Multitud de estudios buscan en la actualidad cuál será la molécula o la fórmula óptima que nos hará vivir una larga vida libre de enfermedades crónicas. El concepto se conoce en la literatura científica como "años libres de enfermedad", pero hablar de "años de calidad de vida" sería un enfoque más adecuado. La realidad, sin embargo, es que una sustancia básica para la vida tiene la clave de la longevidad.
El agua, esencial para múltiples funciones corporales como la digestión, la creación de hormonas y neurotransmisores o el suministro y difusión de oxígeno, forma parte del 60-70% del organismo humano. Y según estudios como el publicado en eBioMedicine, también ayudaría a fomentar un envejecimiento saludable. En España, aunque el mito de tener que beber dos litros de agua al día ha quedado desmentido, la hidratación -especialmente en los meses de calor- es una tarea pendiente.
El estudio, llevado a cabo por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, apunta a que los adultos bien hidratados serían los que parecen desarrollar menos condiciones de salud crónicas, tales como enfermedad cardíaca, enfermedad pulmonar y enfermedad metabólica. Además, reducirían el riesgo de sufrir una muerte prematura, y presentarían una mejor salud en general.
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El estudio analizó datos de salud de 11.255 adultos recopilados durante 30 años, y también analizó los vínculos entre los niveles sanguíneos de sodio y la hidratación. En general, estos niveles aumentan a si disminuye la hidratación, y viceversa, como ya explicamos en EL ESPAÑOL al hablar de la hiponatremia del corredor. El exceso o el déficit pueden ser perjudiciales, sobre todo si se producen de forma drástica.
Los investigadores evaluaron la información compartida durante cinco visitas médicas para cada participante. Las dos primeras fueron cuando tenían alrededor de 50 años, y la última entre los 70 y 90 años. Se excluyó a los adultos que tenían niveles altos de sodio en sangre en su primer control, y a aquellos que ya sufrían enfermedades previas que pudiesen afectar a estos niveles como la obesidad.
Los investigadores también analizaron los niveles de sodio y su correlación con el envejecimiento biológico, usando 15 marcadores de salud. Estos incluyeron la presión arterial sistólica, el azúcar sanguíneo y el colesterol. Se tuvieron en cuenta posibles factores de confusión, como factores demográficos y de salud, edad, raza, sexo biológico, tabaquismo o hipertensión.
Según los resultados del estudio, los adultos en el extremo superior del nivel normal de sodio en sangre tenían entre un 10-15% más de probabilidades de ser biológicamente mayores que su edad cronológica. Además, los participantes con mayor riesgo de envejecer más rápidamente también tenían un 64% más de probabilidad de desarrollar enfermedades cardio o cerebrovasculares, enfermedad pulmonar crónica, enfermedad arterial periférica, diabetes y demencia.
Sin embargo, durante el estudio no se tuvo en cuenta cuánta agua bebían realmente los participantes: el dato se dedujo en función de sus niveles de sodio en sangre, por lo que no es posible determinar un efecto causal en la deshidratación. A pesar de ello, Natalia Dmitrieva, investigadora del Laboratorio de Medicina Regenerativa Cardiovascular en los NIH y en el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI), sostiene que "los resultados sugieren que una hidratación adecuada puede ralentizar el envejecimiento y prolongar una vida libre de enfermedad".
Dmitrieva explica que "la disminución del contenido de agua corporal es el factor más común que aumenta los niveles de sodio sérico". Por tanto, sus resultados sugieren que "mantenerse bien hidratado ralentizaría el proceso de envejecimiento y reduciría el riesgo de sufrir enfermedades crónicas"
En estudios previos, el mismo equipo de investigadores comprobó la asociación entre un nivel elevado de sodio en sangre con un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca. Este último estudio añadiría evidencia observacional que refuerza los beneficios de una correcta hidratación a largo plazo, incluyendo una reducción del riesgo de muerte prematura.