Aunque los edulcorantes no calóricos han alcanzado sus mayores cotas de consumo en los últimos años, la realidad es que se empezaron a usar a finales del siglo XIX, prometiendo un sabor dulce similar o superior al del azúcar, pero sin las calorías que aportaría este. De hecho, durante mucho tiempo se ha pensado que no poseen efectos adversos para el ser humano.
Sin embargo, como ya ha venido sucediendo en algunos estudios previos, recientemente se ha publicado un trabajo en la revista Cell que vuelve a poner el foco en los potenciales efectos nocivos de los edulcorantes: no son inertes, y pueden alterar el microbioma intestinal humano, y la forma en la que respondemos al azúcar.
Ya durante el pasado año 2014, Eran Elinav, autor principal del actual estudio, inmunólogo e investigador del microbioma en el Instituto Weizmann de Ciencias y el Centro Nacional del Cáncer de Alemania (DKFZ), descubrió junto a su equipo que los edulcorantes no calóricos tienen efectos sobre el microbioma intestinal de los ratones, pudiendo afectar a la respuesta que tienen estos frente al azúcar.
Para vislumbrar si estos efectos también se producían en el ser humano, este equipo analizó a más de 1.300 personas en busca de aquellas que evitan la toma de cualquier edulcorante no calórico, pudiendo identificar a 120 personas. Todos estos participantes se dividieron en seis grupos: dos grupos control y cuatro grupos que ingerieron edulcorantes no calóricos por debajo de las cantidades diarias recomendadas por la FDA, siendo estos edulcorantes aspartamo, sacarina, stevia o sucralosa.
Según comenta el promio Elinav, las personas que suelen consumir edulcorantes poseían un tipo de microbioma cuya composición y función, y cuyas moléculas secretadas a nivel sanguíneo, eran muy diferentes. Esto sugeriría que el microbioma respondería bastante a cada uno de los edulcorantes.
De hecho, cuando analizaron el caso de estas personas que no solían consumir edulcorantes pero se les exponía a ellos, se observó una respuesta clara en dos de ellos: la sacarina y la sucralosa afectarían significativamente a la tolerancia a la glucosa en adultos sanos. Estos cambios en el microbioma estarían muy relacionados con las alteraciones observadas en las respuestas glucémicas de las personas.
Para poder establecer una causalidad, los investigadores transfirieron muestras de microbioma de los participantes del estudio a ratones libres de microorganismos, ratones que se habían criado en condiciones estériles y no poseían microbioma propio: en todos los grupos de ratones que recibieron microbioma tratado con edulcorantes se observó una respuesta alterada frente al azúcar o glucemia, pero no se observaron estas alteraciones en los ratones que recibieron microbiomas control (no expuestos a los edulcorantes).
Además, hubo respuestas dispares: algunos humanos respondían de forma más significativa a los edulcorantes que otros; y dichas respuestas se reproducieron de forma similar en los ratones que recibieron estos microbiomas expuestos a los edulcorantes. Esto implicaría, según Elinav, que los consumidores de edulcorantes pueden llegar a tener respuestas muy personalizadas a los mismos; algunos no verían alterada su tolerancia al azúcar por ejemplo.
Esto se explicaría por el hecho de que cada persona posee una composición única en su microbioma, pero los investigadores sugieren que es necesario crear conciencia sobre el hecho de que los edulcorantes no calóricos no son inertes para el cuerpo humano, y pueden llegar a ser perjudiciales para muchas personas al provocar tolerancia frente al azúcar en mayor o menor medida. Las implicaciones clínicas de estos efectos son desconocidas, y precisarán estudios a largo plazo.
Mientras tanto, Elinav sugiere, en su opinión personal, que beber agua sin azúcar ni edulcorante alguno sería la mejor solución por el momento.