El pescado es una de las fuentes de proteína animal más saludables que encontrarás en el supermercado. Son bajos en calorías, están repletos de vitaminas y minerales y tienen poca grasa, pero ¡ojo! porque la grasa que contienen protege el corazón. Eso sí, no siempre estamos del todo convencidos de meterlo en nuestro carrito de la compra por puro temor al mercurio. Esta preocupación no debe evitar que nos llevemos a casa estos alimentos tan saludables: el miligramo de mercurio por cada kilogramo de pescado está regulado en Europa.
En cualquier caso, podemos reducir nuestra ingesta de este metal a través del pescado si optamos por aquellos que tienen un tamaño menor. Pero, ¿por qué? "Se ha descubierto que son los grandes depredadores del mar los que contienen una mayor cantidad de este metal. La razón es simple: si todos los seres vivos de una región marina contienen una pequeña cantidad de mercurio, el animal que se alimente de ellos presentará más metal", explica este artículo de EL ESPAÑOL.
Aunque es cierto que las industrias han contribuido a aumentar la cantidad de mercurio en el mar, este metal también llega por causas naturales. El principal problema que presentan es que ni los peces ni nosotros mismos lo eliminamos del cuerpo, sino que queda adherido a nuestra carne. Por esta razón, pasa de un animal a otro por la cadena trófica. En cualquier caso, la presencia de metales pesados en los alimentos no es un hecho extraño, sino que pueden aparecer en otros de los que sospechamos menos.
El arroz
Al igual que sucede con el mercurio, el arsénico es un semimetal que se encuentra en la naturaleza y puede terminar entrando en contacto con cultivos, como el del arroz. "El arroz es un alimento que, debido a sus características y la forma de cultivo (en campos inundados), absorbe hasta 10 veces más arsénico que otros cereales", recoge este artículo de EL ESPAÑOL. Esta sustancia supone riesgos para la salud si se consume en una proporción elevada.
Tal y como explica la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), el arsénico fue recogido como carcinógeno en 1987. Pero, además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la exposición continuada puede dar lugar a pigmentación, lesiones cutáneas, durezas y callosidades en las palmas de las manos y en las plantas de los pies. Ahora bien, todo el arroz que compramos en el súper recibe controles y, por tanto, es seguro. Aunque puede reducirse el arsénico si antes de cocinar el arroz, lo lavamos.
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El paté
El hígado es una de las partes del cuerpo en el que puede acumularse con más frecuencia el cadmio, el mismo alimento que se encuentra en la cabeza de los langostinos. Por esta razón, comer un filete de hígado —o de otras piezas de casquería— aumenta el riesgo de que hagamos un consumo excesivo de metales pesados. Ahora bien, el paté, que tanto nos gusta para merendar o servir aperitivos, no es otra cosa que una pasta hecha con la carne de este hígado.
Ahora bien, teniendo en cuenta que los niveles de metales en los alimentos sí que se encuentran controlados, esto no es lo peor del paté. "Los patés son un producto elaborado con carne procesada. Es decir, según un informe de la OMS, se trata de un producto asociado con el desarrollo de cánceres colorrectales. Los patés suelen contener carnes de baja calidad y se juntan con grasas y con almidones, que dejan como resultado un alimento nada saludable", explica este artículo de EL ESPAÑOL.
Los frutos secos
Al igual que pasa con los pescados, los frutos secos pueden contener metales pesados, pero esto no debe de evitar que los consumamos. Según un estudio de la Universidad de Bialystok, en Polonia, "todos los frutos secos contendrían ciertos niveles de metales pesados como arsénico, cadmio, plomo y mercurio", explica este artículo de EL ESPAÑOL, pero sólo algunos tendrían una cantidad excesiva de alguno de estos. Los metales, según el trabajo que fue publicado en Nutrients, puede deberse a factores ambientales, pero también del propio envasado.
De todas formas, los frutos secos son un alimento que debemos incluir con más frecuencia de lo que lo hacemos en nuestra dieta habitual. Son fuente de proteínas de origen vegetal y, además, sus grasas son insaturadas y, por lo tanto, protegen nuestro corazón de las enfermedades cardiovasculares.