El aceite de coco ha ganado popularidad en los últimos años debido su versatilidad en la cocina y además en la cosmética. Sin embargo, la evidencia científica que respalda las numerosas propiedades beneficiosas atribuidas a este aceite es limitada y, en muchos casos, no concluyente. Aunque su uso se ha extendido por su atractivo en redes sociales y como ingrediente en recetas, muchas de las propiedades que se le atribuyen no tienen un respaldo sólido en la literatura científica. Esto, por supuesto, ha generado un debate significativo sobre su verdadero valor nutricional y su impacto en la salud.

Uno de los aspectos más controvertidos de este aceite es su alto contenido de ácidos grasos saturados, que representan aproximadamente el 82% de su composición. La comunidad científica ha demostrado que reducir la ingesta de estos ácidos grasos puede disminuir significativamente el riesgo cardiovascular. Por el contrario, los ácidos grasos insaturados, presentes en el aceite de oliva, los frutos secos y las semillas, son ampliamente recomendados debido a sus beneficios para la salud. Las directrices dietéticas generales no apoyan el uso del aceite de coco como un sustituto saludable del aceite de oliva virgen extra, el cual cuenta con una extensa evidencia que respalda sus ventajas para la salud cardiovascular y otros beneficios.

En países como Filipinas, Japón e Indonesia, donde el aceite de coco es un componente básico de la dieta, no se observan altas tasas de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, al analizar la dieta en su conjunto, se encuentra que estos países consumen grandes cantidades de vegetales, frutas y pescados, lo que sugiere que la calidad de la dieta no depende de un solo alimento, sino de la combinación de todos los alimentos consumidos. 

Desde una perspectiva gastronómica, puede ser una alternativa interesante para ciertos platos, aportando un sabor particular que puede enriquecer diversas preparaciones específicas. Sin embargo, los especialistas insisten en que no tiene sentido sustituir el aceite de oliva virgen extra en la dieta mediterránea, que no solo es rica en olivos, sino también sostenible para la región. En términos de salud y sostenibilidad, el aceite de oliva sigue siendo la opción preferida, respaldada por décadas de investigación que destacan sus beneficios para la salud cardiovascular y general.

Una de las principales investigaciones científicas llevadas a cabo en España, el estudio PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea), ha sido fundamental para confirmar los beneficios del aceite de oliva virgen extra (AOVE) para la salud. Este estudio, elaborado por instituciones de renombre como la Universidad de Navarra, el CIBERobn, el Hospital Universitari Sant Joan y las universidades de Valencia y Barcelona, demostró que el consumo habitual de AOVE en el contexto de una dieta mediterránea reduce el riesgo de eventos cardiovasculares en un 30%. Con un grupo de estudio compuesto por 7.447 hombres y mujeres con alto riesgo de enfermedades cardiovasculares, y la presencia de un grupo de control, han conseguido poner el foco en la importancia de incluir AOVE en la dieta diaria para mejorar la salud cardiovascular.

Lo hay de dos tipos

Lo cierto es que el aceite de coco se obtiene mediante el prensado en frío de la pulpa del coco, lo que preserva su calidad y sus componentes nutricionales. Sin embargo, el proceso de refinado del aceite puede involucrar el uso de químicos para mejorar su color, sabor y consistencia, lo cual puede afectar su valor nutricional. Por lo tanto, es importante considerar el tipo que se consume y preferir las versiones menos procesadas para las dietas específicas que requieran de este tipo de alimento.

Existen dos tipos principales: el aceite de coco virgen, que se obtiene del coco fresco, y el aceite refinado, extraído del fruto seco del coco, también conocido como copra. Este aceite vegetal se utiliza tanto en la cocina, como grasa para cocinar, como en productos de cuidado personal, como champús y lociones. A pesar de su popularidad y de haber sido calificado como un 'superalimento', está compuesto por un 90% de grasas saturadas, lo que puede aumentar el colesterol LDL, conocido como "colesterol malo". Es decir, tiene más grasas saturadas que la mantequilla (64%) o que incluso la manteca de cerdo (40%). En concreto, una sola cucharada tiene 13,5 gramos de grasa total, de los cuales 11 gramos son grasas saturadas.

Como avanzábamos al comienzo, hay distintos estudios que evidencias que no es el mejor de los aceites. Por ejemplo, una investigación publicada en la revista “Journal of Functional Foods” reveló que el consumo de aceite de coco en ratones causó cambios en sus hábitos alimentarios, aumento de peso, niveles de ansiedad e inflamación en el sistema nervioso central. Estos resultados sugieren que, aunque puede ser popular, este alimento no es necesariamente beneficioso para la salud a largo plazo.

Aunque el aceite de coco contiene triglicéridos de cadena media (MCTs) que se metabolizan rápidamente y pueden aumentar temporalmente el metabolismo, su alto contenido calórico debe ser manejado con cuidado. Su consumo excesivo puede contribuir al aumento de peso si no se ajustan otras partes de la dieta. Además, aunque puede aumentar el colesterol HDL (bueno), también puede elevar el colesterol LDL (malo), lo que plantea preocupaciones sobre la salud cardiovascular.