Suelen decir los expertos en la materia que la seguridad alimentaria comienza a debilitarse sobremanera cuando las personas compramos algún producto y lo llevamos del supermercado a nuestra casa. A partir de ahí, comienzan los peligros. Ocurre con la carne y el pescado, por ejemplo, si no se mantiene de forma adecuada la cadena de frío; o con la verdura, que a pesar de su apariencia inofensiva es el caldo de cultivo perfecto para la Salmonella. Por supuesto, también sucede con los huevos.
Pero, ¿cómo podemos saber si un huevo está realmente fresco, aparte de por su fecha de caducidad? Los especialistas tienen algunos truquillos que no todo el mundo conoce. Lo explicaba hace algún tiempo Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. "Para conocer la frescura de un huevo sólo tenemos que observarlo", argumentaba en un mensaje escrito hace algún tiempo en Twitter (ahora llamada X).
"A medida que envejece, la yema (1) se hincha y se descentra y el albumen denso y fluido (2 y 3) pierden altura y ocupan más superficie debido al aumento del pH y la pérdida de agua", añadía en su mensaje escrito en Twitter (ahora llamada X) hace algún tiempo.
Este alimento básico en la dieta de muchas personas, que se caracteriza por su elevado contenido en proteínas, esconde un buen número de curiosidades que el común de los mortales desconoce.
Por ejemplo, muchas personas piensan que el color más anaranjado de la yema del huevo es un claro indicativo de que estamos ante un mejor producto, que las gallinas que han puesto este ovoide se han criado en un mejor entorno o que estamos ante un producto casero. Nada más lejos de la realidad.
"Solemos pensar que los huevos con yema de color naranja intenso son más 'auténticos', 'naturales', 'caseros', saludables y sabrosos que los de colores suaves. Para conseguir estas tonalidades, basta con incluir en la dieta de los animales ciertos alimentos como el maíz", escribe el propio Lurueña en su libro Que no te líen con la comida (Destino, 2021).
Sea como fuere, lo cierto es que la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) establece unas directrices muy claras para que los huevos no supongan un peligro para la población y se cumplan las más básicas normas de seguridad alimentaria. Así, resulta fundamental, cuando llegamos a casa, colocarlos en la nevera para poder alargar su vida útil lo máximo posible.
La Aesan aconseja evitar cambios bruscos de temperatura en su conservación (de ahí que sea mejor colocarlos en las bandejas de la nevera y no en la puerta), y no lavarlos ni limpiarlos, "ya que tales prácticas pueden dañar su cáscara, que constituye una barrera eficaz contra la entrada de bacterias".
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria también aconseja "sacar los huevos los frigoríficos antes de su uso", "sacar sólo las unidades que se vayan a utilizar", y "cocinar correctamente los alimentos que lleven huevo, hasta que la clara y la yema estén cuajados". Por esta última razón, la afamada y exquisita tortilla de Betanzos supone un peligro desde el punto de vista alimentario.