Los hábitos saludables para cuidar de los riñones son muy similares a los que también hay que adoptar si queremos cuidar de nuestro corazón. Por eso, todos estamos familiarizados con ellos: debemos dejar de fumar si lo hacemos, hacer ejercicio físico y, por supuesto, comer una dieta saludable. Una de esas dietas es la mediterránea, que ayuda a mantener niveles recomendables de tensión arterial, colesterol total y de glucosa en sangre. Ahora bien, en el caso de los riñones existen algunos consejos extra que debemos apuntarnos.
Sin duda, uno de los que tenemos más presentes es que debemos estar correctamente hidratados. En cualquier caso, este objetivo no tiene nada que ver con forzarnos a beber dos litros de agua todos los días. Tal y como explica el médico Fernando Fabiani en este artículo de EL ESPAÑOL, en realidad deberíamos conectar con nuestra sensación de sed y beber cuando nuestro cuerpo nos advierta de esta necesidad. Beber líquidos —eso sí, sin alcohol o exceso de azúcares— ayuda a limpiar los riñones de sodio y toxinas.
Algunos alimentos, además, contienen sustancias que pueden llegar a agregarse formando cristales, como el calcio, el oxalato y el famoso ácido úrico. Este último compuesto es especialmente conocido por su presencia en las cabezas de langostinos, que en España tenemos la costumbre de succionar con fruición. En realidad, lo que tienen los langostinos y sus cabezas son purinas, que el cuerpo termina descomponiendo en ese ácido úrico. Por esta razón, los langostinos y muchos otros mariscos deben comerse con cuidado para no afectar los riñones.
Metales pesados
Los niveles altos de ácido úrico en la sangre se asocian con la formación de estos cálculos renales y los conocidos como cólicos nefríticos, que es el fuerte dolor que se produce en las vías urinarias por una obstrucción aguda debido a una de estas piedras. Además, el ácido úrico también es conocido por aumentar el riesgo de padecer gota, que sucede cuando ese mismo ácido úrico viaja por el torrente sanguíneo y cristaliza en algunas articulaciones. Los ataques de gota también son muy dolorosos y repentinos y se acompañan de una fuerte hinchazón.
De todas formas, los urólogos evitan chupar las cabezas de los langostinos por otra razón muy importante. En esta parte del animal se pueden concentrar altas cantidades de cadmio, un tipo de metal pesado que no tiene ninguna función nutricional para los humanos, pero sí puede ser peligroso. "Se trata de un elemento que presenta numerosos efectos tóxicos, siendo la disfunción renal el principal efecto por exposición prolongada", explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) en su página web.
El cadmio, según explica la Aesan, se puede acumular con facilidad en los túbulos proximales, que son una de las estructuras fundamentales de los riñones. De hecho, el cadmio puede estar acumulado en riñones, y también en el hígado, durante un tiempo medio de entre 10 y 30 años. Además, "también puede provocar la desmineralización de los huesos, por acción directa o como resultado del daño renal", explican también desde la Aesan. Es decir, que chupar las cabezas de las gambas de manera habitual es una mala costumbre para la salud del sistema urinario.
Nutrientes saludables
En cualquier caso, el resto del langostino sí que se considera un alimento saludable cuando se come con moderación. El langostino es "muy apreciado en todo el mundo por su alta calidad gastronómica, la carne del langostino nos aporta proteínas, y es baja en calorías por tener poca grasa. Otros nutrientes destacados son el yodo, el fósforo, el selenio y el calcio, entre los minerales; y las vitaminas B12 y B3, entre las vitaminas", explica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) en este informe.
Sin embargo, se trata de un producto que las personas con el colesterol alto temen y se suele recomendar que lo sustituyan por pescados blancos. En cualquier caso, la mayor parte del colesterol de los langostinos también se encuentra en la cabeza, como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, y además aporta un número realmente bajo de ácidos grasos saturados, que son los verdaderos responsables del colesterol alto.