El huevo, por su versatilidad, accesibilidad y riqueza nutricional, ocupa un lugar destacado en la gastronomía española, pese a no ser tan recurrente en los desayunos como en las culturas anglosajonas. Su preparación admite múltiples formas: fritos, revueltos, escalfados, hervidos o incluso cocidos en microondas, facilitando su inclusión en diversas comidas del día. Este alimento, compuesto principalmente por yema y clara, esconde entre sus partes un elemento poco conocido pero esencial para su estructura: la chalaza, ese filamento blanco y gelatinoso que se observa junto a la yema.
La chalaza, lejos de ser un residuo o una imperfección, juega un papel crucial en el desarrollo y la integridad del huevo. Estas estructuras en forma de cordón, presentes en ambos extremos de la yema, son esenciales para mantenerla en el centro del huevo, evitando su contacto con la cáscara y protegiéndola de posibles daños. Están formadas por proteínas y actúan como estabilizadores naturales que aseguran la posición óptima de la yema durante el proceso de gestación y tras la puesta.
Contrario a algunas creencias populares, la presencia de este hilillo es indicativa de su frescura y calidad. Este filamento no solo es seguro para el consumo, sino que su visibilidad y consistencia son señales de un huevo recientemente puesto. Con el paso del tiempo, la chalaza puede perder visibilidad o coloración, pero su presencia inicial es garantía de que no ha sufrido alteraciones significativas desde su puesta.
Signo de calidad
El hecho de que esta estructura desaparezca o se haga menos perceptible tras la cocción del huevo no debe ser motivo de preocupación para el consumidor. Esta transformación no afecta las propiedades nutricionales de este alimento ni disminuye su valor como alimento. Por el contrario, la chalaza cumple con su función hasta el final, asegurando la integridad de la yema y, por ende, del huevo como un todo.
"Su color y visibilidad sirven también como indicadores naturales de la frescura", explica a EL ESPAÑOL José Luis Rodríguez, tecnólogo de alimentos. Un huevo con estos hilillos prominentes y bien definidos es sinónimo de un producto fresco y de alta calidad. Por tanto, la observación de este detalle puede orientar al consumidor en la elección en el supermercado, asegurando una compra óptima. Además de la chalaza, existen otros aspectos de este alimento que suelen ser malinterpretados o desconocidos por la mayoría de los consumidores.
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Los mitos y las creencias erróneas sobre ciertas características como las manchas de sangre o las manchas de carne, han contribuido a una visión distorsionada de este alimento. Sin embargo, expertos en ciencia y tecnología de los alimentos han aclarado que estos fenómenos son naturales y no afectan la calidad ni la seguridad del huevo para su consumo. Tal y como lo hizo Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, pionero en la divulgación con su blog Gominolas de petróleo, que explica como las manchas de sangre son resultado de pequeñas hemorragias durante el proceso de ovulación, y las manchas de carne, asociadas a la descamación de tejidos internos de la gallina o partículas de calcio. "No debe ser motivo de alarma ni razón para descartar el huevo", señala.
El huevo en la dieta
Otro mito común se refiere a la apariencia de la cáscara, específicamente a aquellos huevos que presentan cáscaras arrugadas. Este fenómeno, a menudo malinterpretado como señal de un problema de salud en la gallina o de una menor calidad, es en realidad un aspecto superficial que no compromete la seguridad alimentaria ni la calidad nutricional del alimento en su conjunto. Por eso, aún con estas imperfecciones es una fuente excepcional de proteínas de alta calidad, conteniendo todos los aminoácidos esenciales en las proporciones correctas que el cuerpo humano necesita para el mantenimiento y la reparación de tejidos. Además, son ricos en vitaminas y minerales esenciales, incluyendo vitaminas del grupo B, vitamina D, vitamina E, y minerales como el selenio y el zinc.
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Estos nutrientes contribuyen al correcto funcionamiento del sistema inmunológico, la salud de la piel, el cabello y los ojos, y juegan un papel crucial en el mantenimiento de un metabolismo energético saludable. La presencia de colina en los huevos es especialmente destacable, ya que este nutriente es vital para la función cerebral y el desarrollo del sistema nervioso. Además, el consumo regular de huevos puede tener efectos positivos en la salud cardiovascular, contradiciendo creencias antiguas sobre su relación con el colesterol en la sangre.
Investigaciones recientes han demostrado que el consumo moderado de huevos no incrementa el riesgo de enfermedades cardiacas en personas sanas y puede formar parte de una dieta equilibrada. Los antioxidantes presentes en los huevos, como la luteína y la zeaxantina, son importantes para la salud ocular, reduciendo el riesgo de degeneración macular y cataratas. Por tanto, integrarlos en la alimentación diaria es una manera eficaz de enriquecer la dieta con nutrientes esenciales, promoviendo la salud general y el bienestar.