A medida que se acumula la evidencia científica con el paso del tiempo, resulta cada vez más evidente que los edulcorantes no calóricos no son tan inocuos como se solía creer. Su uso se ha disparado en los últimos años para sustituir al azúcar y luchar contra la obesidad, aunque los estudios sugieren que estos endulzantes podrían contribuir incluso a ganar más peso del deseado.
Ahora, un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences sugeriría que un edulcorante en particular, el aspartamo, se relacionaría con la ansiedad. Pero no solo de forma directa, sino que transmitirían este aumento de la ansiedad a las generaciones posteriores.
El aspartamo es un edulcorante aprobado tanto en la UE como en EEUU, y su uso en alimentos y bebidas bajos en calorías es ampliamente conocido. De hecho, hoy en día se encuentra en casi 5.000 productos diferentes, aptos para el consumo tanto en adultos como en niños. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró este año como "probable" cancerígeno.
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Actualmente se sabe que, cuando se consume, el aspartamo se divide en ácido aspártico, fenilalanina y metanol, que pueden afectar al sistema nervioso. De hecho, existen casos puntuales de reacciones adversas al edulcorante en ciertas personas.
En el nuevo estudio, se ofreció a un grupo de ratones una dosis de aspartamo equivalente a un 15% de la cantidad diaria máxima recomendada por la FDA (Food and Drugs Administration) para los humanos. Así descubrieron que mostraban un comportamiento más ansioso en pruebas de estado de ánimo específicamente diseñadas para ellos.
Pero esto no fue lo más sorprendente, sino que hubo más: la ansiedad se observó también en la descendencia de los ratones estudiados hasta en dos generaciones posteriores.
"Este estudio muestra que necesitamos mirar hacia atrás, hacia los factores ambientales, porque lo que vemos hoy no es solo lo que está sucediendo actualmente, sino también un reflejo de lo que sucedió hace dos generaciones o incluso más", explica el neurocientífico Pradeep Bhide de la Universidad Estatal de Florida
La ansiedad de los roedores se midió mediante una variedad de pruebas de laberinto a lo largo de varias generaciones. Además, también se llevó a cabo una secuenciación de ARN en partes clave de sus sistemas nerviosos para determinar cómo se expresan los genes del tejido. Se detectaron así cambios significativos en la amígdala, una importante parte del cerebro asociada a la regulación de la ansiedad.
Cuando los ratones recibieron una dosis de diazepam, un medicamento usado para tratar la ansiedad en humanos, los comportamientos similares a la ansiedad se detuvieron en todas las generaciones. Este fármaco ayudaría a regular las mismas vías cerebrales alteradas por los efectos del aspartamo.
Si bien es cierto que el seguimiento de comportamientos similares a la ansiedad en ratones es solo una aproximación de los estados de ánimo que pueden producirse en humanos, los investigadores observaron cambios claros en el comportamiento de los animales, que relacionaron con cambios en la actividad genética.
De hecho, este estudio es una continuación de un trabajo previo del mismo equipo de científicos, en el cual se estudiaron los efectos generacionales del consumo de nicotina en el comportamiento de los ratones. Con esa sustancia, los efectos en el comportamiento también han demostrado transmitirse de generación en generación gracias a los cambios epigenéticos no codificantes en los genes de los espermatozoides de ratón.
Algo similar ocurriría en el aspartamo: no solo quienes consumen el edulcorante artificial podrían tener un mayor riesgo de sufrir ansiedad, sino también sus hijos e incluso sus nietos. Aún no se comprende completamente cómo sucede esto, pero coincide con el resto de evidencia que sugiere que los cambios epigenéticos sí pueden permanecer intactos tras el paso de generaciones.
Ya se habrían sugerido relaciones entre el consumo de aspartamo y la ansiedad previamente, aunque no en todos los estudios se han detectado, motivo por el cual es necesario continuar investigando. Aún así, y aunque no se han replicado estos resultados en humanos por el momento, los investigadores recomiendan precaución respecto al consumo de este y otros edulcorantes.