Aunque la mayoría de patrones dietéticos saludables comparten muchas de sus características, no todos son iguales, ni tampoco poseen la misma evidencia científica cuando se comparan sus respectivos potenciales para reducir el riesgo de ciertas situaciones patológicas como la demencia, el riesgo cardiovascular, o el mejor control del peso corporal.
Con el objetivo de discernir cuál es la mejor dieta para reducir el riesgo de muerte en general, y de eventos cardiovasculares en especial, un grupo de investigadores ha llevado a cabo una revisión sistemática y un metanálisis de ensayos clínicos controlados aleatorizados, analizando hasta siete tipos de patrones dietéticos y su relación tanto con la mortalidad como con el riesgo cardiovascular.
Actualmente, se estima que el 22% de las muertes en adultos, y el 15% de los años de vida ajustados por discapacidad, pueden atribuirse a la alimentación. Si esto se corrobora, la dieta sería una de las principales causas de mortalidad y complicaciones asociadas a enfermedades.
[Este es el motivo por el que la dieta mediterránea es más necesaria que nunca]
Dicho esto, existen numerosas dietas, con o sin ejercicio y/o apoyo conductual que dicen reducir el riesgo cardiovascular: bajas en grasas, dieta mediterránea, dieta DASH, y un largo etcétera. Sin embargo, la evidencia disponible es escueta, con certeza baja o muy baja y estudios no aleatorizados, al menos respecto a la evidencia en la que suelen basarse las guías dietéticas.
En el caso que nos ocupa hoy, los investigadores han realizado una revisión sistemática basada en ensayos clínicos aleatorizados tras realizar búsquedas en las diferentes bases de datos científicas. Finalmente se identificaron 40 ensayos clínicos que cumplían los criterios, con 35.548 pacientes en total y siete tipos de dieta a analizar: dieta baja en grasas (18 estudios), dieta mediterránea (12 estudios), dieta muy baja en grasas (6 estudios), dieta grasa modificada (4 estudios), combinación de dieta baja en grasas y baja en sodio (3 estudios), dieta Ornish (3 estudios) y dieta Pritikin (1 estudio). Algunos de los estudios analizaban varias dietas a la vez.
Según los resultados de la revisión, la dieta mediterránea (integrada por recetas como las lentejas o el potaje) fue la mejor opción, con evidencia de certeza moderada, en cuanto a reducción de riesgo de mortalidad general, riesgo cardio y cerebrovascular, en comparación al resto. Así mismo, las dietas bajas en grasa también fueron superiores a la intervención mínima, con certeza baja-moderada, respecto al riesgo de mortalidad por cualquier causa, infarto cardíaco o ictus cerebral. Además, los efectos de estas dos dietas fueron superiores en aquellos pacientes que ya tenían un elevado riesgo cardiovascular previo.
El resto de los planes dietéticos no obtuvieron una evidencia convincente para poder asegurar que reducen el riesgo de mortalidad o el riesgo cardiovascular. Como limitaciones del estudio, los investigadores destacan el hecho de haber modificado las clasificaciones de programas dietéticos especificados en su protocolo para distinguir los programas bajos en grasa estándar, cuyo objetivo es reducir la grasa a <30% de la ingesta calórica, respecto a los programas con <20% de ingesta calórica basada en grasas, algo consistente con otras revisiones.
Por otro lado, se incluyeron programas dietéticos que coexistían con tratamiento farmacológico y el intento de abandono del tabaco, lo que podría plantear que existan efectos secundarios a estas intervenciones y no solo por la dieta.
Así mismo, no se pudo analizar convenientemente la adherencia a las dietas durante el estudio, en gran parte por la falta de información al respecto. Y los brazos de control que se clasificaron como "intervención mínima" fueron muy diversos, aunque en todos los estudios había una diferencia significativa entre los grupos control y los grupos de intervención, suficiente para obtener evidencias factibles.
Como conclusión, los investigadores sugieren que tanto la dieta mediterránea como las dietas bajas en grasa probablemente reducen el riesgo de mortalidad y el riesgo de infarto de corazón no mortal en personas con mayor riesgo cardiovascular. Así mismo, la dieta mediterránea en especial parece también reducir el riesgo de accidente cerebrovascular.