Todos sabemos que una buena alimentación es clave para mantener la salud en óptimas condiciones. Ya sea para proteger el sistema cardiovascular, fortalecer músculos y huesos, o incluso para retrasar el envejecimiento de la piel, elegir bien lo que comemos puede convertirse en nuestro mejor aliado. Esta premisa no es distinta cuando se trata de cuidar nuestro cerebro, que solemos relacionar con alimentos como pescados y huevos, famosos por su contenido en ácidos grasos omega 3.
Sin embargo, no deberíamos subestimar los alimentos que no tienen origen animal, como los frutos secos o las verduras. Según la neuróloga estadounidense Dra. Lori Schneider, los vegetales juegan un papel fundamental en la protección de nuestro cerebro gracias a su contenido en antioxidantes, que combaten los radicales libres, compuestos dañinos a los que nos exponemos a diario. Además, son una excelente fuente de fibra, que no solo mejora la salud intestinal, sino también la cognitiva, gracias a la conexión entre el intestino.
Pero hay una tercera opción, que la Dra. Schneider consume a diario. Hablamos de los hongos, en especial, el hongo melena de león (Hericium erinaceus), que no son exactamente ni plantas ni animales. Estos destacan por ser bajos en calorías y grasas, pero ricos en fibra, proteínas y propiedades antiinflamatorias.“Existe una gran cantidad de investigaciones sobre el impacto de los hongos en la salud cerebral, y el consumo frecuente no solo puede estimular el crecimiento nervioso, sino también mejorar la memoria”, explica en declaraciones recogidas por Parade.
Repletos de vitaminas y minerales
Pero más allá de los beneficios para el cerebro, los hongos pueden aportar muchos beneficios para la nuestra. Su perfil nutricional es muy destacado, ya que proporciona una amplia gama de nutrientes esenciales. Destacan como una excelente fuente de proteínas de alta calidad, lo que los convierte en un componente clave para dietas vegetarianas y veganas.
Repletos de vitaminas y minerales cruciales para el funcionamiento del organismo, son especialmente ricos en vitaminas del grupo B, como la riboflavina, la niacina y el ácido pantoténico, que juegan un papel fundamental en el metabolismo energético y en el mantenimiento de la salud del sistema nervioso. También son una de las pocas fuentes alimentarias naturales de vitamina D, vital para la salud ósea y la función inmunológica.
En cuanto a minerales, los hongos aportan potasio, fósforo, hierro y calcio, que son esenciales para la salud cardiovascular, la función muscular y la formación de huesos fuertes. Su bajo contenido en grasas y la ausencia de colesterol los hacen ideales para quienes buscan reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, manteniendo a su vez un perfil lipídico saludable.
Incluso, como señala la Dra. Schneider, pueden ayudar a reducir el riesgo de cáncer. Una revisión realizada por la Universidad de California en Los Ángeles que analizó 17 estudios revelaró que consumir solo 18 gramos de champiñones al día puede reducir el riesgo de cáncer hasta en un 45%. Este efecto protector se atribuye a su alta concentración de ergotioneína, un aminoácido y antioxidante potente que ayuda a prevenir o retardar el daño celular.
Además de todas estas propiedades para la salud, los hongos son alimentos muy versátiles que pueden incluirse en multitud de recetas. Desde los clásicos y facilísimos champiñones y setas a la plancha hasta todo tipo de revueltos y guisos. Sin duda, una sabrosa alternativa para cuidar de nuestro organismo,