Existe un cereal que, aunque ha servido de alimento al hombre desde hace miles de años, en algunos países no es muy habitual en la gastronomía. Elegido, este mismo año, por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como el cereal protagonista del año, el mijo esconde múltiples propiedades y beneficios que lo hacen sobresalir sobre el resto de cereales.
Es un tipo de cereal originario de África y Asia, que se ha utilizado como alimento básico durante siglos. Ofrece hidratos de carbono complejos, con una gran cantidad de fibra. Por esta razón es un alimento hipoglucémico y, además, apto para celíacos. Por eso, resulta más extraño que no sea el cereal más popular del supermercado.
Según la FAO, es un cereal ignorado y muchas veces despreciado, que actualmente es más que conveniente tener en el radar y la economía. La razón, la invasión rusa a Ucrania, dos países que se encuentran entre los mayores exportadores de maíz y trigo, lo que afectó a la cadena de suministros global.
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El objetivo de la organización es apuntar el foco a un alimento alternativo que no esté implicado en esta escasez y cuyo cultivo sea lo más sostenible posible. De hecho, así es. El mijo es capaz de sobrevivir en ambientes y terrenos hostiles donde otros cereales no pueden. Apenas necesita agua y soporta temperaturas de hasta 60 grados centígrados, además de necesitar poco fertilizante.
Mala fama inmerecida
En algunos países como India ya se están dando cuenta del potencial de este cereal. Por eso, entre 2016 y 2021, la producción de mijo en el país aumentó de 14,52 millones de toneladas a 17,96 millones. "En España, sigue teniendo fama de alimento de pobres, una categoría absurda que en la actualidad carece de sentido, pero que sin embargo provoca remilgos a la hora de consumir este excelente cereal", explica Concepción Martínez, nutricionista-dietista.
Este alimento es proteína hasta en un 10% (del tipo que no genera gluten) y su cantidad de grasas insaturadas no alcanza el 5%. Entre los micronutrientes que contiene, es una excelente fuente de fibra, hierro, magnesio, fósforo, zinc, vitaminas del complejo B y antioxidantes. Según un estudio publicado en la Journal of Agricultural and Food Chemistry, es rico en compuestos fenólicos que le proporcionan propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, además de una acción antimicrobiana incluso contra Bacillus cereus, que provoca intoxicaciones alimentarias.
Entre sus beneficios, están el de favorecer la digestión gracias a su concentración de fibra, lo que ayuda a mantener el tracto gastrointestinal saludable y a prevenir el estreñimiento y otros problemas digestivos. Siempre, claro, en su forma integral, sin refinar. También evita el desarrollo de enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes, reduciendo la probabilidad de padecer algunos tipos de cáncer.
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El mijo también tiene la capacidad de controlar el nivel de azúcar en la sangre, ya que es un alimento de un índice glucémico bajo, lo que significa que no eleva los niveles de azúcar en la sangre tan rápidamente como otros alimentos con carbohidratos refinados. Esto lo hace ideal para personas con determinadas patologías, como los diabéticos. El efecto se comprobó en roedores a los que previamente se les había provocado diabetes.
Muy versátil
Entre sus nutrientes cuenta con polifenoles, que tienen un efecto antioxidante en el organismo, que pueden ayudar a prevenir el daño celular y reducir el riesgo de enfermedades crónicas, contribuyendo también a evitar la aterosclerosis.
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Asimismo, al ser bajo en calorías y rico en fibra, es un alimento perfecto para perder peso. También es beneficioso para la salud del corazón, por su contenido en magnesio, que se ha relacionado con la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Por si fuera poco, además de ser un alimento de diez para incluir en la dieta y tener un cultivo sostenible y muy resistente, el mijo es muy versátil y fácil de cocinar. Se puede usar en platos salados y dulces, se puede cocinar como grano entero, pilaf, ensalada, pan y de muchas otras formas. Eso sí, se aconseja lavar o enjuagar las semillas bajo el grifo de agua y, posteriormente, cocinar una parte de mijo, por dos de agua en agua, a punto de ebullición, durante 20 minutos.