El desayuno, esa primera comida del día que marca el inicio de nuestras jornadas, es una práctica arraigada en la cultura de muchos países alrededor del mundo. En España, el desayuno no es solo una cuestión de nutrición, sino también de tradición y costumbre. Algunos lo toman casi como un banquete; otros se conforman con un café solo. Hay tantas formas de practicarlo como se nos ocurra, con una inmensa variedad, desde los típicos y poco saludables churros hasta las opciones más healthy, con frutas y verduras.
Pero, sin duda, si hay que escoger un desayuno como el más popular, este es la tostada, que puede ir acompañada casi de cualquier cosa: fiambre, jamón, tomate, mantequilla, mermelada, queso… Es cierto que no es la opción más recomendable, aunque tampoco es la peor de todas, sobre todo si comparamos con los desayunos cargados de azúcares y grasas. Pero, en cualquier caso, cada vez más voces alertan de algunos de sus efectos, como el aumento del índice glucémico, el incremento de la grasa corporal y el riesgo de sobrepeso. Por eso, hay personas que no deben incluirlas en su desayuno. Y sobre ellas vamos a hablar a continuación.
Personas con diabetes o prediabetes
Las tostadas suelen estar hechas con pan blanco, el cual tiene un alto índice glucémico (IG), ya que se elabora a partir de harinas refinadas, que carecen de componentes valiosos como el salvado y el germen, ricos en fibra. Este proceso de refinamiento resulta en un producto menos saciante y más propenso a aumentar el índice glucémico durante la digestión. La amilopectina, un tipo de hidrato de carbono presente en el pan blanco, se convierte rápidamente en azúcar en el cuerpo, lo que puede provocar picos de glucosa en sangre y una respuesta elevada de insulina.
Para las personas con diabetes o prediabetes, esto puede ser problemático ya que puede dificultar el control del azúcar en sangre y aumentar el riesgo de complicaciones a largo plazo. Optar por panes integrales o bajos en carbohidratos puede ser una alternativa adecuada, ya que tienden a tener un IG más bajo y proporcionar una liberación de energía más gradual, ayudando así a mantener los niveles de azúcar en sangre más estables.
Personas que controlan su peso
Como hemos visto, el pan elaborado con harinas refinadas puede aumentar la producción de insulina en respuesta al aumento del nivel de glucosa en sangre. Este exceso de insulina, según algunas investigaciones, puede conducir al aumento de la grasa corporal. Los polisacáridos presentes en el pan blanco, como el almidón, pueden convertirse rápidamente en azúcar durante la fermentación, lo que contribuye a este proceso. Diferentes estudios, como el realizado por el departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra o por el Hospital La Paz de Madrid han demostrado una asociación significativa entre el consumo regular de pan blanco y un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad.
Además, el pan blanco utilizado comúnmente para hacer tostadas no suele ser una fuente óptima de nutrientes, lo que significa que estas calorías adicionales pueden provenir principalmente de carbohidratos refinados sin proporcionar muchos beneficios nutricionales. No podemos dejar de lado que las tostadas suelen ir acompañadas de ingredientes como mantequilla, mermeladas o aderezos grasos, pueden ser ricas en calorías y grasas no saludables. Esto también puede contribuir al aumento de peso o dificultar la pérdida del mismo.
Personas con enfermedades celíacas o sensibilidad al gluten
El pan tradicional utilizado para hacer tostadas contiene gluten, una proteína que puede desencadenar reacciones adversas en personas con enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten no celíaca. El gluten, una proteína presente en el trigo y otros cereales como la cebada y el centeno, es un desencadenante conocido de reacciones adversas en personas con enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten no celíaca.
Para las personas con enfermedad celíaca, una enfermedad autoinmune caracterizada por una reacción inmune al gluten, el consumo de esta proteína, que se encuentra también en las tostadas, puede causar daño en el revestimiento del intestino delgado, lo que conduce a una mala absorción de nutrientes y una serie de síntomas gastrointestinales y sistémicos. El malestar abdominal, la diarrea, la fatiga y otros síntomas pueden ser persistentes y debilitantes si no se trata adecuadamente.
Además, las personas con sensibilidad al gluten no celíaca experimentan síntomas similares al consumir gluten, pero sin el daño intestinal característico de la enfermedad celíaca. Aunque la sensibilidad al gluten no celíaca es menos comprendida que la enfermedad celíaca, los síntomas pueden ser igualmente debilitantes y pueden interferir significativamente con la calidad de vida de las personas afectadas.