Las lechugas son verduras de hoja verde ampliamente consumidas en ensaladas, bocadillos, populares por su frescura y bajo contenido calórico. Desde una perspectiva nutricional, son conocidas por ser muy bajas en calorías y por contener una buena cantidad de agua -cerca del 95%-, lo cual ayuda a la hidratación.
Sin embargo, su valor nutricional es relativamente modesto en comparación con otros vegetales de hojas verdes, como la espinaca o la col rizada.
Aunque las lechugas aportan fibra dietética y pequeñas cantidades de vitamina K y vitamina A, estas cantidades son generalmente bajas en variedades comunes como la lechuga iceberg.
Las variedades más oscuras, como la romana y la lechuga de hoja verde o morada, contienen más nutrientes, incluyendo vitamina K, vitamina C y folato. Sin embargo, incluso estas no alcanzan los niveles de antioxidantes y otros micronutrientes presentes en vegetales como las espinacas o el kale.
Una situación que ha dado un vuelco gracias a la acción de un grupo de científicos que ha logrado desarrollar una lechuga con niveles de betacaroteno significativamente más altos, confiriendo a esta hortaliza un paticular tono dorado. Este avance, publicado en la revista Plant Journal, ha sido posible gracias a la manipulación biotecnológica de las plantas.
El avance lleva firma española, ya que han sido investigadores del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), un centro mixto del CSIC y la Universitat Politècnica de Valencia (UPV), los que han implementado un novedoso método para aumentar el contenido de betacaroteno en las lechugas, un pigmento carotenoide esencial para la salud humana, conocido por sus propiedades antioxidantes y como precursor de la vitamina A, crucial para la visión y el sistema inmunológico.
Con plantas de tabaco (Nicotiana benthamiana) como modelo de laboratorio y lechuga (Lactuca sativa) como modelo de cultivo, el equipo liderado por Manuel Rodríguez, profesor de investigación del CSIC en el del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), ha demostrado que se puede aumentar hasta 30 veces los niveles de betacaroteno en las hojas. Algo que se logró mediante la creación de nuevos lugares de almacenamiento fuera de los cloroplastos, las estructuras donde se lleva a cabo la fotosíntesis.
Biofortificación de verduras
"Por una parte, lo que hemos hecho es crear nuevas estructuras de almacenamiento de betacaroteno en los cloroplastos de las hojas. Por otra parte, hemos producido ese betacaroteno fuera de donde normalmente se produce en las plantas, de forma que, así, no es degradado y se pueden acumular niveles muy altos. Y, por último, hemos estimulado a las plantas a producir este betacaroteno, sometiéndolas a regímenes de iluminación intensa y esto lo que hace es producir más betacaroteno", explica Rodríguez.
Este avance representa un paso significativo hacia la biofortificación de verduras y hortalizas, una estrategia que busca aumentar el contenido de nutrientes en los cultivos alimentarios a través de técnicas agronómicas, genéticas y biotecnológicas.
En el caso de la lechuga, esta no solo mejora su perfil nutricional sino que también mantiene su sabor y aroma característicos, haciendo que las dietas sean más saludables sin cambiar las preferencias alimentarias.
El betacaroteno es uno de los carotenoides más importantes y estudiados en nuestra dieta. Este pigmento natural se encuentra abundantemente en muchas frutas y hortalizas y es reconocido por su capacidad para convertirse en vitamina A en el organismo humano, desempeñando un papel crucial en la salud visual y el funcionamiento del sistema inmunológico.
Además de ser una fuente principal de vitamina A, los betacarotenos actúan como potentes antioxidantes. Ayudan a proteger las células del daño causado por los radicales libres, moléculas inestables que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas y al envejecimiento prematuro. La capacidad antioxidante del betacaroteno es esencial para mantener las células sanas y reducir el riesgo de enfermedades.
Los betacarotenos también desempeñan un papel vital en el fortalecimiento del sistema inmunológico, ayudando al cuerpo a defenderse contra infecciones y enfermedades. Además, apoyan la salud de la piel y las mucosas, manteniendo estas barreras corporales fuertes y funcionales.
A pesar de los potenciales beneficios que podría generar el consumo de esta nutritiva lechuga, todavía no es posible poner estas lechugas estas lechugas doradas en las casas de los consumidores. "Estarían en el mercado si no estuviésemos sometidos a una legislación tan estricta con los temas de biotecnología de plantas. Podrían estar pasado mañana", explica Rodríguez.
No obstante, el éxito de este estudio abre la puerta a la posibilidad de aplicar técnicas similares a otras verduras de hoja verde como las acelgas y las espinacas, que también podrían beneficiarse de un mayor contenido de betacaroteno y otros nutrientes. Esto podría tener un impacto considerable en la salud pública, especialmente en regiones donde las deficiencias de vitamina A son comunes.