La versatilidad de las patatas en la cocina española es insuperable: desde la clásica tortilla de patatas hasta las irresistibles patatas bravas, pasando por la refrescante ensaladilla rusa y las reconfortantes patatas a lo pobre, este tubérculo se ha convertido en un ingrediente indispensable en la gastronomía del país. Ya sea en el hogar, en una taberna tradicional o en un restaurante de alta cocina, las patatas están presentes en prácticamente todos los rincones culinarios, demostrando su capacidad para adaptarse a cualquier estilo y presupuesto.
Además de su omnipresencia en la mesa española, las patatas ofrecen una serie de beneficios para la salud. A pesar de su modesto precio, son una fuente rica en nutrientes y contienen muy poca grasa, siempre y cuando se cocinen de manera adecuada. Además, recientes investigaciones han revelado nuevos motivos para incluir las patatas en nuestra dieta, como el impacto positivo de uno de sus nutrientes en la salud intestinal: el almidón resistente.
¿Y cuál es el nexo entre el almidón y un intestino sano? Para responder a esta pregunta, tenemos que señalar a la Roseburia intestinalis, una especie bacteriana que pertenece al género Roseburia, que a su vez forma parte de la familia Lachnospiraceae. Esta bacteria se encuentra naturalmente en el intestino humano, específicamente en el colon, donde constituye aproximadamente el 2% del microbioma. Ahí desempeña un papel importante en la fermentación de carbohidratos no digeribles, como los polisacáridos presentes en la fibra dietética o el almidón.
Los ácidos grasos de cadena corta
Dentro del tracto gastrointestinal, una de las funciones que cumplen las especies microbianas gira en torno a la síntesis de ácidos grasos de cadena corta, derivados de la fermentación de polisacáridos presentes principalmente en alimentos ricos en almidón. Estos compuestos desempeñan roles multifacéticos, sirviendo como una fuente de energía vital para la proliferación celular, facilitando la comunicación intercelular entre el intestino y el cerebro, y orquestando diversas vías metabólicas.
Entre los ácidos grasos de cadena corta, el butirato es uno de los más importantes, ya que se está demostrando una relación con la salud general y la resistencia a ciertas enfermedades. Principalmente, el butirato sirve como sustrato principal para el mantenimiento y la construcción de la barrera mucosa que recubre el epitelio intestinal. Esta barrera tiene una importancia crucial en garantizar una funcionalidad óptima del intestino al fortalecer el cuerpo contra patógenos, fomentar la absorción de nutrientes y proteger contra insultos inflamatorios.
Y aquí es donde de nuevo, tenemos que nombrar a nuestra conocida Roseburia intestinalis. Es una pieza fundamental en la producción de butirato dentro del entorno intestinal es la bacteria, aprovechando maquinaria enzimática especializada. Entre los beneficiosos efectos de esta bacteria, encontramos desde la mitigación de la inflamación hasta la reinstauración de la homeostasis microbiana dentro del ecosistema intestinal. Además, la evidencia sugiere que puede ayudar en la reducción de diversas condiciones patológicas, como las enfermedades inflamatorias intestinales y los trastornos metabólicos como la diabetes.
El almidón muy presente en la dieta española
Aunque una de las principales fuentes de almidón es la patata, en España consumimos muchos otros alimentos que contienen este carbohidrato. De algunos de ellos, ya hemos hablado en EL ESPAÑOL. Es el caso del arroz o del maíz, por citar solo algunos de ellos. Aunque no existen datos oficiales al respecto. podemos intuir que está bastante presente en la dieta cotidiana de nuestro país, y algunas estimaciones hablan de un consumo per cápito de 50-60 gramos por día. Pero al hablar del almidón, es necesario tener en cuenta algunas cuestiones.
La primera, que no todos los almidones son iguales y cada uno genera efectos diferentes en la salud y el metabolismo humano. El almidón resistente, el que se encuentra en legumbres, cereales integrales y patatas frías, se caracteriza por su capacidad de resistir la digestión en el intestino delgado y llegar intacto al colon, donde es fermentado por las bacterias intestinales. En cambio, el almidón digestible, que se encuentra en alimentos como el pan blanco, el arroz blanco y los productos procesados, se descompone rápidamente en glucosa en el intestino delgado, lo que puede provocar un aumento rápido de los niveles de azúcar en sangre y contribuir a problemas de salud como la resistencia a la insulina y la obesidad.
Además, la forma en que se cocinan los alimentos ricos en almidón también puede influir en su impacto en la salud. Por ejemplo, los alimentos ricos en almidón que se cocinan a altas temperaturas o durante largos períodos de tiempo pueden experimentar una gelatinización más completa del almidón, aumentar su índice glucémico y provocar un aumento más rápido de los niveles de azúcar en sangre. Por lo tanto, es importante considerar tanto el tipo de almidón presente en los alimentos como los métodos de cocción utilizados para maximizar los beneficios para la salud y minimizar los efectos negativos asociados con su consumo.