Una cebolla recién partida con un cuchillo.

Una cebolla recién partida con un cuchillo. Pixabay

Nutrición

Esta es la cebolla que los nutricionistas piden eliminar de la dieta: muy popular en España

Si bien la cebolla está considerada como un alimento básico en la cocina española, los expertos recomiendan alejarnos de esta modalidad.

8 septiembre, 2024 01:15

La cebolla frita crujiente de bolsa ha pasado de ser un aderezo ocasional a un producto que, careciendo de un valor nutricional significativo y dado su contenido en grasas saturadas y sal, se suma a una larga lista de ingredientes que contribuyen al desarrollo de la obesidad y otras enfermedades metabólicas. Este extra crujiente, saltó a la fama como parte indispensable de los perritos calientes de Ikea y desde ahí está siendo utilizado en ensaladas, hamburguesas, sushi, pinchos de huevo cocido y hasta tartaletas de pimiento.

Sin embargo, esta colonización gastronómica presenta una serie de problemas relacionados con su proceso de fabricación y que, si se consume en exceso, puede tener un impacto negativo en la salud que no puede ser ignorado. Ya sea por la manera en que se fríe o los ingredientes que la componen, existen múltiples razones por las cuales este aderezo puede ser perjudicial.

La base del problema está en el proceso de fritura industrial utilizado para producir este tipo de ingrediente es una de las primeras fuentes de preocupación. Durante el mismo, especialmente a altas temperaturas, se generan compuestos nocivos como la acrilamida, una sustancia clasificada como potencialmente carcinógena por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC).

Este compuesto se forma cuando los carbohidratos presentes en esta verdura, al igual que en otros alimentos ricos en almidón, se someten a calor intenso, lo que provoca una reacción química conocida como la reacción de Maillard. Estudios recientes han demostrado que la exposición prolongada a esta sustancia puede aumentar el riesgo de cáncer. Además, la fritura en aceites reutilizados agrava la situación, ya que acelera la formación de grasas trans y aldehídos tóxicos, que son altamente dañinos para el sistema cardiovascular.

Aceite desconocido

El tipo de aceite utilizado en la elaboración también es motivo de preocupación. El aceite de palma, muy común en este tipo de productos debido a su bajo coste y estabilidad a altas temperaturas, ha sido objeto de múltiples investigaciones que lo vinculan tanto a problemas de salud como a impactos medioambientales serios. Las grasas saturadas presentes en él, incrementan los niveles de colesterol LDL en sangre, lo que contribuye al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, según este estudio.

Además de ser un motivo de deforestación en países como Indonesia y Malasia, para dar paso a plantaciones de las que se obtiene después el producto. Si bien el uso de aceites baratos y de mala calidad está bastante regulado, hay que asegurarse de que la cebolla frita que se compra no está elaborada con este tipo de aceite, sobre todo si se pide por internet a otros países.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de añadir este tipo de ingrediente frito a nuestros platos es su alto contenido de sodio, que puede ser peligroso para la salud. La sal es un aditivo esencial para realzar el sabor y aumentar la vida útil de este producto, pero su consumo en exceso está directamente relacionado con el desarrollo de hipertensión arterial, un factor de riesgo clave para enfermedades cardiovasculares.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), de hecho, recomienda una ingesta de sodio inferior a 2.000 mg/día, el equivalente a un máximo de 5 gramos de sal, pero la realidad es que muchas personas superan esta cantidad de manera inadvertida, especialmente debido a la ingesta de productos ultraprocesados como esta cebolla frita industrial.

Por todas partes

En algunos casos, una porción de este preparado puede contener hasta un 10% del valor diario recomendado de sodio, lo que representa una contribución significativa al exceso de este mineral en la dieta y que se ha demostrado que está asociado con un mayor riesgo de hipertensión, además de infartos, accidentes cerebrovasculares y problemas en los riñones.

Esto se une al problema del cada vez mayor uso de ingredientes ultraprocesados en nuestra dieta, diseñados para maximizar la palatabilidad a través de la combinación de grasas, sal y azúcares, lo que los convierte en adictivos, que unido a que tiene un sabor y textura atractivos para muchos y el pequeño tamaño de sus virutas, puede dar lugar a un consumo excesivo sin darnos cuenta, diferente al de, por ejemplo, las patatas fritas, mucho más voluminosas en comparación y conocidas ampliamente por las consecuencias de su ingesta irresponsable.

Además, la presencia de esta variante de cebolla frita industrial ha aparecido en la preparación de platos de todo tipo. Lo que antes requería tiempo —como cocinar cebolla caramelizada o frita de manera tradicional— ha sido sustituido por un producto precocinados y envasado que, en muchos casos, ni siquiera mantiene su textura crujiente original pasados unos días o viene acompañados de trozos quemados de un color negruzco, fruto de la fritura excesiva. En restaurantes de comida rápida o de menor calidad, esta opción ha sustituido a su versión fresca por motivos económicos, lo que afecta negativamente la calidad del producto final.