El interés por la longevidad saludable no deja de crecer: cada vez vivimos más, y queremos hacerlo en el mejor estado de salud posible. Sin embargo, las historias que protagonizan estos entrañables 'supercentenarios': caen en el error habitual de preguntarles por sus hábitos y publicar la anécdota más curiosa en lugar de contrastar, como hacen los estudios sobre longevidad, si de verdad ése es el motivo.
Así lo denuncia el investigador Bradley Elliott, de la Universidad de Westminster, en un reciente artículo de The Conversation. En la vorágine de Internet, las respuestas habituales a las cuestiones sobre longevidad suelen ser siempre lo más llamativas posibles. La prensa británica habla así con fruición de mayores cuyo 'secreto' es tomar a diario alimentos muy alejados de una dieta saludable como fish & chips -pescado rebozado con patatas fritas-, un whisky diario o bacon para desayunar..
Esta problemática se conoce como el 'sesgo del superviviente', y Elliott la explica mediante historia y estadística. Durante la Segunda Guerra Mundial, los estadistas aliados intentaron minimizar el número de bombarderos derribados estudiando los patrones de daño de los aviones que sí lograban regresar. Elaboraron mapas de las partes de la aeronave que se dañaban con más frecuencia con el objetivo de blindarlas mejor. Y, paradójicamente, eso fue un error.
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Posteriormente, el estadista Abraham Wald defendió la idea opuesta: los aviones estudiados volvían, pero ¿y los que no volvían? Según Wald, lo ideal sería blindar mejor aquellas zonas del avión que no llegaron a dañarse, dado que cualquier avión impactado en esas áreas siempre era derribado, jamás regresaba, y por tanto escapaba del estudio.
En este conocido sesgo cognitivo y estadístico el problema es que solo se tienen en cuenta a los supervivientes. Un ejemplo llevado al absurdo, como explica el mismo Elliott, sería analizar a un grupo de 100 personas fumadoras durante toda su vida. Como es sabido hoy en día, la mayoría morirían de cáncer, enfermedad pulmonar o enfermedad cardíaca, pero uno o dos desafiarían a la probabilidad. No faltaría entonces quien dijera que "llegó a los 100 años fumando un paquete de tabaco diario".
Este sinsentido podemos encontrarlo en todas partes, incluso en casos de personas que alcanzan el éxito y la fama. Todos hablan de "trabajo duro" y "confianza en uno mismo" obviando los innumerables casos de personas que hicieron exactamente lo mismo sin llegar a prosperar pese a encontrarse en las mismas circunstancias. Pasa de forma muy habitual: se escucha a aquellos que han triunfado y se ignora a los que han fracasado pese a que podríamos aprender con el ejemplo.
El Dr. Elliott explica que trabaja con una gran diversidad de personas mayores, incluyendo a personas atípicas con edades extremas. Actualmente estudian a mayores de 65 años que han mantenido niveles inusualmente elevados de actividad física hasta una edad avanzada, y conservan una salud excelente. Son, obviamente, ejemplos de personas atípicas en comparación a la población general.
Se sabe que realizar ejercicio físico toda la vida se asocia con una buena salud, incluso en edades avanzadas. Pero, nuevamente, asoma el sesgo del superviviente: se podría afirmar que las personas muy activas tienen menos riesgo de sufrir enfermedades crónicas como el cáncer o la enfermedad cardiovascular. Pero también podría tratarse de justo lo contrario: aquellas personas que siguen activas a una edad avanzada lo hacen porque no han padecido ninguna de estas enfermedades durante su vida.
De hecho, como explica Elliott, podría haber algún tercer factor desconocido no identificado que mantenga a estas personas saludables y las mantenga haciendo ejercicio. Por tanto, de forma "cuidadosamente cautelosa", Elliot plantea los tres consejos de vida que comparten todos los centenarios y "probablemente nos harán vivir más tiempo": ser muy activo físicamente, no comer demasiado y no fumar.
Además, si queremos redondear estas cualidades, conviene "ser positivo en la vida" y, aunque esto no está ya en nuestra mano, "poseer una buena genética". Como concluye el investigador con una frase que se repite de forma continuada en cualquier clase de ciencias: correlación no implica causalidad. El cerebro humano tiende a ver patrones entre dos variables y a asumir que una causa la otra, pero se ha demostrado que en muchas ocasiones no es as. Y ahí tenemos el caso del sesgo de supervivencia.