Durante las últimas décadas, no han sido pocos los alimentos que se han popularizado en el supermercado tras ganarse una poco merecida fama de "saludables". Y los mitos al respecto aún continúan a día de hoy, como es el caso de los yogures desnatados (que ya comentaremos recientemente en EL ESPAÑOL) o los alimentos light en general, bajos en azúcares o bajos en grasa. Cualquier alimento que contenga estos mensajes publicitarios suele pecar de esconder algún perjuicio que no deberíamos pasar por alto.
En este aspecto, uno de los alimentos que poseen una poco merecia fama de "saludable" sería el jamón de York, el cual, junto a otros embutidos, sigue arrasando en ventas en cualquier supermercado que se nos ocurra. Ya sea por su color o sus reclamos publicitarios en el envase, o su fama de poco calórico, la realidad es que sigue vendiéndose como un pilar básico de las dietas de pérdida de grasa. Pero no debería ser así, como comentaremos hoy.
El jamón York es carne procesada
Por muy rimbombante que suene su nombre, el jamón York es una carne procesada más. De hecho, ni siquiera existe: la denominación jamón de York no aparece en la legislación, sino que es un mero reclamo publicitario, como ya explicó la conocida Boticaria García en su libro 'El jamón de York no existe'.
Tanto el jamón York, como los chorizos, salchichones, salchichas o hamburguesas comunes y corrientes son carnes procesadas que han pasado por diversos procesos para favorecer su conservación, textura, olor y sabor. Y esto implica que no deberíamos consumirlos de forma habitual, o si es posible nunca.
De hecho, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) ya anunció en 2015 que este tipo de carnes aumentan el riesgo de cáncer. Por ello, la recomendación actual es directamente evitar su consumo, dado que por cada 50 gramos de carne procesada consumida al día, el riesgo de sufrir cáncer colorrectal aumenta un 18%, según la revisión de 800 artículos publicada en la revista The Lancet Oncology en aquel momento.
Es carne sin carne
Como ya hemos comentado en más de una ocasión en 'EL ESPAÑOL', la mayoría de los productos cárnicos que encontramos en los supermercados tienen menos carne de lo que se suele creerl. Siendo los embutidos el caso más llamativo de todos: una cosa es que nos vendan una bandeja de pechuga de pollo o pavo fresca, y sin más; otra cosa es que nos vendan un embutido.
En este último caso, y como bien refleja el Real Decreto 474/2014 sobre derivados cárnicos, existirían varias categorías para distinguir la calidad de un jamón cocido como sería el jamón York; y la única categoría "saludable" sería la denominada "extra", cuyo porcentaje de carne real oscila entre el 80-90%, pudiendo llegar hasta un 95%.
¿Qué significa esto? Significa que la mayoría del jamón York que podemos adquirir en el supermercado suele tener un 50-70% de carne real. De hecho, la segunda categoría de jamón cocido poseería un 70% de carne y proteínas de relleno para retener agua y darle un sabor más jugoso, y la tercera categoría y de peor calidad apenas poseería un 50% de carne real. El resto de "relleno" consiste en féculas, proteínas de relleno y agua. Pero de carne, lo justo.
Pocas calorías, pero también pocos nutrientes
Para finalizar, uno de los factores que más fama de saludable ha otorgado al jamón York es precisamente su pobre contenido calórico, siendo uno de los embutidos con menor cantidad de calorías del supermercado, rondando las 100 kcal por cada 100 gramos dependiendo de la marca. Pero poseer pocas calorías no hace saludable a un alimento; si se trata de un alimento procesado cuya táctica comercial es venderse como "bajo en calorías", deberíamos desconfiar.
Realmente, la procedencia de las calorías del jamón York es lo más importante, y no el hecho de que sea más o menos denso calóricamente. Como ejemplos más llamativos, el aguacate, los frutos secos, o el yogur griego son alimentos densos calóricamente, pero cuyo consumo se ha relacionado con un menor riesgo cardiovascular y una mayor saciedad. El origen de las calorías y su calidad importan, más allá que su cuantía.
Así mismo, a nivel nutricional, el jamón York no aporta gran cosa. De hecho, una de las principales cosas que buscamos en el consumo de un producto cárnico es su aporte proteíco, y por cada 100 gramos de jamón York apenas consumiremos 17 gramos de proteínas; la pechuga de pollo puede aportar entre 30 y 40 gramos por cada 100 gramos, y la pechuga de pollo entre 20 y 25 gramos de proteína por cada 100 gramos, por poner algunos ejemplos.