El laurel, conocido científicamente como Laurus nobilis, ha sido un elemento fascinante a lo largo de la historia, no solo por sus usos culinarios, sino también por su significado cultural y sus beneficios medicinales. En la cocina moderna, sus hojas se utilizan para infundir sabor a diversos platos, desde sopas hasta guisos, aportando un aroma y sabor característico.
Incluso en el ámbito de la veterinaria, esta planta ha sido utilizada para combatir parásitos en animales. Además, para el cuidado externo, el laurel se emplea en el tratamiento de dolores reumáticos y afecciones de la piel, gracias a sus propiedades antiinflamatorias y fungicidas.
El laurel contiene una rica variedad de nutrientes, incluyendo vitaminas A, C, B6, tiamina, riboflavina, niacina y folato, además de minerales como calcio, hierro, magnesio, fósforo, potasio, sodio, zinc, cobre, manganeso y selenio. Estos componentes hacen del laurel un potente aliado para el sistema inmunológico, fortaleciendo las defensas del cuerpo contra diversas enfermedades.
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En el ámbito de la salud cardiovascular, el laurel ha demostrado tener un efecto beneficioso, ayudando a reducir el colesterol LDL (malo) y aumentar el HDL (bueno), así como a disminuir los niveles de triglicéridos en sangre. Esto es especialmente significativo dada la prevalencia de enfermedades cardiovasculares en la sociedad moderna. Estudios han indicado que el consumo de hojas de laurel en diversas formas, como en infusiones o incluso en cápsulas concentradas, puede ser beneficioso para personas con condiciones como la diabetes tipo 2, mostrando descensos significativos en los niveles de glucosa.
Del estómago a las migrañas
Uno de los principales beneficios del laurel es su capacidad para aliviar problemas relacionados con la acidez estomacal y la formación de gases. Según un estudio publicado en la revista científica Food Chemistry, las sustancias contenidas en el laurel, como el cineol y el eugenol, contribuyen a prevenir y reducir estos problemas digestivos. Estos compuestos actúan en el organismo favoreciendo procesos digestivos más eficientes y aliviando síntomas molestos como la acidez y la flatulencia.
Por su parte, el eugenol, un compuesto presente en el laurel, es conocido por sus propiedades antiinflamatorias, ofreciendo alivio en afecciones como la artritis y las migrañas. Además, esta planta posee cualidades expectorantes, lo que la hace útil en el tratamiento de afecciones respiratorias como bronquitis y faringitis, ayudando a expulsar la mucosidad y combatiendo las infecciones bacterianas.
El uso del laurel en la medicina tradicional también abarca aplicaciones en el cuidado de la piel y el cabello. Se ha utilizado en tratamientos antirreumáticos, en la curación de afecciones de la piel causadas por hongos y en la regeneración del cuero cabelludo, combatiendo problemas como la caspa y la seborrea. Además, su acción diurética lo convierte en un aliado en tratamientos para la obesidad y ciertas enfermedades hepáticas, promoviendo la eliminación de líquidos y toxinas del cuerpo.
Hay estudios que relacionan el consumo de este aderezo o especia con la actividad antitumoral y antimicrobiana, como el del Instituto Politécnico de Braganza, Portugal. De igual modo, se ha estudiado su actividad sobre los órganos de modelos animales diabéticos, viendo que una administración controlada de laurel suprimió significativamente la diabetes inducida. Incluso se ha observado un efecto protector sobre el hígado, según una investigación de la Universidad de Kerbala, Irak.
Consumo con precaución
A pesar de estos múltiples beneficios, es importante considerar que el consumo excesivo de laurel puede tener efectos adversos, como náuseas, vómitos y diarreas. Asimismo, su uso no se recomienda en ciertas condiciones de salud. Por lo tanto, es esencial un consumo moderado y, en caso de dudas, consultar con un profesional de la salud.
"No se debe consumir durante el embarazo, la lactancia, en menores de seis años, en pacientes con gastritis, úlcera gastroduodenal, intestino irritable, colitis ulcerosa, epilepsia, Parkinson y otras patologías que afecten al sistema nervioso", recomienda María Ángeles Escribano, nutricionista-dietista.