La alimentación repercute directamente en la salud del colon. Tanto es así que al menos el 47% de los cánceres colorrectales en España está relacionado con la alimentación, entre otros factores como son la falta de ejercicio físico y el peso corporal elevado, según datos del American Institute for Cancer Research recogidos en el libro Dieta y cáncer: qué puede y qué no puede hacer tu alimentación, escrito por el dietista-nutricionista Julio Basulto y Juanjo Cáceres.
El colon es un órgano que regula una función tan importante como la de las deposiciones. En concreto, se encarga de extraer el agua de las heces para hacerlas compactas y evitar la pérdida de líquidos. Después, el recto funciona como un reservorio de almacenamiento de los excrementos y evita que se produzca incontinencia fecal, una disfunción que afecta a unos cuatro millones de personas en España.
Qué consumes y con qué frecuencia determinará en gran medida una buena o mala salud del intestino grueso. De hecho, algunos estudios sugieren que hasta el 70% de los casos podrían evitarse con una dieta equilibrada y un estilo de vida en el que se incluya el ejercicio físico, en combinación con métodos de diagnóstico precoz, tratamiento preventivo y seguimiento.
En este sentido, Juan Manuel Sánchez-Migallón, dietista-nutricionista y portavoz del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Cataluña, explica que no existen alimentos que causen mayor daño al colon que otros, sino patrones alimentarios que, al seguirlos durante un periodo de nuestra vida, se asocian a una mayor frecuencia de aparición de enfermedades que afectan o que se localizan en el intestino.
Además, las personas que se encuentren padeciendo algún tipo de enfermedad en el colon suelen seguir una alimentación distinta a la saludable y recomendada a la población general. Así lo indica el experto, pues en afecciones como la enfermedad de Crohn, la diverticulitis o la gastroenteritis, se recomienda seguir una dieta con bajo contenido en fibra, "mientras que la recomendación dietética, en relación a la fibra, para la población sana es la de priorizar los alimentos integrales frente a los refinados".
Carne procesada
Si bien, existe una verdadera preocupación acerca del efecto de las carnes procesadas en el organismo. Este tipo de alimentos pasan por un proceso de transformación con distintas técnicas para mejorar el sabor o para conservarlo durante más tiempo, como es el caso de embutidos como el chorizo, las salchichas frankfurt o precocinados como cremas, sopas o carnes preparadas.
Unas transformaciones que, como han apuntado desde la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer -agencia independiente vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS)-, han hecho que estos alimentos entren en la lista negra: la de productos cancerígenos. Como apuntó la OMS en un informe en 2015, el consumo de 50 gramos de carne procesada aumenta las posibilidades de padecer cáncer de colon o de estómago en un 18%, lo que se podría traducir en unas 34.000 muertes al año a nivel mundial.
Carne roja
Este tipo de carne posee un alto contenido en mioglobina, un pigmento muy rico en hierro. Es un alimento que puede ser de vacuno -ternera, vaca, buey-, de caza -como el ciervo, venado, jabalí-, o vísceras -hígado, riñones-, y tiene un alto porcentaje de grasas -también saturadas-, por lo que no es muy aconsejable su consumo habitual. Lo ideal es que no lleguen a superarse las dos raciones semanales.
Y es que, como recoge Dieta y cáncer: qué puede y qué no puede hacer tu alimentación, el elevado consumo de carnes rojas puede llegar a aumentar el riesgo de padecer cáncer colorrectal, entre otras enfermedades.
Como puntualiza Sánchez-Migallón, las causas exactas de afecciones como el cáncer colorrectal se desconocen en la mayoría de los casos, pero "existen factores de riesgo que predisponen a su aparición: dieta, obesidad, consumo de alcohol y tabaco, cáncer colorrectal previo, factores genéticos y enfermedades predisponentes".
Fritos y comida rápida
El consumo de frituras y de comida rápida no es aconsejable, sobre todo para las personas que sufren alguna disfunción o patología en el colon. Son productos con un alto contenido graso que contienen sustancias perjudiciales generadas durante su elaboración, como la acrilamida o productos derivados de la oxidación y degradación térmica de las grasas. Es el caso de alimentos como las patatas fritas, la hamburguesa o la pizza, aunque, de nuevo, todo depende de la frecuencia de consumo.
En España, entre un 10% y un 15% de personas padecen el Síndrome del Intestino Irritable (SII), un trastorno funcional que puede provocar hinchazón, molestias abdominales o alteraciones en las deposiciones. Para estas personas, el consumo de estos y otros alimentos como los anteriormente mencionados pueden ocasionarles gases y malestar, como apunta la doctora Acensión Marcos, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Nutrición.
Azúcar y endulzantes artificiales
Este tipo de productos no son beneficiosos para la salud. Los azúcares refinados y los endulzantes artificiales pueden llegar a generar problemas a nivel digestivo, como gases, o contribuir a la aparición de otro tipo de problemas como la obesidad, un factor de riesgo en para enfermedades como el cáncer de colon.
Los postres o los refrescos tienen alto contenido de azúcar refinada, y son productos en los que los investigadores han encontrado un vínculo directo entre su consumo y la aparición de disfunciones o patologías en el intestino grueso.
Alimentos ultraprocesados
Según NOVA, un sistema de clasificación de alimentos en función de su grado de procesamiento, un ultraprocesado es “aquel que se elabora a partir de ingredientes procesados y no contiene ingredientes frescos o que puedan identificarse en su presentación final”. Y es que están compuestos en su mayoría por almidón, azúcares, aceites o sal, además de una gran variedad de aditivos industriales como conservantes, estabilizantes y emulsionantes, entre otros.
Con estos alimentos hay que tener en cuenta que a mayor grado de procesamiento, menos saciedad generan y, por tanto, producen una mayor respuesta glucémica, tal como concluyó una investigación publicada en Food and Function. Entre ellos, se encuentran cereales refinados como el pan blanco, bollería, lácteos azucarados como batidos o yogures y snacks como frutos secos tostados, así como otros mencionados anteriormente, como pizzas, dulces o carnes procesadas.
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