Hay quien se propone comer sano por encontrarse mejor, por verse físicamente atractivos o, incluso, por evitar enfermar. Si bien este último objetivo no depende por completo de nosotros, sí que es cierto que comer saludable es uno de los hábitos que, a la larga, pueden evitar la aparición de enfermedades del corazón o, incluso, el cáncer. Ahora bien, este otoño e invierno seguro que ves a más de una persona acatarrada beberse un zumo de naranja natural para acelerar su curación con la vitamina C que tiene. ¿Tiene esto algún sentido?
Por desgracia, se trata de un mito muy extendido, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL. Esta creencia proviene de un libro publicado en 1970 llamado La vitamina C y el resfriado común y que fue escrito por nada menos que el ganador de dos premios Nobel, Linus Pauling. Aunque se ha demostrado que es falso, este mito sigue muy arraigado: si hacemos un consumo mayor de vitamina C al habitual, lo que sucederá es que el exceso se eliminará a través de la orina.
No sólo los cítricos, sino que los arándanos, las granadas o el brócoli también se han considerado como refuerzos para nuestro sistema inmune. Añadir estos alimentos a nuestra dieta es, sin duda, una elección saludable, pero si los utilizamos para potenciar las defensas no obtendremos los resultados que esperamos. "Ningún alimento ha demostrado mejorar la función inmune por sí mismo", explica la Universidad de Harvard en su página web. "Es la calidad general de la dieta y no los alimentos individuales lo que más importa".
Esta prestigiosa universidad estadounidense ha publicado un post en su blog en el que advierte de que los productos que se ofrecen para potenciar el sistema inmune son, en realidad, inútiles. Se refieren a los superalimentos, pero también a los suplementos de minerales o vitaminas e, incluso, a los tratamientos detox. "No hay ningún secreto ni ningún producto. Lo que es bueno para tu salud general es bueno para tu función inmune", advierte el organismo. Es decir, que confiar nuestra salud a estos productos sólo nos hará perder dinero.
Eso sí, los esfuerzos que hacemos por tener una mejor alimentación no son completamente en vano. Harvard destaca que comer bien y seguir una dieta cardiosaludable, mantener un peso corporal sano y moderar o, directamente, evitar el consumo de bebidas alcohólicas, impacta de manera positiva en la función inmune. En este sentido, el patrón alimentario que Harvard vuelve a recomendar es la dieta mediterránea, la que se practica en España. Sin embargo, cada vez menos personas la cumplen a rajatabla en nuestro país.
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¿Qué más podemos hacer por nuestra función inmune? Además de seguir nuestra dieta mediterránea, Harvard recomienda hacer ejercicio físico, evitar el alcohol y el tabaco, dormir suficientes horas, reducir el estrés, recibir las vacunas recomendadas y también lavar las manos con regularidad, evitar el contacto con personas con enfermedades infecciosas y llevar mascarilla en los escenarios recomendados. En este sentido, Harvard destaca en otro post cuatro alimentos fundamentales de la dieta mediterránea.
La fruta de postre
Tomar después de las comidas una pieza de fruta es una costumbre muy arraigada en los hogares de España, pero no en muchos otros lugares del mundo. La fruta es una importante fuente de fibra, de minerales y de vitaminas y, por eso, la Universidad de Harvard recomienda que todos los días comamos hasta tres piezas. Este objetivo se vuelve más fácil de alcanzar al tomarlas con la comida, la cena y otra en la merienda o el desayuno.
El aceite de oliva
Lo conocemos como el oro líquido y no es para menos. El aceite de oliva es una grasa que se considera cardiosaludable debido a que la mayoría está formada por ácidos grasos insaturados. Pero, además, contiene sustancias antioxidantes y antiinflamatorias. Teniendo en cuenta que en otros países se cocina con grasas menos saludables o, directamente, perjudiciales, el aceite de oliva español es perfecto para tomar crudo y para cocinar con él.
El yogur
Este alimento tan tradicional en los países del mediterráneo, no nos olvidemos del yogur griego, ha vivido recientemente una nueva edad dorada. Se trata de una fuente saludable de calcio y de proteínas de buena calidad, pero en los últimos años se ha destacado su aporte de probióticos. Estos microorganismos no sólo contribuyen a la salud intestinal, sino que cada vez más estudios encuentran beneficios a una microbiota saludable.
Las legumbres
Si pensamos en la comida de las abuelas españolas seguramente nos viene a la cabeza un buen guiso con legumbres, contundente y reconfortante. Por desgracia, las nuevas generaciones han ido desplazando a estos alimentos que rebosan nutrientes saludables: una alta proporción de proteínas, de fibra y de minerales y vitaminas. Harvard recomienda que las comamos por lo menos tres veces a la semana y destaca que pueden ser muy útiles para reducir nuestro colesterol.