Este martes se hacía público que el portal europeo de seguridad alimentaria RASFF (Rapid Alert System for Food and Feed) ha detectado hepatitis A en fresas procedentes de Marruecos. Desde entonces, las dudas de los consumidores se han centrado en dos aspectos. En primer lugar, ¿cómo ha llegado el virus a estos alimentos? Y segundo: ¿es posible contraer la hepatitis A por vía alimentaria?
Sabemos que existen hasta 5 tipos de hepatitis (A, B, C, D y E), siendo las más conocidas la hepatitis A, B y C. Sin embargo, la hepatitis A se diferencia por su vía de contagio, que en este caso es fecal-oral, es decir, a través del consumo de agua o alimentos contaminados. Tanto la hepatitis B como la hepatitis C se transmiten a través de sangre, semen u otros líquidos corporales infectados.
¿Cómo se contrae la hepatitis A?
Como explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), la hepatitis A es una inflamación del hígado causada por el virus VHA, pudiendo ser de leve a grave dependiendo de las comorbilidades que sufra la persona contagiada. No es un virus transmisible por el aire o de persona a persona, como los del resfriado, la gripe o el Covid-19. El VHA se transmite principalmente a través de la ingestión de agua o alimentos contaminados por las heces de una persona infectada.
[Alertan de la presencia de hepatitis A en unas fresas procedentes de Marruecos y vendidas en España]
De hecho, la hepatitis A se asocia con el consumo de agua o alimentos insalubres, los cuales pueden haber tenido contacto con aguas fecales. Esto es lo que se sospecha que ha ocurrido en el caso de las fresas de Marruecos, y en otros precedentes como en el de las frutas congeladas contaminadas procedentes de Bélgica durante 2022.
¿Es una enfermedad grave?
La mayoría de los casos de hepatitis A no requieren tratamiento y su recuperación es completa a diferencia de la hepatitis B o C, que pueden cronificarse e incluso ser letales. Sin embargo, puede dar lugar a una enfermedad debilitante que sí puede llegar a ser letal en casos muy específicos. Además, como sucede con la hepatitis B, también posee vacuna, lo que reduce su rango de propagación.
La hepatitis A sigue una distribución geográfica determinada, afectando a los países con bajos ingresos y malas condiciones de saneamiento. La OMS calcula que alrededor del 90% de los niños en esas regiones ya han sufrido la hepatitis A antes de los 10 años, y la mayoría de veces de forma asintomática. La facilidad para viajar a casi cualquier zona del mundo, no obstante, ha hecho que sea fácil contraer la enfermedad tras visitar zonas endémicas.
También es habitual que la enfermedad se transmita entre familias o grupos enteros dada su transmisión "fecal-oral". Esto ocurre cuando la persona encargada de cocinar está contagiada y no tiene acceso a una buena higiene. En cuanto a la transmisión por agua, es menos frecuente, y suele relacionarse con la contaminación por aguas residuales o el uso de agua insuficientemente tratada.
¿Qué síntomas tiene?
Se sabe que la hepatitis A requiere entre 14 y 28 días de incubación, pudiendo producir fiebre, malestar, pérdida de apetito, diarrea, náuseas, dolor abdominal, coloración oscura de la orina y coloración amarillenta de piel y ojos. Cabe destacar que lo más habitual es que se sufra como una mera gastroenteritis común, siendo más habitual en los niños.
Los casos de hepatitis A son indistinguibles del resto de las hepatitis, y su diagnóstico se hace mediante análisis de sus anticuerpos en sangre. Sin embargo, dadas sus grandes similitudes con las gastroenteritis habituales, no suele hacerse esta prueba. Tampoco existe un tratamiento específico para la hepatitis A, dado que los síntomas remiten lentamente, aunque puedan durar semanas o meses.
En los raros casos donde se produzca una insuficiencia hepática aguda, mucho más grave que el cuadro clínico habitual, sí se daría la necesidad de hospitalización y tratamiento de los síntomas. El virus desaparecerá con el paso del tiempo sin cronificarse. Con un abastecimiento adecuado de agua potable, la correcta eliminación de las aguas residuales, unas buenas prácticas de higiene y la vacunación, la OMS considera que se puede reducir la propagación de la enfermedad.