El enorme y creciente costo que el agua embotellada está teniendo para la salud humana y planetaria justifica un replanteamiento urgente de su uso. Se compran un millón de botellas cada minuto en todo el mundo y esa cifra aumentará aún más en medio de la creciente demanda, advierten los expertos de Weill Cornell Medicine en Qatar en la revista BMJ Global Health y recoge Europa Press.

Unos 2.000 millones de personas en todo el mundo dependen del agua embotellada al no tener acceso al agua potable corriente. Sin embargo, en países como España en la que la calidad está garantizada, este consumo responde a la creencia de que es más segura y, a menudo, más saludable que el agua del grifo. Los autores insisten en que esta creencia no es cierta, y está alimentada por la industria.

La realidad es que el agua embotellada a menudo no está sujeta a los mismos estándares rigurosos de calidad y seguridad que el agua del grifo, y pueden filtrar sustancias químicas nocivas de las botellas de plástico, especialmente si se almacena durante mucho tiempo y/o se expone a la luz solar y a altas temperaturas, explican los autores.

Se estima que entre el 10% y el 78% de las muestras de agua embotellada contienen contaminantes, incluidos microplásticos a menudo clasificados como disruptores hormonales (endocrinos), y otras sustancias como ftalatos y bisfenol A (BPA). La contaminación por microplásticos está asociada con el estrés oxidativo, la desregulación del sistema inmunológico y los cambios en los niveles de grasa en la sangre.

Además, la exposición al BPA se ha vinculado con problemas de salud en etapas posteriores de la vida, como hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad. "Si bien existen umbrales de seguridad a corto plazo, los efectos a largo plazo de estos contaminantes siguen siendo en gran medida desconocidos", apuntan los autores.

El agua del grifo es una opción más ecológica, ya que las botellas constituyen el segundo contaminante más común de los océanos, siendo el 12% de todos los desechos plásticos. Solo el 9% se reciclan, por lo que la mayoría termina en vertederos o incineradores que a menudo se localizan en países en desarrollo, planteando la cuestión de la justicia social. Además de los residuos generados, el proceso de extracción de materias primas y fabricación de botellas de plástico contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero.

Si bien se han realizado algunos esfuerzos para facilitar el uso de agua potable en restaurantes y espacios públicos y frenar la prevalencia de plásticos de un solo uso, es necesario hacer mucho más, argumentan los autores."En conjunto, la evidencia acumulada subraya el papel fundamental de las intervenciones gubernamentales y las campañas educativas para cambiar la percepción y el comportamiento del público. Estas campañas deberían destacar los beneficios para la salud y el cuidado del medio ambiente que conlleva elegir agua del grifo, impulsando de manera efectiva un cambio cultural hacia prácticas de consumo más sostenibles", recogen los autores.

"La dependencia del agua embotellada implica costos sanitarios, financieros y ambientales significativos, lo que exige una reevaluación urgente de su uso generalizado", concluyen. "Los gobiernos deben afrontar urgentemente estos problemas", incluidos los de los países de ingresos bajos y medios, donde existe una necesidad apremiante de que inviertan en infraestructura de agua potable segura. Al priorizar el consumo de agua del grifo, podemos abordar colectivamente los desafíos multifacéticos que plantea [el agua embotellada] y adoptar el agua del grifo como una piedra angular de la responsabilidad ambiental y la salud pública", concluyen.