En el vasto espectro de la naturaleza, el espino amarillo, conocido científicamente como Hippophae rhamnoides, emerge como un arbusto de notable relevancia. Famoso por sus bayas de vivo color, extiende sus raíces desde las costas atlánticas de Europa hasta el noroeste de Mongolia y China.
Su adaptabilidad al entorno lo demuestra un hecho: en las costas marinas de Europa Occidental, es capaz de desafiar la salinidad del suelo, una barrera que impide a otras plantas alcanzar su altura imponente. Mientras, en los sitios semidesérticos de Asia Central, es capaz de sobrevivir en condiciones secas, desafiando las adversidades climáticas. Curiosamente, en España se encuentra en muy pocos lugares, como el Valle del Tena, en el Pirineo oscense.
A lo largo de los siglos, el espino amarillo ha sido testigo de la historia de la humanidad. Desde las prácticas medicinales tibetanas hasta mitos griegos y relatos de conquistadores como Genghis Khan, sus beneficios han generando un recuerdo perdurable. De hecho, la etimología revela su antiguo papel como alimento para caballos, conectándolo con el término griego hippo, que significa caballo y phaos, que significa brillar.
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Repletas de nutrientes
Se trata de un arbusto de apariencia modesta, que, con sus ramas densas y espinosas, ofrece unas frutas en tonalidades que varían de amarillo pálido a anaranjado oscuro, añadiendo un toque vibrante a su imagen. Mas allá de su apariencia, el espino amarillo es un aliado ecológico fundamental. Sus fuertes raíces lo convierten en una barrera protectora y cortavientos, estabilizando riberas de ríos y laderas empinadas, al tiempo que mejora la retención de agua en el suelo.
Si nos centramos en sus bayas, la característica más importante es que están muy cargadas de nutrientes. Con un sabor bastante agrio, contienen vitaminas, carotenoides, flavonoides y ácidos grasos poliinsaturados que se entrelazan en un conjunto de beneficios para la salud.
Por tanto, no es sorpresa que ensayos clínicos y estudios científicos del siglo XX respalden su valor clínico y medicinal, destacando su contenido de vitamina C que supera incluso a los cítricos más convencionales. Vamos a ver, a continuación, cuales son sus principales propiedades.
Efecto diurético
Las bayas de espino amarillo son ricas en flavonoides, lo que les confiere propiedades diuréticas. Este efecto diurético no solo ayuda en la eliminación de líquidos y toxinas del cuerpo, reduciendo la hinchazón, sino que también puede ser un aliado valioso en la pérdida de peso al favorecer la eliminación de excesos acumulados.
Protección cardiovascular
Los productos derivados del espino amarillo han demostrado poseer propiedades cardioprotectoras significativas. Así, las bayas contribuyen a mejorar la circulación sanguínea y, al mismo tiempo, ayudan a prevenir enfermedades cardíacas al reducir los niveles de colesterol LDL y triglicéridos en la sangre. Esta doble acción hace del espino amarillo un aliado confiable para mantener la salud cardiovascular.
Refuerzo del sistema inmunológico
Además de sus beneficios para el corazón, las bayas de espino amarillo ayudan a estimular el sistema inmunológico, fortaleciendo las defensas naturales del cuerpo. Este fortalecimiento no solo contribuye a prevenir infecciones, sino que también colabora en la defensa contra diversas enfermedades. Así, se convierte en un componente esencial para mantener una salud robusta.
Poder antienvejecimiento
Los flavonoides y ácidos grasos, especialmente el omega 3 y el omega 7, presentes en el espino amarillo, desempeñan un papel crucial en la lucha contra el envejecimiento celular. Estos componentes ofrecen propiedades antioxidantes que contrarrestan los efectos dañinos de los radicales libres, ayudando a preservar la juventud de la piel y a reducir los signos visibles del envejecimiento.