Comer pescado sigue siendo una asignatura pendiente en muchos hogares de España a pesar de que se trata de uno de los alimentos indispensables para completar una alimentación saludable. Por eso, las conservas se perfilan como una alternativa a tener en cuenta a sabiendas de que no deberían sustituir el pescado fresco en ningún caso ni abusar del número de latas que se consumen a la semana por su contenido en mercurio. No obstante, Mercadona ha reinventado una de las más consumidas en España: la de ventresca de bonito.
Fáciles de guardar, listas para comer en cualquier momento, con un sabor que gusta a la gran mayoría ―incluido los niños― y con la suficiente versatilidad como para acompañar casi cualquier ensalada, una pasta o un bocadillo, entre otras muchas opciones. La Ventresca de Bonito del Norte Hacendado en Aceite de Oliva está elaborada por Escurís SL en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) y se puede comprar en los establecimientos de la cadena valenciana, además de en su plataforma online, a 4 euros la lata de producto.
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Entre los ingredientes que figuran en su etiquetado están la ventresca de Bonito del Norte (Atún Blanco - Thunnus alalunga), el aceite de oliva y la sal. Tiene un peso neto de 111 gramos y de 81 gramos escurrida. Si nos vamos al valor nutricional, por su cantidad total de producto aporta 295 calorías, 23 gramos de grasas (3,3 gramos de grasas saturadas), 22 gramos de proteína y 0,73 gramos de sal. Si retiramos el aceite, las proporciones quedan en 235 calorías, 17 gramos de grasas (2,9 gramos de grasas saturadas), 0,6 gramos de hidratos de carbono, 20 gramos de proteína y 1 gramo de sal. En este punto hay que tener en cuenta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que no deben superarse los 5 gramos diarios de sal.
La ventresca es la parte más jugosa y sabrosa del Bonito del Norte y corresponde con la pieza que se extiende desde la sotabarba hasta su vientre, precisan desde la Fundación Española de Nutrición (FEN), por eso se le llama el "chaleco" del bonito. Son filetes de carne con una textura gelatinosa y un sabor más intenso, siendo un producto muy especial que en las conserveras suele trabajarse de forma artesanal. Una vez finalizada la campaña de pesca, se separa la zona ventral y se cuece aparte, limpiando y fileteando uno a uno, envasándose posteriormente en aceite de oliva.
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La conserva al natural, únicamente con su jugo, agua y sal, sería lo más deseable si buscamos el perfil más saludable del alimento, pero la ventresca en aceite es una conserva mucho más extendida al preservarse más tiernas. Esta parte del bonito cotiza al alza en el mercado por aglutinar un gran aporte de ácidos grados saturados, monoinsaturados y poliinsaturados, además de una mayor proporción de proteínas con respecto a otros cortes de pescado como puede ser el lomo. De hecho, un 25% de su composición es proteína de origen animal de alto valor biológico y supone un buen complemento para alcanzar los requerimientos diarios de este nutriente.
Un exceso calórico
El bonito también es fuente de minerales como el fósforo y el potasio, cubriendo una ración de ventresca el 43% de las recomendaciones diarias del primero entre mujeres de 20 a 39 años, y el 14% del segundo. La FEN destaca en la ventresca un aporte de vitaminas B12 y D, superando la ingesta diaria de ambas, además de tiamina, niacina y vitamina B6 que ayudan a mantener un metabolismo energético normal. Sus ácidos grasos del tipo omega reducen el riesgo cardiovascular provocado por la acumulación de placas de colesterol.
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No obstante, que una lata de ventresca oscile entre las 295 y las 235 kcal. es una cantidad calórica a tener en cuenta para no abusar de su consumo, a sabiendas de que el fabricante nos recomienda tomarla en su totalidad una vez abierta y no excedernos de 24 horas si la guardamos en el frigorífico después de la apertura. Conviene compartirla y tener en cuenta también, como anticipábamos antes, que el bonito tampoco se libra de uno de los males que acechan a los pescados: el mercurio.
Los peces lo absorben directamente del medio marino y penetra en la proteína de sus músculos, de modo que nosotros lo ingerimos al comer pescado. Sin embargo, los niveles de mercurio en las diferentes especies de pescado azul es variable. Mientras que el atún está entre las que mayor porcentaje tiene, la anchoa y la sardina, por ejemplo, tienen una cantidad menor. El bonito está en el medio, con una proporción moderada entre 0,09 y 0,29 partes por millón, según la OCU. Los bonitos que se capturan en el Cantábrico no sobrepasan los 30 kilos ―son ejemplares jóvenes― y el nivel de este metal pesado en las conservas no suele ser preocupante.
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