Derribar mitos alimentarios es crucial en la era de la información, especialmente el que asocia exclusivamente la salud con los alimentos frescos. Las conservas, por ejemplo, representan una opción valiosa en la dieta diaria. En particular, las de pescado y marisco destacan por ofrecer la oportunidad de consumir un alimento en perfectas condiciones durante mucho tiempo. Estos productos, que retienen los nutrientes esenciales del mar, ofrecen una forma accesible y duradera de disfrutar de los beneficios de estos alimentos, incluyendo su alto contenido en proteínas, vitaminas y minerales como el omega-3, el zinc y el selenio.
Su proceso de envasado garantiza no solo una larga vida útil, sino también la conveniencia de tener a mano ingredientes de calidad para una alimentación saludable y equilibrada. En este contexto, las conservas de marisco, desde almejas hasta mejillones, se convierten en un componente clave de una dieta sostenible, proporcionando opciones deliciosas y nutritivas para cualquier momento.
En concreto, las almejas se destacan en el panorama nutricional principalmente por su alto contenido de hierro, un mineral esencial para diversas funciones biológicas, incluyendo la producción de hemoglobina y el transporte de oxígeno. Un estudio en el Journal of Food Science and Technology revela que las almejas pueden contener hasta 28 mg de hierro por 100 g, una cantidad significativamente mayor en comparación con los 2-3 mg por 100 g típicamente encontrados en las carnes rojas. Es decir, que pueden llegar a contener diez veces más hierro que un filete.
Micronutrientes
Es por eso que esta concentración elevada de esta molécula da a las almejas la capacidad para mejorar los niveles de hierro en el organismo es particularmente relevante en el contexto de la anemia ferropénica. De hecho, un estudio en el International Journal of Hematology muestra que, gracias a su alto contenido de hierro hemo, las almejas son más efectivas que la carne en aumentar los niveles de hierro en pacientes anémicos, facilitando así una recuperación más rápida y efectiva.
Aunque tal y como señalan algunas investigaciones, los flavonoides reducen la solubilidad y biodisponibilidad del hierro en el caso de las almejas picadas (un producto típico en Estados Unidos). "Cuando vienen pacientes con algo de anemia, además de los suplementos de hierro que les hayan recetado, siempre les recomiendo que tomen una lata de berberechos o de almejas cada dos semanas, ya que aportan mucho más hierro que las lentejas", explica Concepción Martínez, dietista-nutricionista.
Además de su riqueza en este nutriente, este molusco ofrece un alto contenido de vitamina B12, crucial para la síntesis de ADN, la producción de células sanguíneas y el mantenimiento de funciones neurológicas saludables. Según investigaciones citadas en Nutrients, las almejas superan a la carne en el aporte de esta vitamina (541% de la cantidad diaria recomendada), incluso solo su caldo, proporcionando un recurso nutricional invaluable para individuos susceptibles a deficiencias, como los veganos o personas mayores.
Desde la perspectiva proteica, este alimento no se queda atrás. Proporcionan una cantidad significativa de proteínas de alta calidad, con un perfil completo de aminoácidos. Por eso, la investigación publicada en Food Chemistry indica que la proteína de las almejas es comparable, y en algunos casos superior, a la de ciertas carnes, lo que las convierte en una excelente opción para el mantenimiento de la masa muscular y la salud general.
Omega-3
En términos de lípidos, contienen ácidos grasos omega-3 conocidos por sus efectos beneficiosos sobre la salud cardiovascular. Tal y como revelan investigaciones publicadas en el American Journal of Clinical Nutrition sugieren que el consumo de almejas, en comparación con la carne roja rica en grasas saturadas, puede reducir significativamente el riesgo de enfermedades cardíacas, gracias a su perfil de grasas más saludable.
Este molusco es también una fuente notable de zinc y selenio, minerales esenciales para el funcionamiento óptimo del sistema inmunológico. Según un estudio de la Journal of Trace Elements in Medicine and Biology, las almejas aportan estos nutrientes en concentraciones superiores a las de la carne, fortaleciendo así las defensas del cuerpo contra diversas infecciones y enfermedades.
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El impacto positivo del consumo de este alimento en conserva sobre la función cognitiva se debe en parte a su contenido de nutrientes esenciales, como los ácidos grasos omega-3. Un nutriente que se relaciona con una menor incidencia de deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas.
El control del peso es otro beneficio asociado a su consumo, debido a su bajo contenido calórico y alta densidad nutricional. Según un estudio en Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, integrar almejas en la dieta puede contribuir a la pérdida de peso y a la mejora de la saciedad, facilitando así la gestión de un peso saludable. Las almejas incluso tienen un impacto ambiental menor en comparación con la carne, especialmente la producida en sistemas de ganadería intensiva. De hecho, un análisis en Environmental Science & Technology destaca que la acuicultura de almejas genera menos emisiones de gases de efecto invernadero y requiere menos recursos naturales, posicionándolas como una alternativa sostenible en la alimentación.