". Estas sustancias, junto con el gran aporte de pigmentos de estas frutas, confieren a las moras efecto antiinflamatorio, antibacteriano y refuerzan el sistema inmunológico.
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En ese mismo artículo se nombra un estudio de la revista científica Nutrients en el que se explica que el consumo de moras es especialmente beneficioso para el cuidado de la piel. En concreto, reduce la hipersensibilidad de la piel por contacto porque evita las irritaciones, las rojeces y las inflamaciones. Si bien las moras silvestres son un manjar y además saludables, sólo podemos disponer de ellas en esta época del año. Durante todo el año, sin embargo, podemos contar con las del súper, pero ¿son iguales?
Moras silvestres
En cuanto a nutrientes, las moras del súper tienen un perfil similar, aunque en otros aspectos sí que presentan diferencias. Uno de ellos es su conservación: las moras silvestres suelen durar poco sin echarse a perder una vez las arrancamos de la zarza. Las que se compran en los supermercados están producidas para durar algo más, pero también pueden encontrarse en bolsas ultracongeladas —generalmente, envasadas junto con otros frutos rojos o frutos del bosque— que tienen una duración muy prolongada y que mantiene los beneficios de estas frutas.
Además, las moras silvestres tienen un sabor más potente y ácido que las que se compran en los supermercados. El doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Miguel Ángel Lurueña, explica en este artículo de El País que las moras del supermercado resultan más insípidas que las que encontramos en la naturaleza porque son cultivadas lejos de aquí —generalmente, en California— y son variedades más productivas y grandes, pero con menos sabor.