El Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos de la Unión Europea (Rasff) es una herramienta utilizada para el intercambio de información entre las autoridades alimentarias. A través de él, se emiten avisos tras la detección de contaminaciones alimentarias u otros peligros en distintos productos. Las autoridades actúan y retiran el alimento cuando estos son detectados en los diferentes niveles de la cadena de distribución.
La última alerta que tiene que ver con unas frutas que estaban destinadas a acabar en el mercado español. Según el Rasff, las autoridades sanitarias han detectado la presencia de clorpirifós en unas naranjas de Egipto, y que iban a ser distribuidas por distintos establecimientos de nuestro país.
Tal y como se advierte en la alerta publicada a nivel europeo, la presencia de este insecticida en la popular fruta fue detectada en un "control oficial en el mercado". Así, el Rasff ha calificado el riesgo como "grave" y ha ordenado "informar a los destinatarios" del incidente que podría poner en riesgo la salud de la población.
Los resultados demostraron una presencia de clorpirifós en una proporción de 0,086 mg/kg-ppm, cuando su Límite Máximo de Residuos (LMR) está fijado en 0,01 mg/kg – ppm, el mínimo detectable en laboratorio al ser una sustancia que no está autorizada.
La Comisión Europea prohíbe desde el año 2020 el uso tanto del clorpirifos como del metil-clorpirifos como pesticidas. La Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de Estados Unidos establece que el clorpirifos es "un insecticida organofosforado de amplio uso en las viviendas y en la agricultura". Se usaba para controlar plagas de cucarachas o pulgas, así como también en algunos collares repelentes para perros.
Entre los síntomas de una exposición a corto plazo y en cantidades de escasos miligramos al clorpirifos se cuentan los "mareos, fatiga, secreción nasal, lagrimeo, salivación, náusea, molestia intestinal, sudor y cambios en el ritmo cardíaco". Sin embargo, a niveles más elevados, la persona expuesta puede sufrir "parálisis, convulsiones, desmayos y hasta la muerte".
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), así como un estudio de la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona y de la Universidad de Almería, vinculan la exposición al clorpirifos con trastornos neurológicos y casos de autismo, trastorno de hiperactividad y déficit de atención (TDAH), obesidad, y afectación a la capacidad intelectual, al aprendizaje y el control de adicciones. También es considerado un contaminante permanente, ya que persiste en medios acuáticos, pasando a la cadena trófica.