La sal es el principal factor dietético asociado con la presión arterial, y un factor de riesgo para la hipertensión. Si bien es cierto que reducirla en exceso puede ser perjudicial en algunos casos, como en la insuficiencia cardíaca, el sodio que contiene sigue siendo una sustancia a evitar para prevenir problemas cardiovasculares.
A medida que avanza la investigación, no obstante, aparecen matices, y la sal no afectaría a todo el mundo por igual. Serían las mujeres, independientemente de su edad y etnia, las que demostrarían una mayor sensibilidad a los efectos perjudiciales del sodio. Así lo afirma un nuevo estudio publicado en la revista Hypertension de la American Heart Association (AHA).
Según este trabajo, a cargo del equipo de Eric Belin de Chantemele en el Centro de Biología Vascular de la Facultad de Medicina de Georgia en la Universidad de Augusta, otro problema sobreañadido serían los valores que se usan para medir las "tensiones saludables". En hombres y mujeres los parámetros serían diferentes, y en mujeres las intervenciones precoces serían potencialmente más saludables.
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Se suele pensar que las mujeres están mejor protegidas frente a enfermedades cardiovasculares en comparación a los hombres hasta la menopausia, momento en el que el riesgo se iguala. En los actuales protocolos de enfermedad cardiovascular en España, el hecho de ser mujer se cuenta entre los parámetros de factores protectores. Sin embargo, hasta mitad de las mujeres pueden desarrollar hipertensión a partir de los 50 años según la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Estudios previos de laboratorio en modelos animales con hipertensión, como la rata Dahl sensible a la sal, han evidenciado esas diferencias de género. El riesgo cardiovascular se equiparaba en las hembras con el de los machos si se les extirpaban los ovarios.
Sin embargo, esta "protección" parece ser menor en el ser humano. Según este nuevo estudio, las mujeres serían más sensibles a la sal antes de la menopausia, y al entrar en ella se exacerbaría tanto la gravedad como la prevalencia de la hipertensión.
Esto respaldaría otro concepto emergente: que el cromosoma sexual XX predispone a las mujeres a esta sensibilidad a la sal. Esto se debería al hecho de que, presumiblemente, las mujeres necesitan casi duplicar su volumen de líquido durante el embarazo. El estrógeno durante los años fértiles, en cambio, mitigaría y ayudaría a controlar en parte el aumento del riesgo relacionado.
La sensibilidad a la sal implica que el organismo tiene una tendencia natural a retener sodio en lugar de excretarlo en la orina. Se tiene en cuenta cuando la presión arterial disminuye o aumenta más de un 10% en respuesta a la cantidad de sal que se consume.
Se trata de un factor clave en la mitad de los casos en los que la causa de la hipertensión no es obvia, como por ejemplo un problema renal. Además, la sal también contribuye a la aparición de la hipertensión resistente al tratamiento, y se sabe que solo 1 de cada 4 personas tiene una hipertensión bien controlada, según datos de los CDC de Estados Unidos.
Por otro lado, Belin de Chantemele recuerda que hay suficiente evidencia como para recomendar reducir el consumo de sal, dado que también reduce la sensibilidad, más aún en mujeres. Los riñones de las mujeres son mejores para depurar el sodio que los de los hombres, pero el problema estaría en la vasculatura, que se contrae en lugar de relajarse frente a un exceso de sodio.
Si los vasos sanguíneos se expanden -vasodilatación-, la presión arterial se mantiene estable, pero si se mantienen contraídos, sube la presión. De este modo, aunque se excrete sodio para reducir el volumen sanguíneo, si los vasos no se relajan persistirá la hipertensión.
Además, las mujeres poseen altos niveles de la hormona aldosterona, que tiene un efecto directo sobre la presión arterial y la regulación de agua salada en el organismo. Un exceso puede ser perjudicial, incluyendo un potencial efecto vasoconstrictor. En las mujeres sensibles a la sal, es posible que no se pueda reducir convenientemente el nivel de aldosterona, algo que contribuiría a la sensibilidad a la sal.
Hay medicamentos específicos en este aspecto, como la espironolactona, la eplerenona o la finerenona, los cuales serían buenos tratamientos de primera línea para las mujeres. Pero aún hay que seguir investigando y mejorar la comprensión sobre las diferencias sexuales en la forma en la que los hombres y mujeres regulan su tensión arterial.
Para finalizar, los investigadores también sugieren que las mujeres parecen experimentar daños a nivel arterial y cardíaco en umbrales de presión más bajos, en niveles donde se supone que no serían hipertensas. Esto empeora tras la menopausia, donde se producen aumentos de tensión mucho mayores para las mujeres respecto a los hombres de edades similares.
Según Belin de Chantemele, el umbral para diagnosticar hipertensión debería ser más bajo en mujeres. "Si tuviéramos un umbral diferente, notaríamos cambios de presión más rápido, por lo que podríamos intervenir más rápido". Y en cuanto a tratamiento se refiere, Belin de Chantemele sugiere que debería empezarse con presiones más bajas.