El consumo de fructosa ha aumentado en las últimas décadas, en gran medida debido al uso de sirope de maíz como edulcorante en bebidas y alimentos ultraprocesados. En este contexto, los científicos han descubierto que el hígado convierte la fructosa en nutrientes utilizables para las células cancerosas, un hallazgo convincente que podría abrir nuevas vías para el cuidado y tratamiento de muchos tipos diferentes de cáncer.
"La idea de que se puede combatir el cáncer con la dieta es fascinante", destaca Gary Patti, profesor Michael y Tana Powell de Química en Artes y Ciencias y profesor de genética y medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington. "Pero los seres humanos somos complejos. Lo que ingerimos puede ser consumido por el tejido sano y luego convertido en otra cosa que los tumores utilizan".
"Si revisamos la despensa, casi todo contiene sirope de maíz u otra forma de fructosa", advierte Patti y recoge Europa Press. "No se trata solo de dulces y pasteles, sino también de salsas como el kétchup", enumera. "A menos que intentes evitarlo activamente, probablemente la fructosa sea parte de tu dieta".
Mediante el uso de la metabolómica -el análisis de las moléculas pequeñas a medida que se desplazan por las células y los diferentes tejidos del cuerpo-, los investigadores concluyeron que una de las formas en que el consumo elevado de fructosa promueve el crecimiento de los tumores es aumentando la disponibilidad de lípidos circulantes en la sangre. Estos lípidos son los componentes básicos de la membrana celular y las células cancerosas los necesitan para crecer.
La evidencia científica reconoce que las células cancerosas tienen una fuerte afinidad por la glucosa, que se procesa en todo el cuerpo, mientras que la fructosa se metaboliza casi en su totalidad en el intestino delgado y el hígado. Ambos azúcares se encuentran de forma natural en frutas, verduras, productos lácteos y cereales. También se añaden como edulcorantes en muchos alimentos procesados.
La fructosa, en particular, ha penetrado en la dieta occidental durante las últimas décadas. La industria alimentaria la prefiere porque es más dulce que la glucosa. Durante el mismo período, varios tipos de cáncer se han vuelto cada vez más frecuentes entre las personas menores de 50 años.
Los investigadores alimentando a animales con tumores con una dieta rica en fructosa, y descubrieron que promovía el crecimiento de los tumores sin modificar el peso corporal ni los niveles de glucosa o insulina en ayunas.
"Nos sorprendió ver un impacto tan drástico. En algunos casos, la tasa de crecimiento de los tumores se duplicó o incluso más", señala Patti. "Ingerir fructosa fue claramente muy malo para la progresión de estos tumores". Sin embargo, las células cancerosas no pueden utilizar fácilmente la fructosa como nutriente porque no expresan la maquinaria bioquímica adecuada. "Las células hepáticas sí la expresan", advierte Patti.
"Será interesante comprender mejor cómo la fructosa en la dieta influye en la incidencia del cáncer. Pero una de las enseñanzas que podemos sacar de este estudio es que, si tenemos la mala suerte de tener cáncer, probablemente debamos evitar la fructosa. Es más fácil decirlo que hacerlo", concluye Patti.