Los beneficios de los lácteos se han sobreestimado durante mucho tiempo en España. Ni es necesario tomar tres vasos de leche al día ni todos los yogures son tan sanos como nos ha querido vender la industria desde hace años. Sin embargo, en el imaginario colectivo sigue existiendo la idea de que su consumo sólo trae beneficios para nuestro organismo, y lo cierto es que esta creencia es bastante matizable.
"A menudo, nos recomiendan consumir tres raciones de lácteos al día. No está justificado a ciencia cierta", escribe Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, en su libro Salud a ciencia cierta (Consejos para una vida sana) (Planeta, 2018).
Los lácteos, como todo el mundo sabe, son muy ricos en calcio. Y el calcio es un nutriente esencial para los seres humanos y, más en concreto, para nuestros huesos. De ahí que la industria láctea haya hecho tanto hincapié en los beneficios que podemos extraer del consumo de sus productos. Pero no menos cierto es que el calcio es un mineral que podemos extraer de un buen puñado de alimentos que nada tienen que ver con los lácteos.
Martínez-González es especialmente crítico con el consumo excesivo de queso. Si bien es cierto que no todas las variedades tienen las mismas características, el epidemiólogo pone el acento en aquellas que encontramos en los supermercados y que tienen un alto porcentaje de grasas saturadas. "Las industrias se han especializado en elaborar unos quesos muy baratos que se añaden sin más a miles de alimentos procesados que están cargados de este producto hasta los topes. Las pizzas se convirtieron así, especialmente en Estados Unidos, en dispositivos de administración rápida de queso", escribe el especialista.
El también profesor invitado de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) explica que los lácteos que se añaden a un buen puñado de productos como los helados, por ejemplo, también son especialmente perjudiciales para la salud. "Hay que tener en cuenta que tanto el queso como todos los productos lácteos aportan grasa saturada, que no es la ideal para las arterias y, además, tiene un índice inflamatorio bastante alto. Se nota de forma especial con la mantequilla, la nata, los helados y los quesos muy grasos", subraya.
Martínez-González explica que en la dieta mediterránea tradicional el queso se consumía "sólo en pequeñas cantidades" y "como acompañamiento de un plato, no como un elemento fundamental". Y además, "ni el queso ni el yogur reemplazaban jamás a la fruta como postre", tal y como se hace en muchos países de nuestro entorno como, por ejemplo, Francia.
Es por esta razón por lo que el experto considera que debe tomarse siempre con moderación. Así, los más saludables siempre serán los que tengan un porcentaje más bajo de grasas saturadas, es decir, los que no han sido curados como el queso fresco, la mozzarella o el requesón. En cambio, los quesos azules, el gruyere o los quesos de cabra curados se encuentran entre los que más grasas saturadas contienen.