Pocas cosas se pueden comparar al placer sencillo de gratinar unos macarrones en casa o de preparar unos sencillos espaguetis. Sin embargo, si antes eran un plato de batalla para sobrevivir a la semana, ahora procuramos tomarlos de vez en cuando. No porque se haya incrementado el precio de la pasta, sino porque nos han dicho que son un derroche de hidratos de carbono. Pasarnos de carbohidratos refinados puede resultar malo para nuestra salud: aumentar nuestro peso corporal e, incluso, aumentar nuestro riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Estos carbohidratos refinados están por todas partes: son las barras de pan que, prácticamente, todos compramos, el arroz blanco que siempre tenemos en nuestras despensas y, por supuesto, la pasta. Todos estos alimentos tienen algo en común y es que están elaborados con cereales a los que, antes de procesar, se les ha retirado la capa exterior que se conoce como salvado. Este acto, que tiene por objetivo hacer más blancos y sabrosos estos alimentos, tiene una consecuencia negativa para nuestra salud.
Con esa capa de salvado se retira también gran parte de la fibra que contienen estos cereales, lo que hace que aumente el índice glucémico. Cuando un alimento tiene un alto índice glucémico significa que justo después de comerlo la glucosa en sangre aumenta mucho en poco tiempo, se genera un pico de azúcar. Para contrarrestar el efecto de este pico, el páncreas debe segregar otro pico de insulina. Esta acción aumenta el riesgo en el futuro de que se generen resistencias a esta hormona y, en consecuencia, una diabetes tipo 2.
Ahora bien, esto no significa que no debamos consumir pasta, sino más bien reducir las cantidades que tomamos, hacer ejercicio de manera regular para que resulte menos dañina o, por supuesto, tomar alternativas más sanas. En cuanto a esta última opción, los médicos recomiendan hasta tres alternativas a la pasta que más nos gusta, que son muy similares y que se muestran a continuación:
La pasta integral
¿Y si a la pasta que comemos todas las semanas no le hubieran quitado la capa de salvado? Si la sémola que hubieran utilizado para elaborarla contuviera esta capa, ¿cómo sería? Estas preguntas tienen una respuesta fácil porque ese producto ya existe, son las pastas que dicen ser integrales. Este tipo de pasta tiene, normalmente, hasta el doble de fibra que la refinada y esto la hace mucho más saludable.
En concreto, mientras la pasta blanca suele tener cerca de 3,5 gramos de fibra por cada 100 gramos de alimento, la pasta integral tiene entre siete y ocho gramos en la misma cantidad. Probablemente, el beneficio más escuchado de la fibra alimentaria es su capacidad para mejorar la salud intestinal, pero también es capaz de prevenir la diabetes tipo 2 e, incluso, atrapar el exceso de azúcares y grasas.
La pasta de lenteja
Aunque mucha gente se resista a llamar pasta a este alimento hecho con legumbres, sí que es cierto que es un producto muy conseguido. De un color rojo intenso y con la misma forma que presentan muchos tipos de pasta, tarda en cocerse algo más que la pasta blanca, pero sus valores nutricionales son muy diferentes. El nutriente por el que más destaca este producto es la proteína: 100 gramos de esta pasta contienen nada menos que 26 gramos de esta sustancia.
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Pero, además, la pasta de lenteja tiene menos carbohidratos y un porcentaje de fibra similar al de la pasta integral; es decir, bastante alto. Esto sucede porque las legumbres no se refinan, como sucede con los cereales, y su fibra pasa directamente a la pasta que se elabora con ellas. Además, el porcentaje de azúcares naturalmente presentes es menor y, por todo ello, es una pasta con un índice glucémico bajo.
La pasta de trigo sarraceno
El trigo sarraceno se ha puesto de moda en los últimos años, pero, aunque pueda parecerlo por el nombre, no se trata de un cereal. En realidad, no es una variedad de trigo, sino de un pseudocereal. Lo que sucede es que es un vegetal con el que se puede hacer harina y tiene la ventaja de que no tiene gluten. Por eso, en los últimos años se ha hecho tan popular, al tiempo que se ha ido tomando más conciencia de los problemas por encontrar alimentos de las personas con celiaquía.
Aunque cualquiera puede tomar trigo sarraceno, el hecho de que no tenga gluten no lo hace más saludable para la población que no es celíaca. Al igual que el resto de pastas, hay que buscar que el producto que compremos sea integral provenga de donde provenga. El trigo sarraceno es especialmente rico en proteínas y se pueden encontrar en el supermercado pastas elaboradas con él. Pero, también, el trigo sarraceno se puede comprar y cocerse como si fuera arroz.