A la hora de comer un fuet nos encontramos con una capa blanca que lo recubre, siendo habitual que no se conozca cuál es su función e incluso surjan dudas con respecto a si se puede o no comer. Esta especie de polvo blanco parecido a la harina forma una capa que también podemos encontrar en otros tipos de embutidos.
Concretamente, se trata de un moho que mantiene alejados a otros mohos dañinos para el embutido, de forma que es necesario para poder conseguir que se encuentre en perfecto estado.
Este es un hongo que producen las bacterias penicillium nalgiovense, cuya función es la de conseguir proteger la carne, además de hacer que tengan ese aroma tan característico del fuet. La piel blanca contribuye al proceso de curación del embutido, permitiendo que así se conserve en mejor estado y tenga una buena calidad final.
¿Se puede comer?
Por otro lado, es común que surja la duda de si se debe retirar esa piel blanca a la hora de comerse el fuet o si, por el contrario, se puede comer sin problema. En este sentido, conviene decir que no es perjudicial para la salud, por lo que será cuestión de los gustos y preferencias de cada uno, pero sí se puede comer e incluso puede aportar sabor y una textura crujiente.
La razón de que se pueda comer sin problemas tiene que ver con el hecho de que se trate de piel de tripa natural, elaborada con partes del intestino del animal, o por una envoltura artificial elaborada utilizando colágeno o celulosa. En cualquier caso, hay que destacar que no es harina, aunque se le parezca, por lo que puede ser comida por personas celíacas sin ningún problema para su salud.
¿Cómo saber cuando el fuet no es apto para su consumo?
Cuando compramos fuet es habitual que lo utilicemos como aperitivo o para añadir su contenido a un bocadillo, lo que hace que, después de haber cortado la ración necesaria, se guarde en la nevera. Sin embargo, aunque se trata de uno de los embutidos más socorridos a los que podemos recurrir al hacer la compra, hay que ser conscientes de que el fuet se pone malo rápidamente.
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De hecho, en muchas ocasiones es posible que lo hayas tirado porque cuando has ido a por él te has encontrado con que ya no era comestible. En otras, en cambio, puede que no seas consciente del peligro que supone su consumo una vez que llega a estar en un estado inapropiado. Para empezar, cuando abres el producto tienes varios días para consumirlo, y gracias al frío de la nevera, el fuet durará más tiempo, aunque bien es cierto que cada día se va endureciendo con una mayor rapidez.
Sin embargo, ten en cuenta que, si tienes varios días en la nevera el embutido, comenzará a resurgir moho en tu embutido, y esto hará que tengas que tirarlo a la basura. Evita cortar el trozo con moho y comer el resto del trozo, ya que podría también tener presencia de estas bacterias, con lo que ello puede suponer para tu salud.
¿Cuál es el embutido más saludable?
Los embutidos forman parte de la tradición culinaria española, pudiendo encontrarlos en una gran variedad de opciones diferentes y con muchas diferencias entre los mismos, ya sean curados o frescos; de cerdo, de ave o de otros animales. Sin embargo, su elevado contenido en grasas y sal hace que tengan que ser considerados alimentos de consumo ocasional.
Así lo recalca la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que ha dado a conocer una lista con los embutidos más "saludables", ya que, aunque ninguno de ellos lo es, existen algunos más perjudiciales que otros. En lo más alto de la clasificación se encuentran el jamón cocido o la pechuga de pavo y de pollo, que deberían ser opciones priorizadas por encima de otros embutidos por sus cualidades.
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En su estudio ha destacado que el jamón curado, jamón cocido, el chorizo y las salchichas son los más consumidos en España, alcanzando un total de 400.000 toneladas anuales. Desde la OCU se recalca que la mayor parte de los productos no son saludables por el exceso de grasa y sal, e incluso por los aditivos añadidos, por lo que, salvo contadas excepciones, en la gran mayoría de las ocasiones son puntuados con bajas calificaciones a la hora de valorar sus propiedades nutricionales.
De hecho, se considera que el jamón cocido o la pechuga de pavo y pollo son los más saludables por su menor contenido en grasa en comparación con el resto de los embutidos, si bien el organismo recalca que su contenido en sal es alto. Pese a ello, son las opciones bajas en este mineral dentro del enorme surtido de posibilidades que podemos encontrar en los supermercados.
Por otro lado, la OCU recalca que el chorizo es uno de los productos con mayor contenido en grasa, lo que indica que se debe consumir de forma ocasional, mientras que los curados poseen un alto contenido en sal. En todo caso, la recomendación general es la de leer el etiquetado de cada producto para poder comprobar sus ingredientes y comprobar la denominación del mismo. De esta manera se podrá revisar si aparece la categoría "Extra", que es la de mayor calidad, mientras que si no pone nada es lo que antes se conocía como "primera".