¿Estamos mejorando realmente nuestra forma de comer? Si puntuásemos nuestra adherencia alimentaria hacia las dietas saludables en una escala del 1 al 10, en la que el 'cero' sería una dieta deficiente, rica en azúcares y grasas procesadas, y el 'diez' supondría un equilibrio entre frutas, verduras, legumbres, frutos secos y granos integrales, la mayoría de los países sacarían un cuatro. Eso, siendo generosos.
La adherencia a la dieta saludable en todo el mundo ha mejorado cerca de 1,5 puntos entre 1990 y 2018. O lo que es lo mismo, no estamos comiendo mucho mejor que hace 30 años, según indica un nuevo estudio llevado a cabo por los investigadores de la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas de Nutrición de la Universidad Tufts. Sus resultados se han publicado en la revista Nature Food.
Este estudio supone una de las estimaciones más completas hasta el momento sobre la verdadera calidad de nuestra dieta, y se presenta como el primero que incluye datos tanto de niños como de adultos. Y si bien es cierto que, a nivel global, no se ha mejorado sustancialmente la adherencia a una dieta saludable, las variaciones en algunos países sí fueron notables.
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Es el caso de Estados Unidos, Vietnam, China e Irán en particular, y Tanzania, Nigeria y Japón en menor cuantía, que habrían mejorado en estas tres últimas décadas en comparación a sus valores previos. Eso no implica sin embargo que su alimentación haya alcanzado valores óptimos: algunos siguen en lo más bajo de la tabla.
Victoria Miller, científica visitante de la Universidad McMaster (Canadá) y autora principal del estudio, explica que la ingesta de legumbres, frutos secos y verduras no almidonadas ha mejorado, pero al mismo tiempo ha aumentado el consumo de carne roja y procesada, bebidas azucaradas y sodio con respecto a hace 30 años. Estos nuevos ingredientes contrarrestarían los potenciales beneficios saludables de otros alimentos más recomendables.
Se calcula que, a día de hoy, la mala alimentación es responsable del 26% de las muertes evitables en todo el mundo. Además, aunque se sabe que llevar a cabo una dieta saludable es beneficioso para la salud, aún se desconocen las diferencias en calidad de la dieta según demografía, edad, sexo, educación o proximidad a las áreas urbanas que pueden determinar la calidad de nuestra alimentación.
Por este motivo, Miller y sus colegas revisaron datos de 185 países y más de 1.100 encuestas de la Base de Datos Dietética Global, midiendo patrones alimentarios globales, regionales y nacionales tanto en niños como en adultos. El resultado principal de los investigadores fue la escala de 0 a 100 conocida como Índice Alternativo de Alimentación Saludable, una medida validada para la calidad de la dieta.
A nivel regional, la adherencia media a la dieta saludable variaba desde un mínimo de 30.3 en América Latina y el Caribe hasta un máximo de 45.7 en el sur de Asia. La puntuación media fue de 40.3, que es precisamente la nota de España. Y aunque supera la media europea, está por detrás del resto de países del Mediterráneo. Solo 10 países, que representan menos del 1% de la población mundial, obtuvieron puntuaciones superiores a 50.
Vietnam, Irán, Indonesia e India encabezan la clasificación, mientras que Brasil, México, Estados Unidos y Egipto la cierran. A nivel mundial, las mujeres tenían más probabilidades de seguir las pautas dietéticas recomendadas que los hombres, y los adultos mayores comían más saludable que los adultos más jóvenes.
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Así mismo, destaca Miller, el nivel socioeconómico y educativo tiene importancia: los adultos con mayor nivel de estudios y los niños con padres con mayor nivel académico eran los que llevaban una mejor calidad dietética en general. Como detalle, subraya que la calidad de la dieta era mejor en los niños más pequeños, pero empeoraba a medida que los niños crecían.
Finalmente, como limitaciones del estudio, los autores recuerdan que pueden existir posibles errores de medición en los datos dietéticos, encuestas incompletas en el caso de algunos países, y falta de información sobre el consumo de algunos tipos de nutrientes como las grasas trans.
Aún así, el estudio ofrece puntos de referencia clave a tener en cuenta para llevar a cabo objetivos a largo plazo. En el futuro, los investigadores planean estimar cómo los diferentes aspectos de las dietas deficientes pueden contribuir al riesgo de sufrir determinadas enfermedades en todo el mundo.