La Navidad es un momento del año que pone los pelos de punta a quienes quieren llevar una dieta saludable: se preparan para comer y beber más de la cuenta y, además, han estado todo el mes de diciembre acudiendo a cenas de empresa y de amigos. Por esta razón, cuando hay que planificar el menú de estos días, muchas personas piensan en incluir opciones saludables, deliciosas y que queden bien presentadas. Pero ¡ojo! porque no todos los alimentos que teníamos pensados pueden ser realmente saludables.
Los festines propios de esta época se componen de primeros platos, segundos, postres y, encima, vienen precedidos por aperitivos. Es decir, estas jornadas son un no parar de comer. Si queremos sobrevivir a estas fiestas sintiéndonos bien y cuidando nuestra alimentación, tenemos que tener en cuenta algunas cosas. Aunque las frutas y las verduras son muchas veces excluidas de los menús más festivos, sigue siendo importante contar con el aporte de vitaminas y de fibra durante estas vacaciones.
También los frutos secos, las legumbres y las semillas deberían tener su espacio en esta época en la que se suele abusar de los productos elaborados a base de carnes. La Navidad, además, es una buena época para cocinar en casa, repartiendo las elaboraciones entre quienes vayan a participar. De esta manera, también evitaremos alimentos procesados por la industria alimentaria y que se relacionan con algunas enfermedades. A continuación, cuatro aperitivos de Navidad que parecen saludables, pero no lo son.
Las gulas
Aunque hace algunas décadas era habitual, servir angulas en la cena de Nochebuena se ha convertido ahora en todo un lujo. Por esta razón, la industria alimentaria creó las gulas: unos fideos que imitan a los pequeños pececitos que ahora cuestan un ojo de la cara. Este producto ha tenido mucho éxito y actualmente es todo un clásico de la Navidad. El sabor de este producto ha convencido a los clientes, pero, ¿y su valor nutricional?
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Por desgracia, una angula y una gula no tienen nada que ver en cuanto a nutrientes. El primero es un pescado, sin más ingredientes y con proteínas, grasas saludables, minerales y vitaminas. El segundo es, simplemente, surimi. Sí, la pasta de pescado, proteínas, almidones, aceites refinados y azúcares añadidos que también encontramos en forma de los famosos palitos de cangrejo. Son, por tanto, un ultraprocesado.
El salmón ahumado
Al igual que pasa con las gulas, el salmón ahumado cuenta con una legión de devotos consumidores que lo comen con más frecuencia en Navidad. El salmón es, en realidad, un alimento muy saludable: contiene grasas cardiosaludables —entre las que destaca el celebérrimo omega-3—, proteínas de alta calidad y micronutrientes. Pero es el proceso al que someten a la carne de este pescado lo que empeora su efecto en el organismo.
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Aunque el ahumado comenzó como un tratamiento para conservar la carne animal por más tiempo, el sabor y la textura que confiere le ha dado un valor extra a esta técnica. Sin embargo, este proceso requiere exponer al salmón a una gran cantidad de sal y también al humo. Esto provoca que se generen algunos compuestos como son las aminas, cuyo consumo se ha relacionado en varios estudios con más riesgo de cáncer. Forma parte del grupo de las carnes procesadas.
El embutido
La Navidad es una buena ocasión para gastar algo más de dinero en un embutido más selecto que, además, suelen ser los más saludables. Pero no nos engañemos, el embutido es también una carne procesada y no deberíamos consumirla pensando que tiene un efecto positivo sobre nuestra salud. Además, este es el tipo de alimentos de esta lista que más se consume durante el resto del año y, por tanto, uno de los que, probablemente, abusamos más.
La voz de alerta sobre la relación del cáncer de colon y el consumo habitual de carnes procesadas la dio la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2015. "Se refiere a la carne que se ha transformado a través de la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación", recoge la OMS en su página web. Por desgracia, nuestro amado jamón serrano se incluye en este grupo.
La mayonesa
Si hay algo que es típico de la Navidad es pelar langostinos y remojarlos en un buen pegote de mayonesa. Lo mejor es que la hagamos en nuestra casa, pero ya se sabe que, con las prisas de preparar el resto del menú, terminamos cayendo en la tentación de comprarla de bote. Mientras que en casa sólo utilizamos un huevo, sal, limón y aceite —mejor si es de oliva virgen extra—, la mayonesa del súper lleva menos ingredientes y de peor calidad.
Las mayonesas de bote del supermercado suelen contener aceites de peor calidad que el de oliva y, además, pueden incluir azúcares. En cualquier caso, las comidas y cenas de navidad son muy calóricas y la mayonesa está elaborada en su gran mayoría por aceite. Esto lo convierte en una salsa para mojar demasiado calórica y con una proporción demasiado alta de grasas en su composición. Es decir, que tampoco la de casa nos hará un favor a nuestra salud.