Cuando hablamos de las corvinas, nos referimos a diferentes especies de peces de agua salada de la familia Sciaenidae cuya dieta se compone principalmente de crustáceos y moluscos. Su adaptabilidad a diferentes niveles de salinidad la clasifica como una especie eurihalina, mostrando una preferencia por áreas con bajos niveles de salinidad y abundante vegetación durante su etapa juvenil.
Una característica distintiva de la corvina es su cuerpo esbelto, de color gris plata oscuro, con la parte superior de las aletas resaltando en un cautivador tono rojo pardo. Su boca redonda y amplia la convierte en un depredador eficiente en la captura de presas. Dependiendo de su tamaño, estos peces pueden variar significativamente en peso, desde ejemplares de un kilogramo hasta impresionantes de 50 kilogramos, alcanzando incluso los dos metros de longitud.
Este animal, reconocido tanto en la pesca comercial como en la deportiva, habita principalmente en el océano Atlántico Oriental, desde Senegal hasta el Mediterráneo. Su presencia en aguas costeras y estuarios salobres, en fondos lodosos y arenosos, lo convierte en un espécimen versátil y adaptable. Es común encontrarlo en profundidades que oscilan entre los 15 y los 300 metros.
Un pescado accesible y muy nutritivo
La corvina, apreciada por su exquisita carne blanca, se ha convertido en una opción accesible gracias a la acuicultura. Esto garantiza su presencia constante en mercados y pescaderías, brindando a los amantes de la cocina la oportunidad de disfrutar de sus beneficios nutricionales en cualquier momento.
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Con su carne firme y piel intacta, los lomos se vuelven una elección perfecta para preparar a la plancha o en la parrilla. Al limpiarlos adecuadamente, se pueden integrar en trozos a platos como arroces, guisos, sopas, fideuás, o bien acompañarlos con salsas como el bacalao al pil pil, ajillo o con marisco al estilo del bacalao en salsa verde. Además, resulta ideal para crear un ceviche peruano y otras preparaciones en crudo, tales como carpaccios, poke o sushi.
Desde el punto de vista nutricional, la corvina es un pescado blanco con un contenido de grasa inferior al 2,5% y un bajo aporte calórico por cada 100 gramos. Se destaca por ser una excelente fuente de proteínas y vitaminas esenciales para la salud. Además, por cada porción de 100 g también aporta 90 calorías, 20,4 g de proteína, menos de 1 g de hidratos de carbono y diferentes proporciones de una gran variedad de vitaminas y minerales.
Rico en B3, B6 y B12
En lo que respecta a las vitaminas, la corvina aporta beneficios significativos. La niacina (B3) presente en este pez contribuye al funcionamiento óptimo del aparato digestivo, la reparación de la piel y el sistema nervioso.
También la piridoxina (B6) desempeña un papel crucial en el funcionamiento de las enzimas y en el desarrollo cerebral, especialmente durante el embarazo e infancia.
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La vitamina B12, presente en la corvina, contribuye a la formación de glóbulos rojos, el metabolismo celular y la producción de ADN.
En cantidades menores, aporta vitaminas D y E. Destacando aún más su valor nutricional, la corvina contiene ácidos grasos omega-3, conocidos por sus beneficios para el sistema cardiovascular.
Una excelente fuente de minerales
En cuanto a los minerales, la corvina ofrece un significativo aporte de selenio, un mineral con propiedades antioxidantes que también interviene en el metabolismo de los lípidos.
En menor medida, es fuente de fósforo y calcio. El fósforo, esencial para órganos vitales como el cerebro, el corazón y los riñones, desempeña una serie de roles clave en la formación de proteínas, el control hormonal, el metabolismo y la salud ósea. Por su parte, el calcio contribuye a la coagulación sanguínea, al correcto funcionamiento del corazón, los músculos y los nervios, así como a la formación y reparación de los huesos.