La nutricionista Paloma Quintana.

La nutricionista Paloma Quintana.

Nutrición

La nutricionista Paloma Quintana alerta sobre la fruta en España: "Es un autoengaño"

Aunque la fruta es un alimento muy saludable, los expertos también recomiendan comerla en su justa medida para evitar problemas de salud.

26 mayo, 2024 02:18

Aunque la fruta es un componente esencial de una dieta equilibrada, hay razones suficientes para argumentar que no constituye un alimento nutritivo complejo por sí sola. De hecho, sobre esto mismo insiste Paloma Quintana, dietista-nutricionista, tecnóloga de alimentos y máster en Nutrición Humana, autora de Cocina, come y pierde grasa (Zenith, 2021). "Esto de la fruta llega a ser un poquito de autoengaño", explica en un vídeo en Instagram. "Es un gustito dulce, en realidad no son alimentos nutritivos completos como podrían ser un plato a base de carne, pescado y huevos", subraya.

La razón es que en primer lugar, la fruta carece de ciertos nutrientes esenciales que son cruciales para la salud humana, como proteínas completas y grasas saludables. Las dietas exclusivamente frugívoras pueden llevar a deficiencias de proteínas y grasas esenciales, componentes vitales para la función celular y la salud en general.

Estas además pueden carecer de aminoácidos esenciales que el cuerpo no puede sintetizar por sí mismo, y de ácidos grasos esenciales, como los omega-3 y omega-6, que son fundamentales para la función cerebral y la reducción de la inflamación. La ausencia de estos nutrientes puede provocar una serie de problemas de salud, desde pérdida de masa muscular hasta disfunciones cognitivas.

Demasiado azúcar si se abusa

Otro aspecto a considerar es el contenido de azúcar natural en la fruta. Aunque el azúcar de la fruta, la fructosa, se procesa de manera diferente en el cuerpo que los azúcares añadidos, su consumo excesivo puede tener efectos negativos. En grandes cantidades puede contribuir a problemas metabólicos similares a los provocados por el consumo de azúcar refinada, como la resistencia a la insulina y el hígado graso. Incluso se ha demostrado que una dieta alta en fructosa puede aumentar la síntesis de lípidos en el hígado, lo que puede llevar a la esteatosis hepática no alcohólica. Además, su consumo en proporciones elevadas puede alterar el metabolismo de los lípidos y aumentar los niveles de triglicéridos, incrementando así el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

El alto consumo de frutas también puede resultar en un desequilibrio en la ingesta de macronutrientes. Estas son ricas en carbohidratos y relativamente bajas en proteínas y grasas. Esto puede llevar a un consumo insuficiente de estos macronutrientes esenciales necesarios para el mantenimiento muscular, la producción hormonal y otras funciones corporales críticas. De hecho, la insuficiencia de proteínas en la dieta puede llevar a una disminución en la síntesis proteica muscular, aumentando el riesgo de sarcopenia, especialmente en personas mayores, y afectando negativamente el equilibrio nitrogenado del cuerpo.

Además, la fibra en la fruta, aunque beneficiosa en cantidades moderadas, puede causar problemas digestivos si se consume en exceso. Puede llevar a síntomas como hinchazón, gases y, en casos extremos, a la obstrucción intestinal. Incluso puede interferir con la absorción de otros nutrientes y causar malestar gastrointestinal. La fibra soluble, aunque útil para regular los niveles de glucosa y colesterol en sangre, puede fermentar en el intestino grueso, produciendo gases y causando distensión abdominal. Por otro lado, la insoluble, aunque ayuda a la motilidad intestinal, puede resultar irritante en grandes cantidades, especialmente en personas con condiciones preexistentes como el síndrome del intestino irritable.

Otro problema asociado con el consumo excesivo de frutas es la posibilidad de desarrollar deficiencias de micronutrientes. Aunque son ricas en ciertas vitaminas y minerales, como la vitamina C y el potasio, no contienen todos los micronutrientes necesarios. Por ejemplo, son generalmente pobres en hierro y zinc, dos minerales esenciales para la función inmunológica y el metabolismo. No consumirlos en dosis adecuadas puede llevar a deficiencias nutricionales si la dieta no se complementa adecuadamente. Además, la carencia de hierro puede llevar a anemia, una condición que se caracteriza por la falta de glóbulos rojos sanos, mientras que la deficiencia de zinc puede afectar la función inmunológica, la cicatrización de heridas y la síntesis de ADN.

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Incluso puede afectar negativamente la salud dental. Las frutas ácidas, en particular, pueden erosionar el esmalte dental, aumentando el riesgo de caries y sensibilidad dental. La exposición repetida a ácidos como los presentes en naranjas, limones y pomelos, puede desmineralizar el esmalte dental, haciéndolo más susceptible al desgaste mecánico durante el cepillado y a la formación de caries.

En términos de energía y saciedad, alimentarse con demasiada fruta en vez de otros alimentos puede no ser suficiente para mantener niveles de energía estables a lo largo del día. Al ser bajas en proteínas y grasas, pueden proporcionar una saciedad temporal pero no sostenida. Esto puede llevar a un aumento en el consumo de calorías totales y contribuir al aumento de peso. Además, la falta de proteínas, que son más saciantes que los carbohidratos, puede llevar a un ciclo de hambre y consumo frecuente, lo que puede dificultar el control del peso y aumentar el riesgo de obesidad.

Es por eso que Quintana insiste en que esta "debe ser el puntito agradable con el que con el que culmina una alimentación saludable. Añadir un montón de fruta a la dieta quizás no es lo que más te conviene, así que elige tu fruta nutritiva de temporada y disfrútala, pero no te olvides, primero hay que comerse la comida", apunta la nutricionista.