Rey 814 Beemer Yuri puede parecer el nombre de un asteroide, pero se trata de una vaca cuatro veces campeona, elogiada por su espectacular estructura para producir leche. Es la élite de las vacas gallegas, un animal que inunda el imaginario popular de esta esquina verdosa de la península ibérica. Y no es de extrañar, ya que esta comunidad cuenta con casi un millón de cabezas.
Compitiendo por ese primer puesto de animal insignia gallego, se encuentra también el pulpo (Octopus vulgaris), con su siempre coletilla “a la gallega” o “al estilo feira”. Se capturan cerca de 2 millones de kilos anuales y, considerando que el Plan experimental para la gestión del pulpo con nasa establece un peso mínimo de 1 kilo, eso son muchos pulpos.
Además, Galicia es la comunidad autónoma con el mayor censo de aves, con más de 100 millones de individuos.
Pero existe otra especie clave para entender buena parte de la sociedad y economía gallega: el mejillón (Mytilus galloprovincialis), con más de 9 000 millones de individuos extraídos cada año de alguna de las 3 387 bateas que ocupan las aguas gallegas. Podríamos dar a catar un mejillón a cada habitante de este planeta y aún nos quedarían suficientes para hacer una buena empanada.
El viento que mece la ría
La excepcional situación de Galicia, en el límite norte del sistema de afloramiento canario, tiene como consecuencia que los vientos del norte son capaces de emerger aguas más profundas, frías y ricas en nutrientes. Esta fertilización natural impulsa el crecimiento planctónico, abundante pienso gratuito para este molusco capaz de filtrar hasta ocho litros de agua por hora.
Su extracción nos sitúa como tercer productor mundial tras China y Chile. Pero la competencia de Galicia con estos países no es el mayor de sus problemas.
Esta comunidad afronta un problema derivado de la caída histórica de la semilla de mejillón, llamada mejilla. Tras ser extraída del intermareal rocoso, esta es encordada en las bateas para su crecimiento y posterior recolección.
En la búsqueda de la necesaria semilla, los recolectores tienen que volverse cada vez más exhaustivos, lo que en ocasiones genera conflictos con los percebeiros.
Parte de esta crisis tiene un posible origen en un cambio de modelo comercial, que ha llevado a los productores a vender cada vez mejillón más pequeño para complacer los gustos culinarios internacionales, que prefieren comerlos como pipas.
Por otro lado, al acortar el ciclo de producción, evitan riesgos de perder mejillones que se desprenden de las bateas y reducen la exposición a la eventual aparición de eventos tóxicos de fitoplancton. Los beneficios se cosechan con más frecuencia, pero también se precisa una mayor recolección de semilla.
La gallina de los huevos de oro
El problema es que este modelo juega en contra de la oportunidad de reproducción. El mejillón tiene un pico principal de desove en primavera y otro secundario en otoño, cuando sueltan sus óvulos y espermatozoides al mar.
La fecundación tiene como resultado una larva que nada durante unas cuatro semanas arrastrada por las corrientes, hasta que ha crecido lo suficiente para escoger una roca donde realizar la metamorfosis y convertirse en un pequeño mejillón que permitirá iniciar el ciclo de nuevo.
Retirarlo demasiado pronto de las bateas podría afectar a la cantidad y calidad de estos desoves y, en consecuencia, reducir la abundancia de mejilla en las rocas.
Algunos apuntan a que este cambio de modelo productivo es matar a la gallina de los huevos de oro. En cualquier caso, es preciso desarrollar nuevas investigaciones que confirmen o desmientan tales argumentos.
Centinela de nuestros mares
El mejillón es un organismo sésil, por lo que refleja la variabilidad ambiental de su entorno. Al ser fácil de recoger y actuar como bioacumulador, se utiliza como biomonitor de la contaminación, evitando costosos muestreos de agua y sedimentos. Además, se distribuye por todo el mundo, lo que permite comparar la contaminación en diferentes lugares.
Investigadores del Centro Oceanográfico de Vigo, perteneciente al Instituto Español de Oceanografía, llevan más de tres décadas recogiendo mejillón en la costa atlántica española para monitorizar la calidad de sus aguas. Año tras año visitan los mismos puntos de muestreo, pero en los últimos años le cuesta más encontrar el necesario mejillón.
No parece, entonces, un problema exclusivo de Galicia, así que el cambio de modelo productivo no puede ser respuesta única al problema. ¿Por qué, si no, también está desapareciendo el mejillón de roca de otras zonas a lo largo de Europa?
Vientos del norte
La enorme productividad primaria de estas rías quizás sea capaz de soportar este tirón de cuerda de los productores en su esfuerzo de maximizar la producción. Pero, para garantizar la adaptación a nuevos mercados, con los nuevos límites que marca el cambio climático, falta la aproximación de la ciencia. Entender este problema pasa por cuantificarlo y ese el objetivo de muchos investigadores en las últimas décadas.
En un estudio reciente publicado en la revista Frontiers, realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en colaboración con la Organización de Produtores de Mexillón de Galicia (OPMEGA), hemos observado un incremento en el número de días con viento fuerte del norte entre los meses de julio y noviembre, coincidiendo con uno de los picos de desove del mejillón.
Si bien estas condiciones ayudan a fertilizar la ría, demasiado viento podría alejar las larvas de la costa y con ello reducir sus posibilidades de fijarse a las rocas.
Si los vientos del norte siguen incrementándose, como se prevé bajo diferentes escenarios de cambio climático, las larvas podrían tener cada vez más dificultades para volver casa, perdiéndose en mar abierto con más frecuencia. No obstante, aunque los números parecen cuadrar, es solo una hipótesis, ligada en este caso a los cambios que se están experimentando en la circulación atmosférica.
En el medio natural, las variables son muchas y los efectos no lineales, así que nos queda mucha ciencia por delante, ciencia que debemos hacer de forma colaborativa entre todos, para captar las realidades y puntos de vista de productores, científicos y consumidores.
En un mundo con una población creciente, la producción de alimentos de alta calidad es prioritaria. En este marco, el cultivo de mejillones tiene una reducida huella de carbono y resulta altamente sostenible al no requerir consumo de agua ni de pienso.
Es posible que Rey 814 Beemer Yuri siga recibiendo premios, pero recuerde que, al menos en número, el mejillón no tiene rival.
* Pablo Otero Tranchero. Científico Titular, Centro Oceanográfico de Vigo, Instituto Español de Oceanografía (IEO - CSIC).
* José Manuel Fernández Babarro. Científico Titular del CSIC; Ecofisiología de moluscos bivalvos en el escenario de cambio global, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC).
* Laura García Peteiro. Investigadora Posdoctoral Especialista en Moluscos Bivalvos, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC).
* Xosé Antonio Padín Álvarez. Científico Titular del Dpto. de Oceanografía, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC).
** Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.