España es uno de los países del mundo que exhiben una de las esperanzas de vida más altas, pero esto no siempre ha sido así. En el último siglo han tenido lugar grandes avances a nivel global que han sido fundamentales: una mayor comprensión de las enfermedades y, por supuesto, avances como las vacunas y los antibióticos que han reducido en gran medida la mortalidad infantil. Sin embargo, a medida que hemos avanzado en ese aspecto, hemos descuidado uno de los aspectos más importantes y más básicos: nuestros hábitos.
Sin duda, uno de los logros que más ha repercutido en el descenso de la mortalidad en los últimos años ha sido lo que se ha llamado la revolución cardiovascular. Se conoce por este nombre a los avances que se han producido en el control de la tensión de las personas con hipertensión y las medidas de concienciación para reducir el riesgo de enfermedades del corazón. Entre estos últimos se encuentra el descenso del tabaquismo, aunque en los últimos años la cifra de fumadores se ha estancado, como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL.
Si bien contar con estos avances a nuestro alrededor ha aumentado nuestra esperanza de vivir más años, hacerlo con calidad depende en gran parte de nosotros. Con los avances en salud, también ha habido avances en la industria alimentaria. Aunque ahora los alimentos son más accesibles para todos en España, se han colado en nuestras casas una serie de productos procesados muy deliciosos y fáciles de preparar, pero que dañan nos dañan. Basar nuestra dieta en vegetales y habituarnos a cocinar en casa es un paso importante hacia los mejores hábitos, pero también apartarse de estos tres alimentos.
Los snacks procesados
Incluso las personas que más se cuidan tienen la tentación de picar algo entre horas, pero lo importante no es picar en sí, sino lo que picamos. Los alimentos del supermercado que están pensados para esto suelen ser las patatas fritas, el maíz frito o, incluso, los productos que se suelen anunciar como dietéticos, como las tortitas de arroz inflado. Todos estos alimentos son productos procesados con demasiados ingredientes insanos, demasiadas calorías, grasas de baja calidad, sal o azúcar.
Todo esto se relaciona con factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular, como son la hipertensión, los altos niveles de colesterol LDL en la sangre, la diabetes tipo 2 y, sobre todo, la obesidad. ¿Qué hacemos entonces? Pues optar por un picoteo no relacionado con estos inconvenientes, sino con beneficios. La fruta es el mejor snack que podemos tomar, pero también podemos tomar frutos secos —eso sí, siempre que se vendan al natural—, yogur natural o algunos cereales integrales, como la avena.
Las carnes procesadas
Las salchichas, los embutidos y las carnes ahumadas o curadas se han colocado en el punto de mira de los expertos en salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) las ha señalado como un producto cancerígeno que puede producir cáncer colorrectal si se abusa de él. Sin embargo, las carnes procesadas también tienen efectos negativos para la salud de nuestro corazón y, por desgracia, en España este tipo de alimentos es muy popular.
Este tipo de alimentos se caracterizan por tener una altísima cantidad de sal y de sodio, lo que altera la tensión arterial y pueden ser muy dañinos para las personas con hipertensión. También contienen una gran proporción de grasas saturadas, lo que puede dar lugar a la acumulación de colesterol en las arterias. Pero, además, existe un riesgo desconocido y es que al digerirse, la carne procesada produce en nuestro organismo una serie de metabolitos que se han relacionado con enfermedades cardiovasculares, como apunta este artículo de EL ESPAÑOL.
["Soy cardióloga y estos son los seis alimentos que no como jamás": los tomamos a diario en España]
El vino
No, no debemos beber una copa al día pensando en que nos ayudará a mejorar la salud de nuestro corazón. En realidad, esta bebida es alcohólica y, como tal, está asociada a más inconvenientes que beneficios. Tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, un estudio publicado en European Heart Journal concluyó que las personas que bebían alcohol de manera moderada tenían un 16% más de riesgo de sufrir una fibrilación atrial que una persona abstemia en un plazo de 14 años.
"Además del riesgo un 16% superior de fibrilación atrial entre los bebedores moderados en comparación con los abstemios, los investigadores también observaron un incremento de la incidencia en directa relación con el aumento del consumo: de un 28% más si se tomaban hasta dos copas diarias, y de un 47% si eran cuatro", explica el artículo.