Sí, el verano no está mal. Sin duda, era la estación que más nos entusiasmaba cuando éramos pequeños y teníamos tres meses para disfrutarlo. Sin embargo, como pasa con tantas otras cosas, a medida que maduramos aprendemos a amar el otoño. El clima más fresco, los días lluviosos y el paisaje que antes tanto nos recordaba a la vuelta al colegio, cada vez resultan más agradables. Incluso, el otoño tiene sus propios sabores y olores: el de las mandarinas, las setas y, por supuesto, las castañas asadas.
Estas últimas son uno de los alimentos que más nostalgia producen en las personas que han crecido aspirando su olor cuando llegaba el frío. Por desgracia, ya no son tan populares como hace unas décadas y eso que son un bocado tan reconfortante como saludable. La castaña es un fruto seco, pero el más peculiar de todos ellos. De hecho, se las compara en muchas ocasiones con los cereales porque sus valores nutricionales pueden tener, en este sentido, mucho más en común con ellas.
Mientras que los frutos secos son una fuente abundante de proteínas vegetales y de grasas saludables, las castañas tienen una proporción muy baja de estos nutrientes. En su caso, destacan por contener un alto aporte de carbohidratos acompañados de una buena proporción de fibra. Sin embargo, al tener un porcentaje tan bajo de grasas, las castañas tienen también un valor energético mucho más bajo que los frutos secos. Tal y como recoge la Fundación Española de la Nutrición (FEN), 100 gramos de castañas contienen 209 kilocalorías.
Los frutos secos, por su parte, llegan a tener incluso más de 600 kilocalorías por cada 100 gramos. Esto no sólo se debe a que contienen una alta cantidad de grasas en su composición, sino que, como su propio nombre indica, contienen una baja proporción de agua en ella. Las castañas, sin embargo, tienen un 50% de su composición formada por este líquido.
Fuente de potasio
De todas formas, las castañas también resultan interesantes por su contenido en minerales. Entre ellos, destaca el potasio y es que contiene más cantidad que los plátanos: mientras que esta fruta amarilla tiene 350 miligramos por cada 100 gramos, las castañas contienen hasta 500 miligramos en la misma cantidad, tal y como recoge la FEN. "El organismo necesita potasio para casi todo su funcionamiento, incluso para el buen funcionamiento del riñón y del corazón, la contracción muscular y la transmisión nerviosa", explican los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés).
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Según este mismo organismo, los hombres adultos deberían tomar diariamente unos 3.400 miligramos de esta sustancia y las mujeres 2.600. La FEN, por su parte, establece que el consumo óptimo para las personas de ambos sexos son 3.500 miligramos diarios. Por suerte, el potasio está presente en muchos alimentos. De hecho, ahora son muy conocidos los sustitutos de la sal, que reducen la proporción de sodio añadiendo potasio y pueden resultar muy positivos para las personas que tienen la tensión alta, aunque deberíamos consultar a nuestro médico antes de incorporarlos.
Además, las castañas son fuente de fósforo que, si bien siempre se ha asociado con la capacidad cognitiva, en realidad "la mayor parte está en los huesos y los dientes, y otra parte en los genes. El organismo necesita fósforo para producir energía y llevar a cabo muchos procesos químicos importantes", dicen los NIH. Las castañas también tienen un importante contenido en vitaminas del grupo B.
Taninos
Si bien las castañas pueden resultar un bocado muy saludable, también pueden resultar muy desagradables si las tomamos crudas. Por esta razón, las castañas asadas son más populares en España. Estos frutos secos tienen un alto contenido en taninos que son "compuestos fenólicos que se encuentran en la parte comestible y, sobre todo, en la cáscara y los tejidos que la rodean, produciendo una sensación de aspereza en la boca que se conoce como astringencia", explica este artículo de EL ESPAÑOL.
Estos taninos pueden llegar incluso a causar irritaciones en el estómago y náuseas, siendo especialmente perjudiciales para las personas con problemas de riñón o de hígado. Eso sí, la solución es fácil: asar las castañas o cocerlas elimina esta sensación desagradable. Además, el mismo proceso también puede reducir los almidones de las castañas y que se digieran, de esta manera, mejor.